Dominio público

Nunca digas “Nunca jamás” (capítulo mil)

Ana Pardo de Vera

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y la vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, María Jesús Monetero, durante una sesión de control al Gobierno, en el Congreso de los Diputados. EUROPA PRESS/Jesús Hellín
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y la vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, María Jesús Monetero, durante una sesión de control al Gobierno, en el Congreso de los Diputados. EUROPA PRESS/Jesús Hellín

La delegación del PSOE volvió de Suiza, de reunirse con Puigdemont, hecha unos zorros: las cosas no fueron bien y los reproches dominaron el encuentro, pese a los intentos del partido mayoritario del Gobierno de convencer al líder de Junts de que le interesaba apoyar la senda de déficit del Ejecutivo este jueves en el Congreso y los Presupuestos Generales del Estado (PGE) para 2025, después. En realidad, deberían decir que le interesaba a Catalunya, pero no les voy a engañar a ustedes a estas alturas: en este mundo se resuelven las cosas del poder primero, lo cual no quiere decir que éstas puedan coincidir -y se intente, incluso, hacerlas coincidir- con aspiraciones ciudadanas, y a veces -y aunque los socialistas negocian contrarreloj con un partido de derechas, independentista y catalán-, hasta progresistas.

Decíamos aquí hace menos de un mes que lo de los PGE para el año próximo pintaba mal, además, tras haberse prorrogado ya los de 2023 para 2024, pero que quedaba margen hasta los de 2026 antes de visualizar un adelanto electoral; porque para llegar al récord de los Presupuestos de Cristóbal Montoro (PP), que estuvieron vigentes durante 889 días con sus noches, incluido el primer año de Pedro Sánchez en La Moncloa, se necesitaban tres prórrogas.

Pintan mal los PGE 2025, mantenemos, pero ya en el análisis de fin de agosto, dejábamos un diez por ciento de posibilidades de que, finalmente, Junts diese su apoyo a las cuentas, porque así vivimos hasta el último momento: sin poder vaticinar nada que no sea susceptible de ser lo contrario. Ahí tienen, hace siete días, la votación frustrada de la ley de alquileres de temporada, cuando los de Puigdemont, tras confirmar a Sumar el apoyo por activa y por pasiva, votaron en contra con PP, Vox y UPN, después de hacer ir al presidente del Gobierno a votar a última hora al Parlamento porque no sobraba ni un cuarto de "Sí".

Este martes, el Gobierno anuló por la mañana la votación del jueves, por convicción de fracaso tras las sombrías negociaciones de Suiza. Y este mismo martes, nos anunciaron que se volvía a abrir la negociación PSOE-Junts, que no todo está perdido: desconozco si Sánchez ha hablado con Puigdemont entre una decisión y otra o si reserva esta baza para la traca final; nada es descartable ni se confirma ni se desmiente, pero una vez más, tras los indultos, la reforma del Código Penal, la amnistía, la "financiación singular" lo que sea que signifique, ... los socialistas dormirán con el "Nunca digas ‘Nunca jamás’" tatuado en la almohada.

Los independentistas piden elevar la capacidad de endeudamiento del déficit de Catalunya, tal y como apoyó el PSC en 2014 en el Parlament tras una propuesta de ERC. Entonces se hablaba de 1.800 millones más para los y las catalanas; ahora no se dan cifras, pero se acepta esa posibilidad sin cuantificar, que además y en buena lógica, habría de hacerse extensiva, por lo menos, a los territorios cuyos partidos nacionalistas/regionalistas tienen representación en el Congreso y estuvieron en el acuerdo de investidura, esto es y además de Catalunya, Euskadi, Galicia, Comunitat Valenciana o Aragón -ambos en Sumar-, o Canarias. A estas alturas -y supongo que a todas ellas-, el Gobierno da por hecho que el PP no les dará ni agua para sacar las cuentas. Ingenuidades, las justas.

Los compromisos de déficit que adquiera Sánchez -y algunos más que habrían de reactivarse porque ya estaban adquiridos en pactos anteriores- pueden ayudar a aprobar el paso previo -aunque no imprescindible- para dar luz verde a los PGE 2025. La negociación de éstos, no obstante, se antoja durísima, con un PP dispuesto a arrasar con todo, muy consciente de que el éxito del Gobierno para el año siguiente -sumado a la Presidencia catalana de Salvador Illa- confirmaría el ejercicio de una legislatura completa. El Gobierno, PSOE, Sumar, sus socios de investidura, ... lo saben también. El verano se acabó, pero el otoño y el invierno vienen más calientes si cabe, así que el Ejecutivo empieza a agarrarse con fuerza al que será el argumento estrella que respalde tanto la relajación de los objetivos de déficit como una reforma de la financiación autonómica al alza: una economía, la española, razonablemente mejorada pese a la pandemia y las dos guerras que nos rodean, una en Europa y otra donde el sionismo pretende arrasar con el Oriente Próximo -de momento- que no es judío. Casi nada.

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