Dominio público

Sobre la utilidad de la Filosofía

Carlos Fernández Liria

Profesor de Filosofía de la UCM

'La Libertad guiando al pueblo', de Eugène Delacroix
'La Libertad guiando al pueblo', de Eugène Delacroix.

El PSOE ha vuelto a faltar a su palabra respecto a restaurar la asignatura de Ética en 4º de la ESO. De nuevo, nos encontramos con una materia titulada "Educación en valores Éticos y Cívicos" con una carga lectiva insignificante de 35 horas (dispersas en varios cursos). Mientras tanto, la religión cuenta con 140 horas en la ESO y, eso sí, nos encontramos con una nueva materia, que acapara 65 horas: "Economía y Emprendimiento". Es decir, la LOMLOE no sólo reitera la censura filosófica practicada por el PP, sino que hace realidad el sueño del ministro Wert: sustituir la Filosofía y la Ética por una "Formación del espíritu empresarial". Parece una broma de mal gusto, pero así es.

Lo que se ha sacrificado con este trueque es tan gigantesco que pasa desapercibido precisamente por eso, por la dificultad de abarcarlo con la mirada. Se piensa, por lo visto, que formar en espíritu empresarial a los que muy mayoritariamente jamás tendrán empresas es más útil y menos ocioso que explicarles filosofía. Porque no puede haber nada más inútil y más ocioso que la filosofía. Es muy significativo respecto a estos tiempos que corren que semejante barbaridad haya llegado a resultar tan evidente.

¿Realmente es tan inútil la filosofía? Se escucha a menudo, por parte de sus profesores, que la filosofía sirve para crear "ciudadanos críticos". Es una defensa bienintencionada pero muy a la desesperada. Lo verdaderamente difícil no es tener ciudadanos críticos, sino lisa y llanamente tener ciudadanos. Lo verdaderamente difícil y lo verdaderamente interesante es que, por lo menos, no nos olvidemos de lo que es la ciudadanía. Lo importante es que los estudiantes no se olviden de lo que tiene de asombroso prodigio eso de que podamos ser o aspirar a ser ciudadanos.

En el bicentenario de la Revolución francesa, la historiadora Ana Martínez Arancón, por desgracia recientemente fallecida, escribió estas palabras memorables: "Hay cosas que nos parecen tan necesarias como el aire, tan naturales como la aurora. Olvidamos así que tuvieron un principio, que millones de hombres nacieron y murieron sin conocerlas, y que otros hombres, con su deseo y con su sangre, las adquirieron para nosotros". Esto es lo que sucede, decía la autora, con las conquistas de la Revolución francesa. Merece la pena repetir ahora sus palabras (y se entenderá por qué la cita tiene que ser larga): "Enumeraré al azar algunas de ellas: la libertad civil, la democracia, el sufragio universal. La libertad de pensamiento, la de prensa, la de religión. El derecho de los ciudadanos a intervenir en los asuntos públicos, a elegir a sus representantes y a ser elegidos; a ocupar cualquier puesto en la administración del Estado; a pedir cuentas de su actuación al Gobierno. La separación entre la Iglesia y el Estado y la constitución civil del clero; la distinción entre los bienes privados de los gobernantes y el patrimonio nacional; la desvinculación entre la soberanía y quienes la ejercen; la independencia de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. La igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, tanto para apelar a su protección como para someterse a su castigo. La igualdad a la hora de pagar los impuestos, o de cumplir con la obligación de servir a la patria y de defenderla de sus enemigos. El libre acceso a cualquier cargo, según las capacidades, y no según el nacimiento. El derecho a vivir en el lugar que se elija, a ganarse la vida con el trabajo que se desee, a no ser detenido salvo en el caso de cometer un delito tipificado por la ley, a tener un juicio justo y recibir, durante la detención, un trato humanitario. El derecho de todos los ciudadanos a la asistencia pública, en lugar de depender de la caridad privada. (...) La equiparación de los derechos de los hijos ilegítimos. El derecho a una educación pública y gratuita (...) El matrimonio civil. El divorcio...".

He aquí una muestra. Martínez Arancón continúa todavía varios párrafos. Son cosas que conforman la arquitectura de todo lo respetable políticamente. Son la sintaxis misma de toda nuestra vida política. Y como ocurre por definición con todo lo gramatical, estas cosas no se muestran, no llaman la atención, se dan por supuestas. Ahora bien, es muy peligroso darlas tanto por supuesto que acabemos por olvidar lo mucho que costó conquistarlas y lo fácilmente que podríamos perderlas, si es que muchas de ellas no las hemos perdido ya. Es muy peligroso olvidar la revolución que supuso, para toda la humanidad, la conquista de la ciudadanía.

Pues bien, decía Hegel que la Revolución francesa había sido "obra de la filosofía". Todos esos conceptos y todos esos principios que habían irrumpido en la Historia se habían fraguado en el seno de la filosofía. Hegel es una cierta autoridad, no es un periodista sensacionalista empeñado en exagerar la "utilidad" de la filosofía. Hegel es Hegel. Pero en el PSOE (quiero pensar que no con la colaboración de Unidas Podemos) han decidido llevarle la contraria.

La filosofía no sirve para enseñar a los ciudadanos a "ser críticos", sino para algo mucho más esencial: para que no se olviden de que lo son, para que no olviden que son o deberían ser libres, iguales e independientes civilmente, y que nadie tiene derecho a usurpar el lugar de su soberanía (tal y como decía el artículo 27 de la Constitución de 1793: "Que todo individuo que usurpe la soberanía sea inmediatamente ajusticiado por los hombres libres"): ni siquiera las empresas, por grandes que sean,  o "los mercados", aunque sean tan poderosos que nos tengan agarrados por el cuello.  Son cosas que un ciudadano no debe olvidar jamás, no porque sea crítico, sino porque es un ciudadano.

La LOMLOE, sin embargo, sí lo ha olvidado, lo mismo que el PSOE ha olvidado que había dado su palabra en octubre de 2018 en la Comisión Permanente del Congreso de los Diputados.

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