Del consejo editorial

Fiasco olímpico

JOSÉ MANUEL NAREDO

No son los madrileños quienes se empeñaron dos veces en presentar a su ciudad como candidata a albergar los Juegos Olímpicos. Rastreando el origen de esta decisión doblemente perdedora veo que vino de arriba. Según nos confiesa el antiguo alcalde de Madrid Álvarez del Manzano, "organizando el Plan urbanístico para 2001 nos preguntamos ¿qué necesita Madrid?, y enseguida nos dimos cuenta de que a la ciudad le faltaba la organización de algún acontecimiento importante...". Desde el despotismo del poder municipal se decidió que la mejor manera de colmar tan "grave" necesidad de la urbe madrileña pasaba por hacerla sede de los JJOO. Y, manos a la obra, sin consultar a la ciudadanía, se decidió dar prioridad al proyecto y al gasto olímpico en detrimento de otros más directamente orientados a cubrir las múltiples carencias de la ciudad.

¿De dónde sale la tan cacareada unanimidad en torno al proyecto olímpico cuando no ha habido referendos para pulsar la opinión de los madrileños? Sin este conocimiento la unanimidad esgrimida para apoyar la candidatura no deja de ser un invento demagógico de sus promotores que manifiesta el divorcio entre la ciudadanía y las elites políticas y empresariales. Esa demagogia se apoyó en "manifestaciones populares" tan organizadas desde arriba como las de adhesión al régimen franquista y en un consenso elitista que implicó mayoritariamente a partidos políticos y sindicatos, al presidente del Gobierno y al jefe de Estado, codo a codo con un empresariado entusiasmado ante el enorme filón de miles de millones de euros de gasto público en adjudicaciones ligadas al empeño olímpico.

Durante el primer intento fallido, el alcalde Gallardón advirtió a la ciudadanía que en cualquier caso, fuera o no Madrid la sede de los JJOO, "las obras se harían". Y, efectivamente, Madrid se fue colgando anticipadamente la medalla mundial de las obras. Además de líder en consumo de cemento, Madrid fue la única gran aglomeración que llegó a contar con una docena de tuneladoras de gran sección funcionando a la vez, mientras avanzaba a ritmo trepidante la construcción de infraestructuras más o menos olímpicas, lo que permitió presentar como mérito de la candidatura madrileña la realización anticipada de buena parte de los proyectos. Pero lo que se presentó como gran mérito de la candidatura, resulta un gran demérito para la ciudadanía, que, sin haber sido consultada, vio desarrollarse semejante aquelarre de obras que tarde o temprano tendrá que sufragar, aunque no correspondan a sus prioridades, ni redunden con claridad en mejoras de la calidad de vida urbana.

Al ser derrotada la candidatura olímpica de Madrid por enorme goleada, no cabe esa complacencia que insiste en que el equipo responsable hizo bien los deberes y que todo ha redundado en beneficio de Madrid. Parece el momento de pedir responsabilidades por haber defendido con todo lujo de medios y apoyo institucional un proyecto perdedor y, sobre todo, por haber utilizado el paraguas olímpico como pretexto para promover un rosario de megaproyectos que ahora ponen al municipio de Madrid a la cabeza del endeudamiento y la voracidad recaudatoria.

José Manuel Naredo es profesor ad honórem, Departamento de Urbanística, ETS de Aquitectura de Madrid

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