El dedo en la llaga

Bolas por el norte de África

El juez Baltasar Garzón le tienen gran aprecio en el Cono Sur americano. Muchas gentes de por allí le agradecen lo que ha intentado hacer para clarificar los crímenes cometidos por las dictaduras militares que les tocó en desgracia padecer no hace tanto tiempo.

Es más que probable que un sentimiento similar de simpatía se extienda ahora entre los saharauis, satisfechos porque el magistrado de la Audiencia Nacional quiera procesar a un grupo de funcionarios marroquíes implicados en actos de tortura.

En lo que es probable que no reparen ni los suramericanos ni los saharauis es en el muy singular sentido extraterritorial que tiene Baltasar Garzón de la defensa de los derechos humanos y de la persecución de los gobernantes o ex gobernantes que los han violado. En efecto: es digno de mención el cuidado exquisito que este juez –al que la veteranísima Pilar Urbano definió, de modo involuntariamente regocijante, como "el hombre que veía amanecer"– ha puesto en no investigar nunca, ni aunque lo aspen, los casos de torturas y asesinatos perpetrados en España bajo la dictadura franquista, cuya lejanía temporal es irrelevante a efectos jurídicos, porque los crímenes contra la Humanidad no prescriben.

A fe que no le habría faltado materia, si hubiera tenido valor para indagar a fondo en ese cenagal: aquí ha habido, desde el levantamiento militar de Franco hasta bien avanzados los años 70 del siglo pasado, muchos más crímenes que en Chile, que en Argentina y que en Marruecos... juntos.

Ahora el Gobierno de Rodríguez Zapatero está que trina con Garzón porque le montó la piruleta del procesamiento de los torturadores marroquíes a escasas horas de la visita de los Reyes españoles a Ceuta y Melilla. Los filtradores oficiales del Ministerio de Exteriores murmuran que es eso lo que más enfureció al voluble Mohamed VI, al que las torturas le motivan mucho (puede que a favor), y cuentan que Moratinos echa pestes por el poco rendimiento que está obteniendo de sus bochornosas complicidades anti saharauis.

A lo mejor le es de aplicación aquello del pecado y la penitencia.

Aquí cada cual va a su bola, sí. Pero, jopé, ¡vaya bolas!

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