Tierra de nadie

El clan de la visa, ante el paredón

Condenados al paredón, resulta muy complicado conmutar la pena capital por la perpetua a algunos de los beneficiarios de las visas de Cajamadrid, aunque del examen frío de los hechos resulte que no merezcan estar solos frente al pelotón de fusilamiento.

Las exculpaciones más elaboradas han sido expuestas por dos dirigentes del PSOE –a día de hoy exmilitantes socialistas- en sendos escritos de descargo y de reproche a partes iguales dirigidos a su expartido. Serían dignas de tener en cuenta si toda su argumentación no fallara por la base. Aceptando la mayor, esto es, que se les dijera que los gastos de la tarjeta constituían parte de su retribución y que dentro de un límite mensual podían hacer un uso discrecional de la misma, nada les exime de no haber declarado a Hacienda esa parte de su teórico sueldo. Ninguno de ellos reparó en ese detalle sin importancia siendo gente tan principal y preparada.

La carta del sociólogo Ignacio Varela, el Arriola de los socialistas, contiene además algunas ofensas al sentido común que merece la pena reseñar. Viene Varela a decir que es falso que él hubiera formado parte de los órganos de gobierno de la entidad por designación del PSOE ya que fue la asamblea de la Caja la que, a propuesta del consejo de administración, le eligió para el cargo de consejero, algo que formalmente es así pero que insulta a la inteligencia. ¿Qué motivó la propuesta de ese consejo? ¿El amplio conocimiento financiero de Varela? ¿Su acreditada experiencia en bancos de inversión? ¿O fue el tradicional pasteleo de canonjías de los partidos el que le dio el puesto?

Afirma además Varela que su función no era representar al PSOE ni darle cuenta de sus acciones. ¿A quién entonces? ¿A su conciencia? Más aún, ¿qué empresa autoriza a un consejero a seguir usando la tarjeta meses después de haber abandonado el cargo, tal y como asegura que se le indicó por parte del secretario de la entidad? ¿qué empresa se ocupa del "tratamiento fiscal" de unas retribuciones que no figuran en ninguna parte?

El escrito de Virgilio Zapatero es muy similar, con la salvedad de que el exministro devolvió ya en 2012 los gastos efectuados con su tarjeta y renunció a la indemnización de 200.000 euros que le correspondía, algo que le honra. Aún así, cabría formularle alguna otras preguntas: ¿cuál fue su responsabilidad como vicepresidente de Cajamadrid desde 2010 y directivo de Bankia hasta 2012 en la quiebra de la entidad? ¿Ha pensado también en devolver su sueldo por no enterarse de nada de lo que ocurría a su alrededor?

A partir de ahí, los partidos y agentes sociales que colocaron en Cajamadrid a sus peones no pueden pretender escapar a sus responsabilidades con expulsiones sumarísimas y rasgado de vestiduras. Los Varela, Virgilio Zapatero, José Ricardo Martínez o el propio Rodrigo Rato no aparecieron en Cajamadrid y más tarde en Bankia por generación espontánea, sino por un acuerdo político que consistía en repartirse trozos de un pastel o, cuando menos, las migajas.

Blesa logró mantenerse 14 años al frente de la Caja porque se lo permitieron CCOO, UGT, IU y hasta el PSOE, con pactos más oscuros que las tarjetas de sus directivos. Se recordará que los socialistas tuvieron que vivir casi un conato de rebelión antes de que su exsecretario general aceptase pedir una comisión de investigación sobre Bankia, a la que se opuso el PP. De haberse constituido, pocos habrían escapado al escarnio.

El uso de las tarjetas ha escandalizado mucho pero por lo que se conoce ni el cazador amigo de Aznar, ni Moral Santín, el paladín de la izquierda, ni el director general Sánchez Barcoj, por citar a quienes más usaron el plástico milagroso, podrían ser acusados siquiera de un presunto delito fiscal. Por la quiebra de Bankia y su agujero de 20.000 millones de euros nadie ha pagado todavía.

La ‘tarjetópolis’ podría dar en el futuro algunas sorpresas. Si llegara a establecerse que constituían una retribución opaca pero retribución al fin y al cabo, lo normal sería que los afectados que han visto cómo se hacían públicos los extractos de sus gastos emprendieran acciones legales en la medida que su intimidad se ha visto vulnerada. Más allá del reproche moral, si el dinero que gastaban era suyo bien podían dedicarlo a vino, a pagar los filetes en el Mercadona o a casas de lenocinio. Otro cosa distinta será la responsabilidad penal de quienes idearon dicho método de pago.

Sorprende por otro lado que sólo se haya sometido a escrutinio el período entre 2002 y 2012, cuando, al parecer, el sistema de tarjetas funcionaba desde mucho tiempo atrás, lo que habrá hecho respirar aliviados a algunos viejos próceres que también fueron beneficiarios de esta pólvora de rey. ¿Tenía Martín Villa tarjeta, por poner un solo ejemplo? Y si la tenía e hizo uso de ella, ¿debería abandonar el consejo del 'banco malo' donde le ha colocado De Guindos  aunque no perciba por ello una retribución fija?

Puede que en este asunto estén pagando justos por pecadores pero el cabreo ciudadano no está ya para matices. Démosles al menos a estos pocos justos si los hubiere la última cena del condenado. Y que sea gratis, para que no tengan que tirar de visa como la costumbre les aconsejaría.

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