Desde lejos

Mirar cara a cara

El auge de la extrema derecha en Europa en los últimos tiempos empieza a ser un fenómeno seriamente preocupante. En los parlamentos de Finlandia, Suecia, Noruega y Dinamarca, de Holanda y Bélgica, de Francia e Italia, de Austria, Eslovaquia, Hungría y Bulgaria se sientan representantes de partidos xenófobos y ultranacionalistas. Doce países en los que mucha gente ha votado a quienes sostienen ideas atroces, que creíamos superadas tras la barbarie del nazismo y los fascismos.

La matanza de Noruega es una llamada de atención hacia esa realidad aterradora. Un porcentaje nada desdeñable de europeos considera culpables de nuestros problemas a "los otros", y sobre todo a los musulmanes. No creo que la crisis sea la causante de esa falacia intelectual, pero sí que la autoriza políticamente y le da alas. Conocemos el proceso: la situación de los años veinte en Alemania empujó a buena parte de la población a culpar a los judíos de todos los males. Es repugnantemente fácil buscar chivos expiatorios y hacer recaer sobre ellos la rabia y la frustración.
La izquierda y la derecha moderada no podrán resolver este problema tan sólo a base de rechazo hacia los unos (los ultras) y buenas palabras hacia los otros (los inmigrantes). Es preciso abrir un debate serio sobre los conflictos que genera la inmigración, reales por más que muchos creamos firmemente en las bondades de la multiculturalidad. Cerrar los ojos ante la realidad suele conducir al abismo. Confío en que el horror de Noruega sirva para que los europeos decentes los abran y dejen de dar la espalda a esas cosas feas que no nos gusta mirar cara a cara.

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