Dominio público

Ante las nuevas elecciones

Ángel Viñas

Economista e historiador especializado en la Guerra Civil y el franquismo. Su último libro es 'Oro, guerra, diplomacia. La República española en los tiempos de Stalin.

Ante las nuevas elecciones
Pedro Sánchez saludaba a Yolanda Díaz durante la clausura del acto de presentación del PERTE de Economía Social y de los Cuidados, el viernes en Madrid.
FERNANDO ALVARADO (EFE)

Llevo más de treinta años en Bruselas. Los últimos diez dedicado exclusivamente a la investigación en historia. Es algo más seguro que estudiar la actualidad. Con todo, sigo a distancia la evolución española y europea y me han sorprendido los resultados de las recientes elecciones. Menos me ha sorprendido la decisión del presidente del gobierno de adelantar las generales.

He leído, por encima, muchas de las reflexiones que al efecto se han publicado en la prensa española y extranjera en más de una quincena de medios en versión digital. Con todos los respetos habidos y por haber a periodistas, comentaristas, expertos, políticos, expolíticos y politólogos la citada decisión me parece audaz y brillante. En cuanto a su posible efecto primero abordaré el plano exterior. Luego, en la medida de mis posibilidades, algo de la faceta interior.

Se ha dicho que el gobierno de Bélgica había insinuado su disponibilidad a asumir los deberes y obligaciones de la próxima presidencia de la Unión Europea. Comienza el 1º de julio. No sé si es cierto o no. Si fuera lo primero, creo que se trataría de un ofrecimiento con las mejores intenciones del mundo y que hay que agradecer. También creo que mostraría un desconocimiento, menos explicable, de las claves de la evolución política exterior e interior españolas.

En primer lugar, porque infravalora el esfuerzo y las inversiones realizadas hasta el momento de cara a la asunción de tales deberes y responsabilidades.  Como, por cierto, hace todo Estado miembro de la UE que se precie y, desde luego, Bélgica. En segundo lugar, porque olvida la experiencia pasada y, más prosaicamente, los efectos sustantivos de la interacción entre tres presidencias sucesivas: la anterior, la de dentro de un mes y la posterior. Interacción perfectamente protocolizada.

En estos momentos los papers, posturas y análisis sobre todos los expedientes que tratará la presidencia española en el marco de la UE están o estarán ultimados, a reserva de los últimos acontecimientos. Los funcionarios en Madrid y en la REPER, debidamente reforzada, los conocen al dedillo. No se me alcanza a percibir, desde el punto de vista operativo, que la presidencia española tal y como se ha concebido pueda ser un fracaso.  Lo que han dicho algunos empresarios es, con todo respeto, inexacto.

De cara a las elecciones existen, naturalmente, dos posibilidades. La primera, que no cambie el signo político e ideológico del gobierno. No merece ningún comentario, salvo que algunos ministros no continúen pero los nuevos en sus carteras cabe imaginar que se fiarán de sus funcionarios, de sus colegas y del presidente. La segunda posibilidad es que sí varíe dicho signo. En este caso el PP y VOX (supongo que tal sería su composición según anuncian ya los entendidos) tendría que hacer de la necesidad virtud, seguir los itinerarios trazados o, durante muy pocos meses, afirmar que en el futuro España hará otras cosas. De boquilla, porque apenas si dispondrán de tiempo para perfilarlas (salvo en ciertos aspectos de política interior) y tendrían que explicar razones válidas a la siguiente presidencia y a los demás socios europeos. No en último término también a la Comisión.

Todos los protagonistas del club que es la UE, no es necesario decirlo, están acostumbrados a lidiar con gobiernos "insólitos", como por ejemplo el húngaro, el polaco y, a veces, otros. Sin olvidar que a cualquier presidencia se la mide por sus éxitos. También por sus fracasos.  No sería muy conveniente, creo, para los intereses permanentes españoles que al gobierno de la segunda posibilidad se le asimilara con alguno de los que están en la diana inter pares. Tal vez el Señor Feijóo y su equipo quieran innovar, pero de seguir el camino del Señor Aznar generaría algún coste, sin que por ello la construcción europea se resquebrajara. ¿Y qué del Parlamento Europeo? La composición de la representación española está determinada y no variará hasta las elecciones del año que viene. Lo que pase en España no afectará de manera determinante a su dinámica en el resto de la presidencia española y, probablemente, tampoco en lo que queda de legislatura.  Después, los ciudadanos proveerán de nuevo de cara a la próxima legislatura tras la experiencia que hayan recogido en los meses precedentes. (Anticipo un griterío ensordecedor de la mayoritaria prensa de derechas ensalzando todo lo posible a los nuevos mandatarios).

