Dominio público

Los empleos del tiempo y "el trabajo del futuro"

Guillermo Zapata

Los empleos del tiempo y "el trabajo del futuro"
Un trabajador desmonta un televisor en la fábrica de la Compañía Induraees, especializada en el reciclaje de residuos eléctricos y electrónicos, en Osorno, norte de España, el 27 de febrero de 2013.
CESAR MANSO / AFP

Me piden que escriba sobre lo que era el trabajo para "nuestra madre y padre", "nosotros y nosotras" y "nuestros hijos e hijas". Me gustaría pensar que es una pregunta sobre el pasado, el presente y el futuro, pero probablemente sea sobre el pasado y el ahora, porque las generaciones se agolpan en el presente y "lo anterior" sigue estando. Mi otra preocupación es que nunca existe "el trabajo", existen "los trabajos" y también su ausencia, y la diferencia entre empleo y trabajo, entre salario y renta, etc, etc. Además de la posición de la que se parte no es una, sino múltiple. En fin, me daban miedo las generalizaciones y las inexactitudes. Este texto está escrito con el goteo de noticias sobre la "gran deserción" en la cabeza. Con las declaraciones de empresarios que se quejan de que "la juventud no quiere trabajar". Cuando tenía 19 años, en una asamblea de la universidad me preguntaron: ¿Cuáles son los últimos cinco trabajos que has tenido y las cinco últimas casas en las que has vivido? Yo pensaba que se tenía una casa y un trabajo. Me equivocaba.

1. Los niños venían "con un pan debajo del brazo". Ese pan estaba hecho de trabajo. Tenías hijos para trabajar e hijas para cuidar. El tiempo era una línea y el espacio estaba partido en dos. Lo público y lo privado. La casa, el campo, la fábrica. El muro de la fábrica. La puerta de entrada. El trabajo siempre es agotador, siempre es detestable, pero es también lo que eres, a veces es lo que no puedes evitar ser o aquello de lo que quieres escapar. A veces es lo que te da un lugar en el mundo. El tiempo dentro y el tiempo fuera. El ocio y el negocio. Los tres ochos. Ocho horas de sueño, ocho horas de trabajo, ocho horas de descanso. El trabajo es también el sindicato, la huelga, historia de una interrupción. El trabajo es también los momentos de su abandono. Trabajar menos, cobrar más. Descansar. Comprar el coche que tu mismo fábricas. Pagar la casa. La casa. Una casa. Tu casa. La casa de tu vida. Eres dueño de tu coche y de tu casa. Negociación colectiva. La historia del empleo es la historia del paro. El tiempo es lineal y ordenado o no existe. Allá afuera, donde todo se rompe, eres paro y exclusión. ¿Nos disfrazamos de fiesta ochentera? Puedes ir de Chica Almodóvar o de yonqui. El tiempo del pleno empleo es lineal, pero la realidad es más grande. No Future allá afuera. Mamá y papá son los primeros funcionarios. El tiempo también es continuo. La institución es una gran fábrica. Consigues un trabajo como quién consigue una casa o un coche. Lo posees y te posee, es tuyo. Tu puesto de trabajo.

2. El tiempo ha cambiado. El tiempo es intermitente. La fábrica está y no está. La llegada al trabajo se posterga, pasas por una fábrica nueva. Lo llamas instituto, universidad. Ellas se incorporan al "mercado del trabajo". ¿Quién cuida? Pues otras ellas que vienen de otros lugares del mundo. Se convierte en empleo el tiempo necesario para cuidar que ha dejado de estar disponible. El Estado se hace cargo a duras penas. Pero para ti eso aún no es un asunto. Mamá y papá están bien, se han divorciado o se mantienen linealmente enamorados. Tu problema es doble. El tiempo es intermitente y el deseo no es lineal. El trabajo no es lo que eres, sino lo que quieres ser. El trabajo es también una bolsa de dinero. Un botín que está ahí esperando. El trabajo es detestable o el trabajo es "lo que quieres ser". La marca de la diferencia es la clase. Te mantienes estudiando para "ser lo que quieres ser" o dejas los estudios que te dicen que no serás nada para ser alguien trabajando mucho y consiguiendo todo el dinero posible lo más rápido posible. Te suben a andamios como antes apretabas tuercas en una línea de montaje. Te caes de andamios como antes te arrancaban el brazo. El botín, sin embargo, será suculento, ya verás (spoiler: Sale mal)

Afuera y adentro ya son cosas que no están tan claras. La droga ha cambiado. Te mantiene activo y te mantiene afectivo. No eres un yonqui. No eres una yonqui. El futuro es radiante pero cada fin de semana te encierras a olvidarlo todo durante 48 horas menos un rato del domingo. Donde hay euforia siempre hay pánico. El tiempo se acumula también. Hay sindicatos, pero hablan un idioma extraño, defienden un mundo que no conoces. En otro lugar de la escalera te formas, te formas, te formas y empiezas a encadenar empleos, eres y no eres lo que siempre soñaste ser. Empiezas a no poseer nada. No eres dueño de cosas, sino que las alquilas, posees de manera intermitente o a plazos, hipotecas. A la vez no quieres saber nada de ese tiempo lineal, ese tiempo lineal es insoportable. La vida de tus padres es insoportable. La vida de tus abuelos era insoportable para tus padres. Desear. Desearon irse del campo, irse de la fábrica, irse...

