Dominio público

¿Cómo explicar lo ocurrido en Rusia durante los últimos días?

Ruth Ferrero-Turrión

Profesora de Ciencia Política y Estudios Europeos en la UCM

¿Cómo explicar lo ocurrido en Rusia durante los últimos días?
Un hombre sostiene la bandera nacional rusa frente a un vehículo militar del grupo Wagner con el cartel que dice "Rostov" en Rostov-on-Don a última hora del 24 de junio de 2023.- AFP

Durante 48 horas, una vez más, durante el último año y medio, el mundo volvió a contener la respiración. A la invasión de febrero de 2022, a los frentes abiertos en Ucrania, o a la permanente amenaza nuclear en Ucrania, se sumaba ahora la potencialidad de un conflicto civil en Rusia. Desde las cancillerías de todo el mundo se observaban con inquietud y asombro cómo se desarrollaban los acontecimientos en la estepa rusa por la que avanzaban sin dificultad las tropas de los mercenarios de Wagner. En un relativo periodo de tiempo todos vimos cómo Prigozhin se plantaba a 200 kilómetros de Moscú sin ninguna dificultad al tiempo que las autoridades rusas cavaban zanjas alrededor de la capital.

Pero más allá de la épica a la que podría apelarse es importante no establecer comparaciones que escapan de matices y que juegan con la percepción de la opinión pública. De hecho, y empezando por Putin, parece tremendo que el líder ruso llegue a comparar al mismísimo Lenin con Prigozhin cuando en su discurso establece la comparación con 1917 y apela a la necesidad de permanecer unidos para no perder en la guerra como entonces. Otras comparaciones apresuradas incluso llegaron a comparar el avance de los Wagner con el golpe de 1991, cuando entonces fue el núcleo duro del PCUS el que gestó el fracasado putch contra Gorbachov.

Los golpes de Estado necesariamente requieren del concurso de una parte de las élites. En esta ocasión, Prigozhin no contó, aparentemente, con la colaboración de nadie, ni del Ejército ni de la clase política. Y quizás la explicación está en que sencillamente no se trataba de un golpe de Estado, no había intencionalidad de acabar con el liderazgo de Putin. El objetivo era la cúpula del Ministerio de Defensa, el Ministro Soighu y el Jefe del Estado Mayor, Valeri Guerasimov, en una escalada de la pugna que se viene arrastrando desde hace ya meses entre ellos. Dos facciones enfrentadas, de un lado el ejército ruso y su cadena de mando, del otro los cuerpos autónomos de los Wagner y los chechenos de Kadirov, que apostaban por una mayor agresividad en el frente de batalla.

Así que lo que se ha visto estos días responde a una reacción a la orden dada por parte de Ministerio de Defensa de integrar desde el 1 de julio de este año a los mercenarios Wagner dentro de las estructuras militares rusas dependientes de Soighu y Guerasimov, los mortales enemigos de Prigozhin. Con esta maniobra se pretendía decantar el favor de Putin hacia los Wagner, una suposición que resultó ser un tremendo error de cálculo por parte de Prigozhin, que como niño malcriado con armas, optó por la fuerza bruta en lugar de por las conspiraciones palaciegas típicas del Kremlin.

En términos prácticos, la aventura de Prigozhin estaba condenada al fracaso desde el primer momento. El avance rápido de las primeras horas sólo se explica por lo inesperado de la acción, los servicios de inteligencia rusos de nuevo volvieron a tener un mal día, y porque ni en Rostov del Don ni Voronezh había posibilidad de resistencia militar y, por el contrario, los Wagner son vistos entre la población local como verdaderos héroes. Sólo el hecho de que Prigozhin se diera cuenta de que había excedido sus propios límites, probablemente aconsejado por Anton Vaino, Jefe de Gabinete de la Oficina Ejecutiva Presidencial, y por Nikolai Patrushev, Secretario del Consejo de Seguridad, que han actuado en las comunicaciones entre Putin y Prigozhin durante esta crisis. No, no fue Lukashenko el mediador, simplemente sirvió como parapeto a la decisión adoptada. Pero esto es otra historia.

Las teorías mayoritarias plantean que lo que ha quedado en evidencia ha sido la debilidad de Putin para lidiar con una crisis interna. La respuesta desde el Kremlin puede ser leída en términos de debilidad del régimen, puesto que no ha puesto, de momento, la cabeza del traidor en la picota. La ausencia de una respuesta contundente corre el riesgo de ser leída por el resto de sus subordinados como debilidad del líder.

Por otro lado, a nadie se le escapa la extremada dependencia de la Federación Rusa de los mercenarios Wagner en la guerra en Ucrania. Ellos han sido la fuerza de élite que mejor desempeño y resultado ha devuelto al Kremlin. Tras la demostración del amateurismo del ejército ruso durante los primeros compases de la invasión, la actuación de los asesinos a sueldo de Wagner es la que, por el momento, le está permitiendo salvar los muebles a Putin. Pero es que, además, la progresiva externalización de la seguridad y la diplomacia en Rusia tiene como consecuencia directa la generación de unas redes de interdependencias entre el Kremlin y Wagner difíciles de romper. Es imprescindible recordar que Wagner ha sido el brazo informal de la expansión y presencia rusa en África y, en menor medida, en América Latina, no sólo en términos de seguridad y defensa, también en el ámbito de los negocios o de la diplomacia juega un papel esencial.  Así, la generosidad con la que Prigozhin ha sido tratado  también podría responder a una cesión por obligación, puesto que Putin es consciente de que aún necesita a Wagner para conservar el poder y la influencia.

En definitiva, las estrategias que ha utilizado hasta el momento Putin para tener controlado a su círculo de confianza han saltado por los aires. Hasta ahora el líder ruso siempre ha actuado como árbitro en los conflictos de su círculo de interés y esto le daba no sólo poder, sino también auctoritas. En esta ocasión su mediación no ha funcionado y una de las facciones ha intentado hacer la guerra por su cuenta incluso llegando a presionarle militarmente.

A partir de aquí se abren dos posibles escenarios. El primero, si no hay una reacción rápida por parte del Kremlin para recuperar la imagen de fuerza, podría ser que otros intentaran con mayor fortuna controlar los resortes del poder y eventualmente acentuar el proceso de feudalización que se observa desde hace meses en los círculos de poder. El segundo, el cierre aún mayor del régimen a través de purgas internas y reestructuración de la cúpula militar rusa. En los dos casos, estamos ante la propia supervivencia del régimen y del propio Putin que ahora sí de manera determinante ha ligado su destino a lo que suceda en el frente de batalla.

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