Dominio público

La 'cutrecorrupción' española y el Vega Sicilia de Feijóo

Ana Pardo de Vera

El rey emérito Juan Carlos I (i) y el presidente nacional del PP, Alberto Núñez Feijóo, en una foto de archivo.- EFE
El rey emérito Juan Carlos I y el presidente nacional del PP, Alberto Núñez Feijóo, en una foto de archivo.- EFE

¿Cuánto hace que este diario, Público, destapó la trama de corrupción del Ministerio del Interior del Gobierno de Mariano Rajoy, dirigido por Jorge Fernández Díaz? Siete años, a falta de tres meses y 19 días. No sé si lo recuerdan; yo sí, les cuento brevemente: en 2014, el ministro Fernández se reunía en su despacho con el jefe de la Oficina Antifrau de Catalunya, Daniel de Alfonso Laso, para organizar la operación Cataluña, una trama de corrupción política, institucional y mediática que trataría de acabar con los líderes independentistas de esta comunidad mediante la creación y difusión de informaciones falsas. Una auténtica mafia institucional.

Público accedió a las grabaciones de ese encuentro, junto a muchos documentos más ("El presidente lo sabe"), y ahí explotó todo: lo de Catalunya, la operación idéntica contra Podemos o la Kitchen, destinada a frenar a Luis Bárcenas y su colaboración con la justicia para destapar la corrupción del PP, la de las mordidas de empresarios, la de los sobresueldos de sus dirigentes, la de los paraísos fiscales, la de los papeles del todopoderoso tesorero recogiendo cada euro recibido y entregado ... Todo esto enmarañado con la Gürtel, el "amiguito del alma", el bolso de Rita Barberá, los trajes de Francisco Camps, el Jaguar de Jesús Sepúlveda que Ana Mato no vio en el garaje de su marido, que era el suyo y que era de Sepúlveda, que, además, era ese marido; el "volquete de putas" o las "putas rubias" sin más, etc., etc., etc.

Y ahora, Alberto Núñez Feijóo, el delfín eterno de M. Rajoy; el amigo de Marcial Dorado, narcotraficante gallego, y el que recibía puntualmente el Vega Sicilia del reputado empresario ídem imputado por corrupción, dice que la corrupción del caso Mediador es "cutre". Y no le falta razón -yo diría, también, vomitiva-, pero hay que tener las espaldas muy anchas para olvidarse de lo propio cuando se habla de corrupción política, empresarial e institucional, ya que hay un general de la Guardia Civil implicado que, según el mediador que ha destapado la trama que lleva su nombre, pedía churumbeles para tener sexo al tiempo que se ocupaba de operaciones relevantes en el Sahel que, a la Comisión Europea al menos, no le parecían del todo correctas ya en 2018.

Desconozco si al presidente del Partido Popular le parece "cutre" la trama Mediador porque no había Vega Sicilia o porque había prostitutas y fotos de un diputado del PSOE desnudo de cintura para arriba (como él en la lancha de Dorado y con crema encima). De momento, la diferencia entre esta causa de corrupción y las que he mencionado del PP ha sido la expulsión fulminante del protagonista, Juan Bernardo Fuentes Curbelo, tito Berni, y su sobrino, un director general del Ejecutivo canario. ¿Nos parece suficiente? En absoluto, pero vuelvo al principio recordándoles la fecha (junio de 2016) en que publicamos la exclusiva de los audios de Fernández Díaz en Interior conspirando ilegalmente para matar políticamente a una oposición legítima que no querían en ningún gobierno. ¿Quién dimitió por esto? Nadie.


Es normal que los partidos, en pleno año electoral, aprovechen los casos de corrupción del adversario para hincarle el diente y no soltarlo hasta las elecciones. Es normal, y es lo recomendable y lo que debemos exigirles, que lo denuncien, además, con toda la rotundidad que merece, insistiendo en la depuración de las responsabilidades políticas antes de que las penales las decidan los tribunales. También es normal, desgraciadamente, que nos tomen por imbéciles señalando la paja en el ojo ajeno cuando la viga incrustado en el suyo les taladra el cerebro; este martes mismo, El País publicaba las conversaciones entre el secretario de Estado de Seguridad, número dos de Interior, y el ídem de la Policía Nacional, arreglando sus turbios asuntos sobre la matanza del adversario político.

España tiene un problema estructural con la corrupción política, empresarial e institucional y los gobiernos sucesivos que han sido (PSOE y PP) no se han tomado en serio su erradicación, empezando por la de quien fue jefe de Estado durante cuatro décadas y rey (también de la corrupción). ¿Le parece "cutre" a Feijóo todo lo de Juan Carlos I o como lleva corona, ya tal?

Hace un mes nada más supimos que en 2022, España había vuelto a caer un puesto en el índice de países corruptos de Transparencia Internacional, hasta los niveles de Botsuana (¿les suena?) y Cabo Verde: estamos en el puesto 35 de los 180 países, pero somos "una democracia plena".  ¿Qué significa eso? Que no avanzamos en la lucha contra la corrupción, como el control independiente de lobbies o la transparencia institucional, incluida la absoluta de la Casa Real. ¿Qué es eso de que los empresarios y grupos de presión anden por el Congreso de todos y todas como quien pasea por la Gran Vía de Madrid y no conozcamos esos registros de entradas y salidas, solo los que interesa a los partidos a título de campaña, como los sectores antiabortistas que ven a PP y Vox?


Estamos en año electoral, muy intenso, muy crispado, muy intoxicado y muy desinformado, ¿pero ustedes han oído hablar a los partidos de la parte anticorrupción de sus programas electorales más allá del "Y tú, más"? Yo tampoco.

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