A mi bola

Montanier no tiene quien le traduzca

Si perder el derbi ante el Athletic de Bielsa (1-2) le puso de un día para otro bajo sospecha, la posterior e irritante derrota en Zaragoza (2-0) y el empate a nada contra el Getafe en Anoeta (0-0) han dejado a Montanier tambaleándose en el banquillo de la Real. "Para mí un punto es mejor que nada y espero que sea un punto de cambio", aseguró ayer el técnico francés en la víspera de visitar al líder de la Liga, el Levante, a quien no renuncia ganar, aunque la pregunta es cómo.
Es evidente, y a los resultados y el juego me remito, que Montanier no está aportando a la Real lo que se esperaba y, sobre todo, se vendió a su llegada. Ahora bien, no se puede cuestionar al galo sin reflexionar antes sobre las circunstancias en las que se produjo su fichaje. Uno de los argumentos que los responsables de la Real dieron para prescindir de Lasarte fue la falta de recursos tácticos del equipo. Según Loren, inefable director deportivo, "se buscó otra forma de hacer las cosas en el día a día", de ahí su apuesta por un entrenador como Bielsa, primero, y Montanier, después, ambos presuntamente con una metodología clara, que no semejante. El método del francés incluía comer y descansar en Zubieta, para lo cual se han habilitado un comedor y 17 habitaciones dobles. Es decir, que entonces el respaldo al técnico por parte del club era total. Ahora ya lo es menos.
Quizás para tapar el frustrado fichaje de Bielsa más que para dar lustre al de Montanier, el galo fue promocionado como un técnico con proyección, de la escuela de Nantes, liderada por Denoueix, y que había agotado los elogios en Francia. Para ello, hasta se rescató un titular de L’Equipe en el que se calificaba al Valenciennes de "pequeño Barça del norte".

Embadurnado de entrenador experimentado en trabajar con los jóvenes, a quien no le temblaría el pulso para dar oportunidades a quienes lo merecieran, también se hizo hincapié que Philippe sabía dónde llegaba, léase, a un club de cantera. Tras su presentación, aunque sin tiempo para consensuarlo con él, desde la dirección deportiva se anunció que los fichajes llegarían con cuentagotas. De hecho, y después de un verano de largas e infaustas negociaciones, tan sólo se lograron dos cesiones: Mariga, vendido como un box to box, tal vez para justificar la no renovación de Rivas y los tres millones que ha costado la operación; y Vela, cedido por el Arsenal sin opción de compra. Pese a tener a Joseba Llorente convaleciente de una lesión de espalda y a su petición expresa de fichar un 9, Montanier no vio llegar más incorporaciones.
Y así, con una plantilla no sólo sin reforzar, sino debilitada también por la inestabilidad emocional de jugadores como Griezmann e Ifrán, Montanier se ha visto obligado a convertir a canteranos como Iñigo Martínez e Illarramendi en indiscutibles e insustituibles. De hecho, la ausencia por lesión de Illarra se está notando, y mucho. Claro que a las evidentes carencias estructurales, se une una alarmante falta de ideas por parte del técnico y de comunicación con sus jugadores.
Y eso que otro aspecto que se destacó de Montanier fue que con él la Real tendría un buen trato del balón y un trabajo por líneas, en el que defensas, centrocampistas y delanteros ensayarán por separado para mecanizar movimientos. Sin embargo, y quizás olvidando que Montanier era francés, el idioma está siendo una importante barrera entre el técnico y el vestuario. Falta sintonía.
Haciendo una retrospectiva, el ridículo que hizo el traductor el día de su presentación fue un mal presagio. Montanier no tiene quien le traduzca. Y no sólo porque no se hace entender por sus jugadores, sino sobre todo porque parece que él no entiende nada de lo que sucede en el club, algo hasta cierto punto comprensible teniendo en cuenta quién es su interlocutor.

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