El mapa del mundo

La delgada línea roja

Ya en la recta final de su mandato presidencial, Putin va a arremangarse y estos próximos días probablemente se expresará con claridad. Rusia está hasta la coronilla de que el mapa de Europa, desde el 1992, es decir desde el día siguiente a la extinción jurídica de la URSS (31 de diciembre de 1991 a las 1200 horas de la noche), se vaya "moviendo" hacia el este. La Unión Europea, por un lado, ha pasado en estos últimos quince años, de doce miembros a quince, luego a veinticinco (en 2004), y hace poco a veintisiete. La OTAN, de dieciséis países a veinticuatro, y está a las puertas de integrar a tres más, Croacia, Macedonia y Albania. El Consejo de Europa, algo parecido en su propia escala. Y estos incrementos asociativos, con alguna pequeña excepción, se va haciendo  a costa de antiguas repúblicas soviéticas o de estados satélites de la URSS. Es lo que tiene la Historia, que es imparable.

Pero a Rusia le parece que con Ucrania y Georgia  se traspasarían una última línea roja, si además ello viene acompañado de la provocadora instalación de sistemas antimisiles de Estados Unidos (no de la OTAN) en Polonia y República Checa, con la absurda excusa de Iran. No hay modelos ideológicos o económicos antagónicos entre Rusia y Occidente, pero está en juego algo esencial en política: el estatus, el poder. Son motivos autosuficientes para esta "confrontación sostenible" en la que nos van instalando. Pero es secundario: Bush ha ido a la Cumbre de la OTAN a pedir más tropas para Afganistán. Y punto.

Pere Vilanova

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