El dedo en la llaga

Jornada de reflexión

Acababa de confeccionar ayer mi comentario diario para este espacio de opinión cuando me llegó la noticia del asesinato en Arrasate de Isaías Carrasco, ex concejal del PSE-PSOE.

Había escrito sobre la llamada "jornada de reflexión" preguntándome por su sentido. Y me respondía que, más que para reflexionar –porque es poco probable que muchos electores con criterio se guarden esa tarea para la víspera–, la jornada de hoy podía servir para rebajar tonos y templar ánimos, de cara a que mañana cada cual pueda hacer lo que tenga a bien, pero sin ofuscarse. Un tanto al modo de la gente sensata que, cuando ve que alguien va a responder en caliente a algo que le ha ofendido muy en especial, le aconsejan que "cuente hasta 10" antes de hablar.

Pero luego aparece un criminal y asesina a un ex concejal delante de sus más allegados: su mujer y su hija. Tras de lo cual, ¿quién templa qué ánimos? ¿Y quién rebaja qué, y cómo?

Hoy es día de luto, pero es también víspera de elecciones generales, y cualquier cosa que diga quien sea desde un medio de comunicación puede ser interpretada como un intento de utilizar el crimen en beneficio de su propia causa partidista. Cualquier cosa. Aunque no lo pretenda. Aunque ni se le haya pasado por la cabeza esa interpretación.

Hay quienes, imagino que sin segundas intenciones, han dicho que la mejor respuesta que cabe dar a los terroristas de ETA es acudir mañana en masa a votar. Pues bien: incluso esa recomendación genérica puede tomarse como una maniobra de quienes consideran que saldrían beneficiados en el caso de que se registrara una participación muy elevada.

Todo intento de analizar el atentado de Arrasate y sus posibles repercusiones, a cortísimo plazo –mañana mismo– y en las semanas y meses próximos, choca en la jornada de hoy con el mismo obstáculo insuperable: no hay manera de evaluar ningún factor de peso sin que el razonamiento pueda interpretarse como una justificación del uno o como una descalificación del otro.

Ésta va a tener que ser –ésta sí, literalmente– una jornada de reflexión. De una reflexión tan honda como se quiera, pero privada. 

A partir del lunes volveremos al ruido.

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