Alejandro Sánchez [caption id="attachment_162" align="alignleft" width="300"] Fotografía de Josu Ortega[/caption] El lobo ibérico (Canis lupus signatus) es una subespecie de lobo endémica de la península ibérica y hasta comienzos del siglo XX se podía encontrar en casi toda la península. Sin embargo, la saña con la que fue perseguido redujo su número a unos 500 ejemplares en los años 70, refugiados en territorios del noroeste peninsular y una pequeña población aislada en Sierra Morena. Afortunadamente, a partir de ahí una cierta conciencia de protección y el abandono del medio rural permitió que su número aumentará hasta aproximadamente los 2.500 ejemplares. Actualmente, el lobo mantiene un precario equilibrio al norte del Duero, donde puede ser cazado; y un número más escaso al sur de esa frontera natural, donde supuestamente está protegido. A lo largo del siglo XX, el lobo desapareció del territorio madrileño, y no ha sido hasta 2009 cuando hemos podido constatar su regreso a nuestros montes; desde entonces, la presencia de lobos ha sido continuada. Aunque no hay estudios oficiales, se estima que en la Comunidad de Madrid habitan entre 15 y 20 lobos en 2 o 3 manadas. Sin duda su presencia es bienvenida, especialmente si tenemos en cuenta lo que supone este gran carnívoro para la biodiversidad madrileña y su papel clave para recuperar y equilibrar los ecosistemas; pero también es cierto que está provocando perjuicios a los ganaderos al extenderse por espacios que llevaban décadas sin conocer al lobo y en los que se encuentran cabañas ganaderas extensivas cuyos pastores no han tenido que habituarse a la convivencia con el lobo. La Comunidad de Madrid ha hecho poco por favorecer esta coexistencia. Si quisiera hacer algo útil debería implementar medidas de apoyo a los ganaderos y ganaderas en zonas de presencia de grandes carnívoros con subvenciones a medidas de protección (mastines, cercados, pastores eléctricos…) y no tanto indemnizaciones por los daños ya producidos que, además, no son causados de manera inequívoca por el lobo, sino que en ocasiones se deben a perros asilvestrados. Medidas que ya han demostrado su eficacia como apoyar a los ganaderos que realicen actividades de autoprotección, realizar educación ambiental en zonas con lobo u ofrecer asesoría específica a los ganaderos, por poner solo algunos ejemplos. Hace un par de semanas tuve la oportunidad, junto con el diputado Juantxo López de Uralde, de visitar a unos ganaderos de la sierra madrileña, en una zona donde la presencia del lobo empieza a ser habitual. Unos ganaderos a los que invitamos a una <a href="http://fundacionequo.es/event/el-aullido-del-lobo-iberico/">jornada sobre el lobo que tendrá lugar este jueves en el Museo Nacional de Ciencias Naturales organizada por la Fundación EQUO</a>. Sin duda es una buena noticia que algunas de estas personas vayan a acompañarnos en esta jornada, y estén dispuestos a hacer un esfuerzo para compaginar la ganadería extensiva con el respeto al lobo. Desde las instituciones, no podemos dejar que el esfuerzo sea solo por parte de los y las ganaderas; debemos avanzar en la necesaria coexistencia entre el ganado y una biodiversidad sana y equilibrada para preservar el aullido del lobo ibérico en las noches madrileñas.