Del consejo editorial

Ciencia, innovación y riqueza

 

 MIGUEL ÁNGEL QUINTANILLA FISAC

Existe un amplio consenso acerca de la importancia de la innovación para la competitividad y la prosperidad de un país: saldremos de la crisis, seguramente, pero sólo habremos sacado ventaja de ella si somos capaces de incorporar a nuestra economía buenas dosis de innovación, se escucha estos días por todas partes. ¿Qué significa esto?
En economía, innovar es introducir en el mercado nuevos productos o nuevas formas de producir algo (y, por extensión, nuevas formas de vender, distribuir, financiar, etc). Hay muchas modalidades de innovación, dependiendo de la naturaleza del mercado y del tipo de producto o proceso del que estemos hablando. Así, hablamos de innovaciones en un mercado local o en el mercado global, de carácter radical o incremental, de tipo endógeno o exógeno, basadas en la organización, la comercialización, o en la tecnología, etc.
Todas las economías dinámicas se caracterizan por su gran capacidad para introducir innovaciones en los mercados globales, de carácter radical, no sólo incremental, generadas endógenamente y con fuerte componente tecnológico.

La innovación tecnológica tiene un valor especial en un entorno competitivo. Gracias a ella, una empresa puede ofrecer al mercado algo de lo que sólo ella dispone, lo que le proporciona una ventaja inicial considerable. Por otra parte, la capacidad para la innovación tecnológica tiene un cierto carácter acumulativo, de modo que no es raro que una ventaja tecnológica inicial termine apoyando la generación de otras innovaciones en el mismo sector de actividad y contagiando a otras muchas actividades de una empresa o de un país.

Por eso, la ciencia (la mejor y más productiva fuente de ideas radicalmente nuevas) y la tecnología son los dos resortes principales de una economía basada en la innovación. Una sociedad innovadora no es sólo una sociedad tolerante con las nuevas ideas y dispuesta a aceptar cambios; debe ser, además, una sociedad comprometida con la cultura científica y tecnológica.

Un país con escasa capacidad científica y tecnológica puede tener poetas geniales, artistas inmortales, intelectuales brillantes y héroes insuperables, incluso empresarios exitosos y políticos famosos; pero nunca tendrá una economía sana y competitiva, basada en la innovación. La Historia de España proporciona un buen elenco de ilustraciones a este respecto.
Ahora estamos en una buena coyuntura para dar el salto. En el plano científico, tecnológico y educativo, la sociedad española ha hecho un esfuerzo formidable, especialmente en el sector público. Ha llegado la hora de obtener alguna recompensa a tanto esfuerzo sostenido. Por lo que se refiere al ámbito empresarial, la crisis actual puede ser una bendición para nuestra economía: a partir de ahora escasearán las oportunidades para hacerse rico a base de especulación financiera o urbanística, así que es probable que muchos jóvenes y nuevos empresarios empiecen a tomarse en serio la posibilidad de generar riqueza a través de la innovación tecnológica. Además, ahora están mejor preparados para ello.

Miguel Ángel Quintanilla Fisac   es Catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia

Más Noticias