Dominio público

En defensa de los manteros

Miren Etxezarreta

Doctora en economía y economista crítica

Como un pequeño homenaje a Samir Amin, que falleció esta semana. Intelectual  y activista durante toda su larga vida en la que luchó al lado de los más débiles

Un grupo de manteros muestra sus productos al público que transita por la Gran Vía de Madrid donde se estan llevando a cabo las obras para la ampliación de sus aceras. EFE/Emilio Naranjo
Un grupo de manteros muestra sus productos en la Gran Vía de Madrid. EFE/Emilio Naranjo

Como cada año, ha llegado el momento de acusar a los manteros de muchos problemas. Sobre todo de dos: hacen la competencia ilícita al comercio y ocupan  el espacio público e incomodan en él. Además, no pagan impuestos y son molestos para los intocables turistas. Y cuando hace falta  se les acusa también de violentos...Como ‘la opinión pública’ no se atreve a decir que hay que enviarlos a sus países sea como sea, se dice que ‘hay que enfrentar y resolver este problema’. Pero si se pregunta cómo resolverlo, enseguida se percibe que no tienen mucha idea más que prohibir la venta ambulante y perseguirla con dureza.

Uno, perjudican  al comercio. ¿De verdad? Me parece que los pequeños comerciantes de Barcelona se equivocan de enemigo.  Ellos no están siendo desplazados por los manteros sino por las grandes superficies que muy a menudo venden sus productos a un precio inferior a los demás comercios y, además, en condiciones más favorables. Por ejemplo, los horarios. Es curioso que los comerciantes no hayan protestado con la misma vehemencia y energía  cuando las grandes superficies han aumentado sus horarios hasta la noche  y abren los domingos, lo que  no sólo obliga al pequeño comercio a abrir más horas, sino que daña su convivencia familiar pues muchos no pueden financiar el personal auxiliar necesario. O que no protesten cuando se conceden permisos de apertura a grandes superficies que hunden el comercio local. O cuando los bancos y los periódicos venden directamente productos del comercio. ¿No son estos los que dañan al pequeño comercio muchísimo más que los manteros? ¿Por qué se inclinan por atacar a los más débiles?

¿Se puede creer  que quien  compra en Gucci o en tantos otros comercios de gran  lujo en el Paseo de Gracia, por ejemplo, va a ir a comprar a los manteros un bolso o unas gafas falsas? Los  clientes de los manteros son los consumidores con poco dinero  –y  muchos turistas- que quizá no comprarían nada si no pudieran hacerlo a precios mucho más bajos. En términos comerciales, amplían las oportunidades a los compradores. ¿No se han puesto chiringuitos en la Rambla para que los turistas sean tentados a comprar, que es lo que muy a menudo suponen  los manteros?.

Se alaba la virtud de la competencia. Hace pocos días, con la huelga de los taxistas, hubo quien señalaba que estos tienen que modernizarse y aceptar la competencia de las nuevas formas de trabajar. Pero los pequeños comerciantes aceptan  la competencia de las enormes empresas nuevas de distribución de productos (desde Amazon a Deliveroo) pero no la de los manteros.

Dos, ocupan ilegalmente el espacio público. Y se dice en una Barcelona abarrotada de terrazas  que dificultan el paso y donde el municipio rinde pleitesía a Samsung privatizando un cuarto de la plaza de Catalunya cuando el Mobile, y donde los vecinos de la Sagrada Familia tienen dificultades para circular en su barrio,  además de multitud de acontecimientos deportivos y sociales que cierran temporalmente los espacios públicos. ¿Son tantos los inconvenientes en la ciudad ¿Realmente dificultan la circulación o el disfrute del espacio más que otros muchos usuarios? ¿Y los bares y las tumbonas privadas en las playas, y los barcos de lujo en el muelle?

Al final la acusación es que los manteros son ilegales y no pagan  impuestos ni  por el uso de la calle. Seguramente es así y habría que ver cómo resolverlo pero, ¿seguro que incurren en más fraude fiscal que muchas empresas y particulares que se dedican a impulsar la ‘ingeniería fiscal’? ¿Dónde están los impuestos que pagan en este país Raynair y otras empresas transnacionales bien conocidas? Además,  ¿se considera acaso cómo estas cumplen la legislación laboral y ambiental?

Otro gran argumento es que tras estos manteros están las mafias que les venden los productos. ¿Y es confiscando la mercancía a los manteros individuales como piensan resolver este problema? Es como multar a quienes fuman hachís en las terrazas en lugar de afectar a los grandes narcotraficantes. ¿Es porque  no saben, o no pueden, o no quieren enfrentarse de verdad a las mafias que según ellos están detrás del problema?

Respecto al efecto llamada, ¿alguien puede creer que es la posibilidad de vender en la calle la que atrae a los inmigrantes? ¿No serán las condiciones en que estos viven en sus países y la comparación general con Europa la que causa la inmigración?

Es curioso que si los pobres piden ayudas sociales o limosna, muchas veces se dice ’que trabajen’. Pero no hay empleos, nadie les emplea y no pueden tener ‘papeles’ para poder trabajar o tener ayudas ¿Qué pueden hacer entonces? Y resulta que cuando se deciden a trabajar, como sea, para ganarse el sustento, se pone el grito en el cielo.

¿Qué hay en toda  esta situación que no esté claramente agraviado por la xenofobia, o, seamos más claros, por el racismo? ¿Sería lo mismo si los manteros fueran blancos y no tan pobres?

En este país se piensa muy a menudo que con hacer una ley que prohíba cosas se resuelven los problemas. Nada más lejos de ello. Resolver el tema de los manteros, regularizarlo, es posible si hubiera voluntad política para ello. Si se les aceptase como residentes para que pudieran regularizar su situación de documentación legal, si se estableciera una tasa con la que cotizaran por impuestos relacionádos con  su cifra de ventas, si se les asignaran algunos lugares específicos en los puntos comerciales (no enviándoles a la periferia, claro) en los que pudieran ofrecer sus productos, si se les viera como una muy antigua forma de ejercer la competencia con la que los comerciantes barceloneses y de otras muchas ciudades han sabido lidiar durante muchos años(véase el artículo de Guillem Martínez que explica que  ‘Desprovistos de trabajo, numerosos inmigrantes procedentes de otros puntos de España optaron por la venta ambulante como medio de subsistencia en la Barcelona de la II República. Los medios de comunicación los dibujaban como un peligro’), la situación no llegaría a lo que nos presentan como fuertes conflictos callejeros. ¿Qué fue de la cooperativa que montó Ada Colau para que los manteros regularizasen su situación, no  participan en estos temas ahora?

Con un mínimo de empatía hacia la situación de quienes venden en la calle, en condiciones muy difíciles, para ganarse la vida sin robar, se conseguiría resolver estos problemas que, indudablemente, no son sencillos. Pero, ¿seguro que no hay problemas más difíciles y complicados en nuestras calles?

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