Dominio público

País en miniatura

Gabriela Wiener

Frente a mi ventana, en un barrio periférico de Coimbra, se extiende Portugal dos pequenitos, una especie de país en miniatura. Yo no lo sabía, tantos años de querer veranear en el Algarve y verlos haciendo el socialismo te nublan la razón, pero hasta a los portugueses les gusta celebrar sus nostalgias imperiales, aunque sean pequeñitas, con monumentos coloniales sin contexto como éste de Coimbra. A la izquierda el territorio de Mozambique, más allá Timor y Macao, al centro, no podía faltar, un edificio que emula una capilla de las misiones portuguesas, esas tan bueninas. Al lado, Guinea-Bissau, Angola, Santo Tomé y Príncipe, Cabo Verde y, por supuesto Brasil, rodeados de esculturas estilo conguitos y coronado por un gran mapa donde puede leerse el lema: "Si más mundo hubiera, llegaríamos". Mamita, qué miedo.

Todo esto en la ciudad de una de las universidades más antiguas de Europa y frecuentado cada día por cientos de niñes expuestos al lavado cerebral acerca del colonialismo como los niños españoles que pasan delante de la estatua de Colón de Madrid o escuchan vivas a Franco por la calle Ferraz. Nadie les explica a los niños y niñas que la migración de África a Europa tiene directamente que ver con la violencia que esconden esos decorados pintorescos. Si más mundo hubiera...

Qué ganas de volver a España, con sus manis fachas, sus ayusers, sus muñecas hinchables y los rosarios que quieren meter en nuestros ovarios. Mientras tanto estoy en Portugal, que no es España pero tampoco es perfecto. Se acaba de caer aquí el gobierno, aunque ellos sí dimiten y amnistían sin tanto frenesí. Así que Portugal, pese a su colonialismo liliputiense y su socialismo golpeado, me vale como observatorio político, como país a escala. De alguna manera, preventiva o acojonada, le voy haciendo pruebas de compatibilidad al mellizo peninsular como si en algún momento fuéramos a necesitar un transplante de médula. No vaya a ser que el lawfare nos pille desarregladas. No les va a quedar más que aceptar otra tanda de sanchismo y gobierno socialista, pero no vamos a librarnos del día de la marmota: seguirán engrasando el dispositivo que les permita tumbarse al gobierno, tumbarse las leyes como la LGTBQi, la constitución y lo que surja. 

Hace no demasiados años Portugal y España fueron aspirantes a europeos wannabes y hermanos de extraperlo. E Israel un pueblo oprimido. Pero la memoria es frágil. Alguien me recuerda que en los 80 los españoles solían venir hasta aquí a comprar toallas porque eran de mejor calidad que las de España. Los portugueses, por su parte, cruzaban del otro lado en busca de la muñeca soñada, Leslie, con todo su ajuar de vanidad. Me imagino a las niñas portuguesas proyectándose en esa muñeca rubia española de cuerpo tieso y sonrisa congelada. Y a los españoles secándose el culo con un buen algodón portugués afelpado. Y todos felices. Hoy no hay mucho que intercambiar, en todos lados la calidad es tirando de regulinchi a mala.

Podríamos estar hablando de toallas o de democracia, de partidos o líderes, de elecciones y promesas, y forzar otra metáfora, pero se intuye. Ya no votamos a favor de alguien, votamos contra Milei, Abascal y gente así. Los gobiernos ya no son una película entera de cuatro años de duración, ahora son series con varias temporadas y episodios cortos, cada uno dirigido por un tipo distinto. Ya no se gobierna, se intenta seguir gobernando.

En fin, que no quería en esta columna venir a filosofar sobre esta democracia de juguete ni a señalar a Portugal sino como siempre a España y a sus peligrosas muñecas Leslies Díaz Ayuso. Más bien Portugal me ha dado una idea. No soy de darme la contra a mí misma pero en este caso se me ha ocurrido que solo hay una manera en la que no me parecería tan mal que hubiera un parque temático de la España pequeñita para todos los exorcismos que nos quedan por delante. Eso sí, prescindiría de las referencias coloniales por lo cansino. Ya está bien, dejen de usarnos para sus decorados nostálgicos y pónganse a hacer su propia maqueta de país. Yo creo que en un parquecito así como el Retiro de Madrid podría funcionar, como una de esas pelotas antiestrés, algo gelatinoso para ir apretando cada vez que Sánchez gana unas elecciones. 

En esta España liliputiense ideal que propongo, Cataluña podría ser del tamaño que quisieran los fachas, con cárceles llenas de independentistas. Y donde gritarle a todo el mundo putas y maricones. En esa España siempre existiría ETA. Sería una maqueta hecha a la medida del sueño de un votante de Vox al que podrían acudir siempre que sintieran que la plurinacionalidad les aprieta y la unidad de España se les escapa para sacarse la polla. Una España a la que incluso podrían irse a vivir, les encerramos con llave y tiramos la llave.

Pronto, eso sí, tendríamos que construir otra España en miniatura, justo al frente, en la calle Ferraz. Allí hablaría cada uno en su lengua y habría las putomejores leyes progresistas. Finalmente, una curiosidad: En las dos Españas hay CIES, en las dos Españas hay vallas, deportaciones, Ley de extranjería, Ley mordaza, en ninguna hay regularización de medio millón de migrantes. En ninguna de las Españas cabemos los migrantes. Nos lo han dejado claro. Hoy ha empezado en España un nuevo viejo gobierno votado por nosotras sin nosotras. Antes de volver de Portugal, voy a comprarme un par de toallas.

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