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Escenas de la Sorbona: no hay violencia

A medida que crece la protesta estudiantil en Francia contra la Ley de Autonomía de las Universidades, crece también en número de declaraciones de ministros, altos cargos gubernamentales y diputados sarkozystas que afirman que va a ser necesario evitar enfrentamientos entre los estudiantes huelguistas y aquéllos que desean poder volver a sentarse ante sus pupitres.

Resulta curiosa esa preocupación: de momento, no hay violencia, hay diálogo y discusiones. Un diálogo y unas discusiones en las que, cierto es, a veces alguien alza la voz, desde cualquiera de los dos bandos.

El miércoles 14 de noviembre, por ejemplo, en la histórica sede de la Sorbona, en el corazón del Barrio Latino de París, un grupo de estudiantes forzó el piquete de huelguistas que bloqueaban la puerta de la rue Saint Jacques, y entró en la Universidad. Algunos gritos, alguna frase malsonante, pero sobre todo hubo mucha discusión y bastante buena onda.

Una vez dentro, un grupo de chicas abrió la ventana de su aula, para burlarse de los huelguistas que seguían bloqueando la entrada. Estos respondieron con más guasa. Al final, circularon entre huelguistas y no huelguistas varias invitaciones para una fiesta de estudiantes en una peniche el próximo 28 de noviembre, y este corresponsal pudo echar el guante a una de ellas. Promete.

La policía estaba apostada en las plazas y calles que rodean el mítico edificio de las asambleas generales de mayo del 68. No intervino, aunque sí lo hizo de forma discreta la noche siguiente, contra un grupo de estudiantes que había ocupado un anfiteatro.

Los estudiantes no opusieron resistencia. Se fueron y anunciaron que en uno o dos días, volverán a ocupar.

Los partidarios de poner fin a la revuelta estudiantil mediante una intervención masiva de las fuerzas del orden no deberían confundir sus deseos con la realidad. La huelga de los estudiantes tiene probablemente muchos defectos, pero no el de ser violenta. Si hay intervención de la policía, será porque el Gobierno lo decide, pero no porque haya un imperativo de seguridad que obligue a ello.

Andrés Pérez / París

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