El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, concluye una nueva "mañanera", la conferencia de prensa que brinda cada día durante dos horas desde el inicio de su gobierno. Se despide de los periodistas: "Me voy, porque me espera mi amigo Lula para desayunar".
En ese mismo momento, Lula atraviesa los portones del imponente Palacio Nacional, convencido de la importancia política de un encuentro que se produce cuando el presidente mexicano alcanza niveles históricos de popularidad y él se aleja cada vez más de sus opositores en todas las encuestas electorales.
La reunión está prevista para durar una hora. Dura cuatro.
El abrazo y la sonrisa de ambos bajo los magistrales murales de Diego Rivera son la mejor síntesis de que acaba de producirse un acontecimiento histórico. América Latina se prepara para una oportunidad inédita: recuperar su maltrecha integración regional, con los dos gigantes latinoamericanos dispuestos a reconstruirla.
Lula sigue a un almuerzo con el canciller, Marcelo Ebrard, que desarrolla una amplia y cada vez más activa agenda regional. Lula se refiere a AMLO y a Ebrard como sus grandes amigos. Y promete que una de las primeras cosas que hará, si vence las elecciones de octubre, será regresar a México para poner en marcha una agenda de trabajo y cooperación inédita entre ambos países.
Por la tarde, Lula es recibido por más de 600 legisladoras y legisladores de todo el país. Pertenecen a MORENA, la organización política de AMLO, y a sus fuerzas aliadas. El encuentro parece la recepción de un icónico astro musical. Diputadas y diputados, senadoras y senadores de todo México reciben a Lula al grito de: "Presidente, presidente". Lo acompaña su también amigo, el carismático presidente de MORENA, Mario Delgado, quien ha transformado, en apenas 7 años, una pequeña organización política en un movimiento de masas.
La emoción conquista el inmenso espacio del evento cuando Lula hace un vibrante discurso contra la prepotencia de los poderosos, contra el lawfare y por la defensa irrestricta del estado de derecho democrático, sobre las luchas por la justicia y la igualdad, sobre la necesidad de reconstruir los vínculos que las oligarquías han pretendido destruir entre nuestros países, cuando expresa su admiración por el patrimonio y la diversidad cultural de México. Al finalizar, cada uno de los más de 600 representantes del pueblo mexicano y todos sus equipos de apoyo, parecen no estar dispuestos a retirarse hasta que Lula se saque una foto con ellos.
Al día siguiente, el expresidente brasileño es recibido con honores de jefe de Estado en el Congreso de los Diputados y en el Senado Nacional. Allí, Lula se emociona hasta las lágrimas contando su trayectoria política, las conquistas de sus gobiernos y relatando la decadencia y los desafíos democráticos del Brasil actual.
Química, empatía, afectividad, emoción, mística. De eso se trata también la política. Las lágrimas de Lula sellan vínculos de hermandad hacia un país que ha dejado de mirar solo al gigante que lo acosa desde el Norte.
Al finalizar la extensa jornada, Lula se reúne con representantes de la comunidad brasileña en México. Janja, su compañera, está junto a él, como en todas las actividades de la gira. Lula les dice que ese encuentro es para él tan significativo como todos los otros que ha realizado. Que le admira y conmueve pensar que gente como ellas y ellos, tan jóvenes, militen y luchen por el futuro democrático de su país, aun estando tan lejos. Les dice que solo se vive porque uno tiene causas por las cuales luchar. Y que eso es lo más importante: defender siempre las causas en las que uno cree y por las que uno vive.
En medio siglo de militancia política, Lula participa de estos actos como cuando, desde la década del 70, recorría miles y miles de kilómetros para hacer una reunión con 20 trabajadores o campesinos en los confines de un Brasil continental y injusto, inmensamente desigual. Los escucha, los arenga, les explica, pide explicaciones, los abraza, les agradece. Les habla de los valores de la izquierda y del progresismo, les habla de la paz y de la igualdad. No hay un Lula de antes y un Lula de ahora, al menos en su relación con la militancia. Porque Lula sabe que aquella máxima que alguna vez sentenció Eduardo Galeano gobierna la política: "la única cosa que se construye de arriba hacia abajo son los pozos".
Lula dice que la política es un acto de amor. Y que él agradece la oportunidad de estar enamoradísimo de su compañera Janja, la mujer que durante los 580 días en que estuvo preso recibió 580 cartas de amor.
En México, Lula se entera que el Supremo Tribunal de Justicia de su país acaba de anular la última causa penal en su contra. La farsa jurídica ha sido desmontada. Otras continúan. Ni sobre esta noticia ni sobre el viaje a México los medios de comunicación hegemónicos de Brasil han publicado una sola línea.
Termina una gira histórica, uno de los últimos viajes de Lula al exterior, antes de comenzar una campaña frenética que cambiará el presente y el futuro de Brasil.
Comentarios
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