Verano de 2022. La multinacional Media For Europe de Silvio Berlusconi adquiere 85,26 millones de acciones de Mediaset España y se hace con el 82,92% del tinglado. En el horizonte de sus sueños más impúdicos, el magnate italiano vislumbra una fantasía: engullir la filial española para integrarla a un emporio multimedia europeo que ha asentado su domicilio social en Holanda pero que opera desde unas oficinas de Milán. Una vez que Telecinco y Cuatro se hayan convertido en dos obedientes peones de Berlusconi, Media For Europe podrá seguir saciando su hambre de expansión a costa de otros grupos de prensa.
Mientras los despachos bullen entre chequeras y maletines, Italia se encamina hacia unas elecciones generales. La última legislatura ha sido tan infeliz y accidentada que en el aire se respira un cierto hastío y una vaga promesa de cambio. Hubo un tiempo en que la Lega lideró todas las encuestas y el propio Matteo Salvini llegó a verse como presidente del Consejo de Ministros. La pandemia, la guerra de Ucrania y las denuncias de corrupción entorpecieron sus anhelos. De pronto, empezó a cobrar popularidad una muchacha de inspiración neofascista que ya había trabajado para Berlusconi como ministra de Juventud. El plan B de la derecha se llama Giorgia Meloni.
Otoño de 2022. La coalizione di centrodestra se ha impuesto en los comicios y el triunvirato de Salvini, Berlusconi y Meloni va a recibir el encargo de formar un nuevo Ejecutivo. Meloni será presidenta. Salvini, vicepresidente. Durante la noche electoral, Berlusconi se dirige a sus parroquianos en tono de chanza: "Matteo no ha trabajado nunca, así que yo haré de director del Gobierno". Los tentáculos italianos siguen sondeando el mercado español. Resulta que el grupo Prisa está endeudado hasta las cejas y Berlusconi ha ofertado una ampliación de capital para hacerse con una tajada de El País y de la SER. Según El Confidencial, Pedro Sánchez lo ha frenado en seco.
Al tiempo que pondera la posibilidad de penetrar en Prisa, la familia Berlusconi mueve sus piezas en el tablero de Mediaset España. Paolo Vasile, capo histórico del gremio audiovisual, cede el timón a un equipo más joven, más dinámico, adiestrado para la audaz tarea que le ha sido asignada: dilatar las fronteras de la empresa a cualquier precio y llevarse por delante a todo aquel que se atreva a cerrarle el paso por muy presidente de España que sea. Borja Prado, que tiene diez años de experiencia al frente de Endesa, es uno de los elegidos para encabezar tamaña faena. Por lo pronto, se aproxima un año de intensas lides electorales y Mediaset España debe dar la batalla.
Invierno de 2022 y 2023. Vasile ha entregado su báculo a Alessandro Salem y Massimo Musolino. Prado, por su parte, intervendrá en la línea editorial de los contenidos informativos que emitan Telecinco y Cuatro. Es cierto que el telediario de Pedro Piqueras ha caído en los cómputos de audiencia y tal vez necesite una reanimación cardiopulmonar. Pero la información no es patrimonio exclusivo de los telediarios. Por detrás, entre bambalinas, van filtrándose jirones de futuro: Media For Europe de Silvio Berlusconi no se conforma con porcentajes de Mediaset España. Lo va a tomar todo.
La política española, entretanto, se sumerge de lleno en el burbujeo electoral. Hay encuestas que dibujan un paisaje reñidísimo donde el bloque conservador, encabezado por Feijóo y dopado con la anfetamina ultra de Vox, se queda a un tris de pisar la alfombra de la Moncloa. En Génova suspiran por un milagro y cruzan los dedos para que un empujoncito de última hora termine por decantar la balanza. Ojalá las televisiones, piensan las gaviotas, nos echen un cable con alguna astucia comunicativa y contribuyan a derrocar al presidente. Bastaría, quizá, cuartear el espacio electoral de Unidas Podemos para que el Gobierno de coalición pasara por fin a ser una remota pesadilla.
Primavera de 2023. Borja Prado, gavilán de linaje empresarial, es consciente de que la política de verdad, la que pincha y corta, no se hace desde los escaños de los parlamentos sino desde el ángulo ciego de los despachos privados, bien sea en el edificio de una compañía eléctrica o en la sede de una cadena de televisión. Tanto monta, monta tanto. El orden de los factores no altera los beneficios. ¿Por qué un hombre de negocios como Berlusconi se ha inclinado siempre por apoderarse de empresas comunicativas? Porque sabe que no es posible sostener el poder político sin hacerse con el poder mediático. Y viceversa.
Un día los rumores se consolidan y El Mundo anuncia que Telecinco prescindirá de Sálvame tras catorce años en antena. "Mediaset pone fin a la telebasura", dice el diario de Joaquín Manso. Acto seguido, adjunta una desalentadora apostilla: "Será Ana Rosa Quintana quien ocupe las sobremesas de Telecinco". Allá por 2020, Jorge Javier Vázquez recogió la ira del espectro reaccionario después de haber defendido a Pablo Iglesias frente a un invitado. "Este programa es de rojos y maricones", le espetó entre aspavientos de indignación. Es difícil definir el sesgo ideológico de un show como Sálvame, pero cuesta poco ubicar a Ana Rosa como brazo televisivo de la ciénaga derechista.
Frente al barullo de Jorge Javier, la nueva tribuna de Ana Rosa se presenta como una combinación de "información y entretenimiento". Existe un anglicismo, infotainment, para definir este género híbrido en el que las noticias se dispensan en forma de ruidoso espectáculo. Es la ideología en su forma más pura porque aparece desprovista de la seriedad notarial que ofrecen los servicios informativos. Pero sigue siendo información. Tanto que Borja Prado debería tener mano directa en la línea editorial del programa. La cuenta atrás electoral apremia y hay que ponerse manos a la obra. No para informar sobre la realidad sino para crear una realidad que aún no existe.
La productora de Ana Rosa, que ya ha recibido 11,5 millones de Ayuso, se frota sus pluriempleadas manos y se lleva la punta del dedo a la lengua para contar mejor los billetes. Feijóo y Abascal dan brincos de alegría pues no se ha visto en los platós de Telecinco una presentadora más servicial con los amos y más hostil hacia los maléficos enemigos de España. Y en la tesorería de Media For Europe, el clan Berlusconi espera a las elecciones españolas para hacer el cierre de caja. Con un poco de suerte, Sánchez y Prisa se desnucarán al unísono y no habrá mejor ocasión ni más barata para comprar un buen fardo de acciones. La Operación Ana Rosa es cara pero parece rentable.
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