Dominio público

El arco dramático de Nacho Cano

Nagua Alba

Psicóloga. Exdiputada en el Congreso

El arco dramático de Nacho Cano
El músico, productor, y director de escena, Nacho Cano, interviene durante el pase gráfico de ‘Malinche’, en el recinto ferial de la Feria de Madrid, IFEMA Madrid, a 13 de septiembre de 2023, en Madrid (España). ‘Malinche’.- Juan Barbosa / Europa Press

Seguro que todo el mundo ha oído hablar del concepto de arco o curva de personaje que, tanto en la literatura como en el cine, hace referencia a la evolución de un personaje a partir de sus experiencias a lo largo del relato. Un buen arco nos garantizará que nuestras heroínas y héroes sean complejos y profundos, porque no hay mayor garantía de fracaso de una obra de ficción que un o una protagonista plana. El reto de la construcción de una buena curva es que ésta sea verosímil y coherente. Quien lee una novela o ve una película debe poder creerse con facilidad las transformaciones de sus protagonistas, y además, sentir la satisfacción de una evolución "a mejor": el obsesivo y egoísta señor Udall de Mejor imposible aprende a empatizar y ser generoso; Arya Stark crece y se vuelve luchadora, dura e independiente; María renuncia a su objetivo de ser monja en Sonrisas y Lágrimas para entregarse al amor y Rose toma las riendas de su vida tras el hundimiento del Titanic.

Todos ellos buenos ejemplos de arco dramático. Pero también los hay malos, de esos que nos enseñan qué se debe hacer si quieres que tu protagonista sea mínimamente creíble. El más reciente en esta categoría es Nacho Cano (sí, desgraciadamente este señor es real, pero permítaseme la licencia estilística). El arco de personaje de Nacho Cano es un absoluto desastre, no por incoherente (reconozcamos que se veía venir) sino por delirante y poco verosímil, y sobre todo, porque no refleja una evolución, su biografía es más bien una historia de involución, y lo suyo, más que un curva, sería una maraña. Es un personaje francamente rupturista, eso sí, solo digno de una comedia absurda de cine experimental.

Quien haya leído su última entrevista en el diario El Mundo lo habrá comprobado (si no lo has hecho, estás a tiempo de ahorrártelo). En ella, el artista hace un ejercicio insuperable de hombreoccidentalsplaining para exponer que la población indígena de América debería estar agradecida a los conquistadores [genocidas] españoles dado que "los indígenas eran asesinados o esclavizados, y con el cristianismo se produjo una tercera vía, que era el mestizaje y la integración gracias al bautismo" para después apuntar que su musical, Malinche, "está narrando en positivo la historia de América y sus raíces" y por eso quiere llevarla a México, para explicar allí que antes de que llegaran Colón y compañía a violar, asesinar, expoliar y esclavizar, ellos y ellas no eran nadie. [Nacho, si me estás leyendo, un consejo: no cruces el Atlántico. Irse a México a insultar a sus habitantes a la cara puede parecer un plan sin fisuras, pero de verdad, no va a salir bien.] Termina con una diatriba en la que consigue establecer una conexión (¡en solo 115 caracteres!) entre Hitler, el Iphone y el "descubrimiento" de América. Más que meritorio.

Pero por si esto no fuera suficiente (y créeme que lo era) el cantante y ahora empresario de éxito decide no quedarse ahí, y en un acto extremo de generosidad nos regala sus rigurosas reflexiones sobre el contexto social y político actual (un buen ejemplo de lo contrario al síndrome de la impostora). Nacho tiene mucho que decir sobre feminismo: para él, en vez de celebrar el Mundial de Fútbol, "nos hemos quedado atascados en bucle en un beso", como si a alguien le importara que a las mujeres nos besen y metan mano sin permiso de forma sistemática  en todo contexto. También sabe de municipalismo y de la cuestión territorial: en Barcelona no se puede hablar de la "expansión del castellano en el mundo" porque no sería "bien recibido", aunque él tiene un elenco 30% catalán eh, como quien menta a su amiga negra o su primo gay antes de decir una burrada.

He sido criada por una escritora y guionista, a la que durante décadas he visto dar clases. De niña, pasé muchas tardes en sus talleres de guion y fui testigo de cómo, en ocasiones, durante el proceso creativo pueden nacer protagonistas simplones, estereotipados, poco creíbles o directamente desastrosos. Es normal y necesario. Cuando eso ocurría, mi madre orientaba a su alumnado sobre cómo trabajarlos más. Gran parte del desarrollo de una obra pasa por el ensayo error hasta dar en el clavo, y eso lleva tiempo. Quizá, lo que ha sucedido, es que quien diseñó a Nacho Cano estaba apurado con los plazos de entrega o no tenía una buena profesora y se conformó con la primera versión. Lástima que ahora el conjunto de la humanidad tenga que sufrir las consecuencias de semejante chapuza.

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