Del consejo editorial

El color de la agresión

FRANCISCO BALAGUER CALLEJÓN

La agresión a Silvio Berlusconi en Milán ha generado una fuerte tormenta política en Italia. Sus seguidores han reaccionado con una virulencia extrema contra todos aquellos sectores que no habían manifestado previamente una adhesión inquebrantable al presidente del Consejo de Ministros. Ni siquiera se han librado algunos dirigentes de la derecha italiana que, pese a formar parte de la mayoría gubernamental, han mantenido un tono mínimamente crítico en los últimos tiempos en relación con algunos comportamientos e iniciativas de Berlusconi.

El grueso de los ataques, sin embargo, sigue teniendo un objetivo claro: la oposición, la judicatura y los medios de comunicación no controlados por Berlusconi. Se intenta trasladar a la opinión pública italiana la idea de que, detrás del perturbado que ha lanzado una estatuilla de la catedral de Milán a la cara del presidente del Consejo, están –de un modo u otro– esos sectores. En última instancia, las críticas a Berlusconi –se dice por sus partidarios– habrían creado el clima político que ha impulsado la agresión física. Es fácil de comprender el propósito de estas acusaciones: acallar el cuestionamiento público del presidente.

Como parte de la misma estrategia se ofrece ahora una beatífica visión de Berlusconi, como la que cerró el programa televisivo Porta a Porta de la noche del 15 de diciembre con la entrevista al fundador del Hospital San Raffaele de Milán: "Berlusconi ama a todos, también a sus enemigos". Así pues, toda la agresividad que sus ministros y sus medios de comunicación están destilando no tendría nada que ver con la actitud del máximo responsable de esos medios y del propio Gobierno. Sin embargo, casi subliminalmente, se evidencia que la línea política de Berlusconi es la misma: el amor expresado a todos sus enemigos no es otra cosa que un intento de extender la responsabilidad de la agresión más allá del hombre que la perpetró.

El ataque al presidente del Consejo es totalmente inadmisible: la visión del rostro sangrante de Berlusconi repugna a cualquier conciencia cívica. Ante este tipo de acciones sólo cabe expresar la repulsa que todo acto de violencia merece. Ahora bien, esa agresión es la obra de una persona que lleva muchos años bajo tratamiento psiquiátrico. Por el contrario, la pretensión de colorearla políticamente es obra de responsables políticos y líderes mediáticos del más alto nivel (incluidos varios ministros del Gobierno Berlusconi) que son plenamente conscientes de lo que intentan conseguir con la burda manipulación de un hecho lamentable.

Con la misma firmeza con la que se debe repudiar la agresión a Berlusconi hay que rechazar los intentos, igualmente inaceptables, de presentarla bajo un color político concreto. Intentos que están orientados, en última instancia, a coaccionar a las personas o a los sectores que discrepan de los planteamientos de la víctima y a reducir el espacio del debate y de la crítica consustanciales a toda sociedad democrática.

Francisco Balaguer Callejón es catedrático de Derecho Constitucional

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