Madrid, 1 de Septiembre, 2009 02:12 h
Ibamos bién, muy bién, cuando aupados en los versos de la Generación del 27, galopábamos juntos, a hombros de los versos de Rafael Alberti y Paco Ibañez,
Las tierras, las tierras,
las tierras de España.
Las grandes, las solas
desiertas llanuras.
Galopa caballo cuatralbo
jinete del pueblo
que la tierra es tuya,
A Galopar, a galopar
hasta enterrarlos en el mar.
Conocíamos, que la cebolla era escarcha poblada y pobre, que eran los vientos del pueblo los que movian a Miguel Hernández,
Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón y
me aventan la garbanta.
O que debíamos atrochar, coger el atajo, librarnos de la mentira de ellos, asiéndonos, agarrándonos a la conciencia crítica, al amor al saber y la cultura, pero a tiempo. Luis Cernuda, canta:
Un día tu ya libre
de la mentira de ellos,
me llamarás, entonces,
¿que ha de decir un muerto?
Es inaplazable despertar del engaño, rasgar los siete velos que tupen, nublan, anonadan, impiden, obstruyen nuestro juicio, dejar de depender de los Dioses, saber que somos quien somos y recuperar el infinito poder de nuestra voluntad entera, soberana.
Nos han hecho creer que pertenecemos a la aristocracia, al mundo de los empresarios y de la banca. Nos hemos llegado a creer que somos, los capitalistas mismos, que nos han embaucado, que tanta ruina bancaria, y cultura-basura vierten sobre nuestras entendederas.
Globalización cultural...¿delito continuado contra la salud mental? Sin duda, por eso desaprender lo aprendido, volver a ser quienes éramos, ponernos en cuestión las religiones, el futbol, los usos y costumbres del american-way-of-life , es re-descubrir cual es nuestro lugar en el mundo.
La ruina que han traido a nuestras casas, las politicas económicas de Aznar, Montoro, Rato, Botin, las Koplovich, han provocado, con su insaciable codia, el Crak entero de todo el sistema.
Es la traca final de las Fallas, el espectáculo pirotécnico y doloroso, de ver caer cuanto se ha colaborado a construir, con el sudor de los trabajadores.
Ibamos mal, muy mal, gobernados, cuando fuimos aceptando, a partir de esos años, el sufrimiento y las víctimas de dos guerras mundiales, que nos vendieran como signos de modernidad, el enriquecimiento rápido y no la fraternidad y el reparto de beneficios.
Los hombres que se hicieron a sí mismos y no los que se hacen entre todos, cayera quien cayera y el país, convertido en un Super-mercado, el sacro-santo mercado, la competitividad del todos contra todos, como en el fútbol, por el oro-oro-oro de un Dorado, solo existente para esas putrefactas cincuenta familias que dominan el mundo y a las que nuestras vidas les importan un bledo.
Junto al ejercicio humilde, de desaprender lo aprendido, nos espera el mayor espectáculo del mundo: Re-encontrarnos a nosotros mismos, - "Conocete a tí mismo" es el lema de los aristotélicos-, hallar-nos, re-encontrar los puntos de referencia, que componían nuestra identidad, nuestra vida y nuestras cosas, la identidad social de cada uno.
Cuando salgamos juntos a reclamar nuestras cosas a la calle y comprobemos que una enorme multitud nos esperaba ya, con los brazos abiertos, a que abriéramos los ojos de la conciencia, sentiremos cuanto tiempo hemos perdido.
Oiremos entonces un plac-plac-plac: son los palmotéos en nuestra espalda, los besos y los abrazos con que nos recibirán, todos aquellos - que también existen y a miles, a millones -, aquellos que Bertold Brecht llamaba los imprescindibles.
Los imprescindibles también han tenido que desaprender lo aprendido, des-stalinizarse a fondo, abrirse a los movimientos sociales, y ser humildes, para ser ellos.
¿Conoceis algún poema mas humilde y por eso sabio, que "A los hombres futuros", de Brecht, también?
"Vosotros,
que surgiréis del marasmo en el que
nosotros nos hemos hundido,
cuando habléis de vuestras debilidades,
pensad también en los tiempos sombríos
de los que os habéis escapado.
Cambiábamos de país como de zapatos
a través de las guerras de clases,
y nos desesperábamos donde sólo había
injusticia y nadie se alzaba contra ella.
Y sin embargo,
sabíamos que también el odio
contra la bajeza desfigura la cara.
También la ira contra la injusticia
pone ronca la voz.
Desgraciadamente, nosotros,
que queríamos preparar el camino
para la amabilidad, no pudimos ser amables.
Pero vosotros, cuando lleguen los tiempos
en que el hombre sea amigo del hombre,
pensad en nosotros con indulgencia."
Porque nosotros, jamás os hemos engañado.
--
Elisa Serna, cantautora, ex-presa y represaliada política
Comentarios
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