el pingue

Caracol

 

La tapa que cubría los caracoles era de las de latón color burdeos. Encima había colocado un trozo de pedernal, piedra que valía también para afilar el cuchillo matancero. Al lado, en un cubo verde claro, aguardaban la segunda tanda, otro medio kilo.  Muchos para hacer en un día. No había cazuela tan grande para poder guisarlos y tampoco gustaban a todos. Además, Carmen sabía bien que había que cocerlos desde frío, para que quedaran fuera de la cáscara. Demasiado tiempo. Demasiados cínifes y polillas alrededor de la bombilla de sesenta watios.

-Te los voy a poner con un poco de harina, tomillo y romero. Tú te los llevas a casa y así los haces cuando quieras..,

(Cuando quieras....)

 

Caracol

Decidí entonces traerlos a casa y dejarlos, aquella noche de hace tres años, en la terraza, junto al laurel, para que no fuera tanto el cambio de hábitat. Incluso no quise forzar demasiado su agonía, ni que fueran estresados al cazo; decidí sólo taparlos con un plato de plástico, de los que van debajo de las macetas.

Preparé mentalmente la receta, con jamón picado, pimentón, cebolla, laurel, brandy, ajo, pimiento verde ...... Había rescatado el pasapurés, para dejar la salsa trabada, para que el moje fuera sustancioso, casi mantecoso...

(Cuando quieras...)

Hoy se dedican al amor. El huerto lo han abandonado. Yo, visto lo visto, también.

(Cuando quieras.... Aún resuenan esas palabras en mi cabeza.)

A veces en verano, tras la tormenta, pasean en solitario. Unas veces bajan por la fachada, otras sé, por los gritos de Pandora, que han llegado a la cocina.

Letrasjuntas nº 10

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