Despejada la vertiente exterior, vayamos a la interior. Si la coalición actual de gobierno continúa (u otra alternativa liderada, como es de esperar, por el PSOE) no habrá ningún peligro. Pienso que se rectificará y profundizará en la agenda social, en la cual la experiencia de los gobiernos del Señor Rajoy deja bastante que desear.

Ahora bien, un posible cambio lo decidirá el siempre sano pueblo español. Así que puede ocurrir que gobierno del PP y VOX, inmarcesible heredero de un Imperio como el que forjaron hace siglos los antepasados del glorioso pueblo español, decida reanudar con aquella etapa gloriosa en el surco de lo que su prensa adicta ha propagado a los cuatro puntos cardinales: ESPAÑA, ESPAÑA, ESPAÑA. De políticas sociales innovadoras, poco. Los esquemas trumpianos y paratrumpianos tendrían curso libre.

En política exterior aparecería una nueva retórica, en particular de cara a ciertos países de América Latina, acomodándose a las influencias que pudieran llegar de Estados Unidos, sobre todo si cambia el signo del próximo inquilino de la Casa Blanca.  Habría que atenerse a las consecuencias, que me temo no serán desfavorables para una renovada Cruzada contra comunistas, socialistas, masones, librepensadores, LGTBI y demás "ralea".   Muchos, desde luego, pagarán los platos rotos y me atrevo a asegurar que no serán quienes habitan en los barrios nobles de los alrededores de Madrid.

¿Es la evolución indicada en el apartado anterior inexorable e inevitable? Algunos podrían pensar que sí. Y acudir en sus argumentaciones a sesudos análisis sociológicos, politológicos e históricos o a los numerosos comentaristas (no en último término de la cuerda ayusiana). Todos se han ganado su pasta gansa, fama y efectividad denunciando los desmanes de la actual coalición de gobierno (siempre apostillado por VOX como "social-comunista") que ha llevado a la gloriosa España poco menos que a la ruina.

Servidor, que no es ni sociólogo, ni politólogo, ni comentarista de la actualidad y sí un simple historiador que suele acudir a los documentos y a los archivos para entender el pasado -no el presente-  se remite a la experiencia española.

1. Cuando las fuerzas del progreso (que en 1931 no eran ni monárquicas, ni excesivamente católicas, ni miraban hacia atrás) hicieron causa común precipitaron el advenimiento de la República (aprovecho para recomendar la lectura del reciente libro del profesor Francisco Sánchez Pérez que he prologado). Si el PP quiere patrocinar otra obra con mejores argumentos y papeles, ha tenido tiempo suficiente para hacerlo. Los resultados hasta ahora no me parecen impresionantes.

2. Cuando las fuerzas del progreso se dividieron en 1933 el resultado fue abrir la puerta a la derecha, que no era toda igual por supuesto, pero sí lo suficientemente homogénea como para nutrir en su seno y amparar en ciertos sectores perfectamente definidos la conspiración política, ideológica y militar que preparó la sublevación del 18 de julio.

3. Cuando los socialistas, sí, los socialistas abdicaron (por razones perfectamente estudiadas, entre otros por el añorado Julio Aróstegui) de convertirse en corresponsables de las políticas que puso en práctica el mal llamado "Frente Popular" en la primavera de 1936 y que era simplemente de Acción Republicana, Esquerra Republicana y Unión Republicana no pudo, no quiso o no supo hacer frente a lo que se tramaba. A pesar de no carecer de información al respecto, salvo sobre el vector fascista italiano.

4. Finalmente, cuando en la guerra misma sectores anarquistas, poumistas y otros de parecido signo no se mostraron en la adversidad creciente solidarios del gobierno del, entonces sí, Frente Popular para salvar a los salvables. ¿qué pasó? No solo fue derrotada la República, sino que se abrió la puerta de par en par a la inagotable y duradera represión que se abatió sobre los vencidos. Hoy a muchos, en la misma España, esto les suena a chino.

Personalmente no sé hasta qué punto sirve la historia. Ciertamente podría ser para evitar que los ciudadanos repitan el tipo de errores en que, mutatis mutandis, incurrieron sus antepasados. De aquí mi preferencia, que cualquier lector tiene derecho a impugnar, por el viejo refrán de que la unión hace la fuerza. Si los partidos y ciudadanos de centro izquierda, izquierda y más a la izquierda no votan para formar un frente común es altamente verosímil que la asociación PP-VOX nos depare la posibilidad de vivir cuatro años más como bajo los gobiernos de los nunca suficientemente ensalzados Sres. Aznar y Rajoy. O en peor. ¡Adiós conquistas sociales, adiós!

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