3. El tiempo estalla junto a la bolsa. Vuelven los sindicatos, pero están en otra parte, en la puerta de tu casa evitando que te echen. La casa de tus padres ya no es una posesión ni un hogar, es un refugio y a veces, dependiendo del lugar de la escalera en la que estés, es de donde vienen tus recursos. Una parte de la gente ya no espera nada del empleo porque tiene una renta que le viene de que son empresarios de las viviendas de sus padres. Otra parte de esas viviendas son de bancos. Todo pasa muy rápido. Te quieren echar de una casa que es también, ahora, una especie de fábrica. Allí trabajas delante de un ordenador. El tiempo es confuso. Has postergado tener hijos porque pensabas que ese estar y no estar en el mundo, esa intermitencia, terminaría, pero no ha terminado. El salario tampoco ha cambiado. Esa pregunta en torno al cuidado de tus padres ya no es una hipótesis lejana, es la taquicardia de tus noches. Dolor de culo y espalda. La bolsa cae, Lehman Brothers cae, el mundo cae. Tomas plazas. ¿Quieres algo? Nada y todo. Que te dejen en paz y que se hunda el mundo. El deseo se amplía pero a la vida le han puesto una bolsa en la cabeza y no deja respirar. Ahí fuera nadie ofrece trabajo, te ofrecen ser tú el empresario. Crea tu propio trabajo, las posibilidades son infinitas gracias a internet. Oh sí. Te subes a Internet como el que se sube a un andamio, dolor de manos, de ojos, de cuello. El tiempo estalla. Comes cuando puedes, comes mal, lo sabes pero no puedes evitarlo porque de dónde agarras el tiempo disponible. Tienes hijos. Los hijos se cuelan en tus llamadas de zoom. Tus hijos amplían tu mundo, que es la fábrica. Miras reels en Instagram mientras respondes mensajes de curro. No hay jornada laboral. El tiempo estalla.

4. No hay empleo y no hay planeta que lo sostenga. Te piden que hagas curros de mierda por los que te pagan una miseria. Tu deseo está atado, pero no vas a aceptar mierdas de nadie. Llevas dos años encerrada por la covid-19. Cuando ibas a empezar a vivir, el mundo y su infinita complejidad asquerosa te cancelan la vida y lo mejor que tienen que ofrecerte es servir copas 20 horas mientras esperas a que arda el planeta o te caiga la siguiente nevada imprevista. No. Adiós. El trabajo no es nada. El tiempo tiene una barrera, un bloqueo. Estas desertando pero no te sientes valiente, ni nada. Tus post, y tus tuits oscilan entre lo amigable y un cierto autodesprecio irónico. No quieres hacer daño a nadie, porque todo el planeta existe para ti no sólo como imágenes irónicas en el móvil, sino porque el cuerpo y dolor son evidentes e intensos. No quieres hacer daño a nadie y no quieres que te hagan daño. El trabajo no existe. El tiempo es un muro. Las cosas se agotan. Estás haciendo selfies en la parte exterior de un agujero negro que se mueve lento. Acabas de llegar y te culpan por todo. Eres un problema antes de empezar, pero "cobra 700 euros" por cualquier curro de mierda que quién te lo ofrece no aceptaría si fuera tú. Sólo quieres estar bien y salvar el mundo de la forma menos heroica posible. No existe la épica. No hay batalla final. Se trata tan sólo de que te dejen respirar fuera de la bolsa en la que te encuentras. Eres consciente de todo porque sabes ponerle nombre a todo. Conoces hasta tu cabeza. Dios, como puedes estar tan cansada si no has empezado. El mundo se agota, el trabajo no existe, el tiempo es muro, una cuenta atrás, pero tú estás viva, estás vivo. No te van a quitar eso. Quién te propone volver a la vida de tus abuelos se olvida de que has llegado hasta aquí a través de una fuga, de la fuga de los tuyos que rompían a patadas el tiempo para vivir mejor. Eres el producto de las victorias y las derrotas de un deseo que se actualiza y llega hasta aquí. Descansar más, vivir mejor.

"Nada que defender", te dices.

"Todo por hacer".

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