Dominio público

Ni cerdos ni ETA: gana Vox, pierde Casado

Ana Pardo de Vera

Pablo Casado presidente del PP, visita una granja de ovejas. EFE
Pablo Casado presidente del PP, visita una granja de ovejas. EFE

Si en enero no teníamos claro por qué Alfonso Fernández Mañueco había adelantado las elecciones en Castilla y León a este 13 de febrero, donde gobernaba con Ciudadanos, ahora que todo apunta a que tendrá que gobernar con Vox o en una triste minoría respaldado por esa misma extrema derecha, lo entendemos menos. Salvo que desde allí giremos la vista a Madrid, concretamente a la calle Génova, número 13, donde el tándem infalible Pablo Casado, presidente del PP, y Teodoro García Egea, secretario general del ídem y número dos del partido, tomaron una decisión que el propio Mañueco confesó a sus próximos que aceptaba porque no le quedaba otra: forzar la convocatoria electoral en Castilla y León.

Ha sido el presidente de la Junta -quién sabe cómo, con esa campaña infame- al que hay que felicitar por haber salvado dos muebles de su partido en la comunidad con una mayoría pírrica (dos escaños más que en 2019), muy lejos de la conseguida por Isabel Díaz Ayuso en Madrid. Es el adelanto electoral del pasado 4 de mayo en la comunidad madrileña la que pretendieron imitar Casado y Egea en Castilla y León, pero con el resultado de que el presidente del PP nacional desfilara por la Puerta de Alcalá en olor de multitudes nacionales. Es probable, no obstante, que hoy a Casado no quieran verlo en Castilla y León ni las ovejas que coreaban sus discursos, proféticas con sus lánguidos balidos, por cierto.

Mañueco está en manos de Vox. Santiago Abascal, en su discurso triunfal tras conocerse el resultado de su partido, ya ha anunciado su intención de negociar para entrar en la Junta, para gobernar una autonomía que pretenden destruir en pro de un Estado centralizado. El PP ha cambiado a Ciudadanos por la ultraderecha, contra la que han advertido por activa y por pasiva los socios europeos del PP, como Angela Merkel o Emmanuel Macron.

Casado fue a por lana (sic) y ha salido trasquilado, muy trasquilado: se inventó una amenaza de moción de censura de PSOE y Ciudadanos que ya se había producido hace un año, sin que Cs fuese desleal al PP en ningún momento, y trató de aplastar a Ciudadanos, a Vox y a Ayuso al mismo tiempo. Lo único que consiguió fue, efectivamente, llevarse a Cs por delante y conseguir únicamente dos procuradores más (31) que en 2019 (29), porque esos votos naranjas se han ido al PP, pero también a Vox (13) y a las plataformas de la España Vaciada, que apuntan ya a una nueva forma de hacer política también en el Congreso desde los municipios y las provincias.

Gana la ultraderecha, que se convierte por primera vez en una pesada llave de Gobierno, nada que ver con la Comunidad de Madrid, donde la rotunda victoria del trumpismo de Ayuso ha convertido a Vox en peleles de ese PP madrileño diferenciado del resto del partido, incluida la dirección nacional de Casado y Egea, cuyo proyecto se desconoce. Ya lo dijo Aznar: "Llegar a Moncloa, ¿para hacer qué?". Ni cerdos, ni ETA, ni Maduro, ni Zapatero: su histriónica campaña llena de fakes ha reforzado a la extrema derecha, que siempre se queda con el original, y ahora, Casado está rodeado de los suyos, que lo miran incrédulos. "Cuerpo a tierra, que vienen los nuestros, Teodoro".

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