El debate sobre el papel de los sindicatos en la sociedad ha estado marcado por un discurso no siempre académico y lleno de sesgo político-ideológico conservador y neoliberal que han tratado de demonizar las asociaciones de defensa de las personas trabajadoras llamando la atención para los supuestos efectos negativos de la acción colectiva sobre el crecimiento económico, la competitividad, el empleo y la inflación. Sin embargo, en las ciencias sociales existe un cierto consenso, neokeynesiano, sobre la importancia de los sindicatos en cuanto institución promotora del desarrollo económico, de la justicia social y del reparto justo de la riqueza. Ende de impulsar, a través de esa vía, el consumo y el crecimiento económico. En la literatura económica abundan evidencias empíricas que muestran que los sindicatos eligen el empleo y son consecuentes con los ciclos económicos.

Alfred Marshall, uno de los fundadores de la economía moderna, ya destacaba a finales del siglo XIX el papel positivo desempeñado por los sindicatos. Resaltaba no sólo la importancia para el incremento salarial, sino también para mejorar la condición de vida y de empleo de las personas, lo que, por ende, también significaba el mejor bienestar de la sociedad. Recientemente Piketty y Saez mostraron que los sindicatos contribuyen a una mejor distribución de la renta nacional.

Las centrales sindicales hemos sido fundamentales para defender a las personas trabajadoras en las economías capitalistas desde la Revolución Industrial. Sin embargo, a partir de 1980, cuando la revolución neoliberal ha demonizado y tratado de eliminar a los legítimos representantes de las personas trabajadoras de la vida social de los países desarrollados, numerosos estudios teóricos y empíricos han tratado de indagar sobre los efectos de los sindicatos en las economías nacionales. Después de más 40 años de investigación académica se concluye que la acción sindical efectuada es fundamental no sólo para el bienestar de los trabajadores, sino también para la sociedad como un todo, distribuyendo la renta, reduciendo la discriminación por razón de género en el trabajo, beneficiando la justicia social y, dentro de la empresa, favoreciendo la introducción y el uso de nuevas tecnologías, la productividad del trabajo, la competitividad de las empresas y el reparto equitativo de los beneficios empresariales.

Las empresas sindicalizadas generalmente presentan una mejor situación que aquellas sin sindicatos ni negociación colectiva. Por lo tanto, son compañías más competitivas y rentables frente a las que se encuentran sin representación sindical. Esta mejor posición empresarial se deriva de las mejores condiciones laborales propiciadas por la negociación colectiva, con trabajos más estables, exigencias de formación, y una mejor gestión en respuesta a las exigencias de la acción colectiva para un reparto justo de la riqueza generada a través de unos mejores salarios. En España hay buena prueba de ello en el pujante sector del automóvil, con índices de afiliación que alcanzan a la casi totalidad de las plantillas.

Por otro lado, los estudios también muestran que la actividad sindical está asociada con una menor rotación de empleados, una mayor calidad y bienestar del empleo y con un mayor compromiso de los trabajadores con la empresa. Dado que la reducción de la rotación reduce los costes laborales, aumenta los incentivos de los trabajadores por formación y a las empresas en el desarrollo y en la introducción de nuevas tecnologías.

La responsabilidad política y social que asumimos los sindicatos, como se observa en la realidad española, en estos momentos de crisis sucesivas y elevada incertidumbre, se pone de manifiesto en sus demandas sociales (salario mínimo, formación, pensiones, Seguridad Social, salud y seguridad en el empleo, reparto equitativo de la riqueza etc. ) y una reforma laboral que privilegia los intereses de las personas trabajadoras, garantizándoles mayor calidad y estabilidad en el empleo, y favoreciendo, al mismo tiempo, productividad del trabajo y la solidez de las empresas y la cohesión social.

Es en ese contexto que se debe interpretar el V Acuerdo para el Empleo y la Negociación colectiva (AENC), un acuerdo a largo plazo, que garantiza la recuperación de los salarios para mejorar el consumo de las familias y con ello relanzar nuestra economía. El pacto persigue la creación de empleo de calidad y con derechos modernizando las relaciones laborales de nuestro país. Se negocia no solo las actualizaciones salariales, sino también formación, igualdad, diversidad, LGTBI, empleo y contratación, seguridad y salud y el uso de las nuevas tecnologías al incluir en el acuerdo cláusulas relacionadas con la Inteligencia Artificial, el uso de los algoritmos en la organización y ordenación del trabajo, la transición ecológica y verde, o la recualificación necesaria para que los trabajadores y trabajadoras se adapten a las nuevas exigencias sociolaborales para el futuro del empleo. Se puede decir que este nuevo AENC se enmarca en un modelo de negociación eficiente, cuyo resultado es la búsqueda de la cohesión social situando el trabajo en el centro de la economía. Se trata de un Acuerdo por el Empleo y la Negociación Colectiva de futuro para el futuro de las relaciones laborales en España.