Tierra de nadie

Las miradas del tuerto

Por alguna extraña razón, entre las numerosas facultades de algunos políticos no figura la capacidad de tragarse sus palabras. Los árabes, que en lo de hacer proverbios eran la leche, a veces cometían errores. Por eso, al enumerar las cosas que jamás vuelven mencionaban a las palabras junto al tiempo pasado, las balas disparadas y las ocasiones perdidas. Y se equivocaban, porque hay palabras que vuelven como bumeranes, directos a la cabeza. Esto es lo que les ha pasado a cuenta del procesamiento de los socialistas Chaves y Griñán a algunos dirigentes del PP, que en los últimos tiempos se habían dedicado a elaborar una teoría según la cual existía un complot de los jueces para perjudicar al Gobierno en época electoral.

Primero fue Fernández Díaz, ministro del Interior y de la Obra, a quien le parecía llamativo que "en momentos tan sensibles" sólo salieran los casos de corrupción del PP. Abundó en esta misma tesis Cristina Cifuentes y, casi al mismo tiempo, llegó Rafael Hernando a lomos de su proverbial incontinencia para relacionar la fianza de 1,2 millones impuesta a su partido por el trasiego de dinero negro en la reforma de su sede con el hecho de que el juez instructor hubiese sido director general en época de los socialistas. "La Justicia es lenta pero funciona" ha dicho ahora Hernando sobre el caso de los ERE en Andalucía. Entre ambas manifestaciones sólo ha pasado una semana.

El procesamiento de los expresidentes de la Junta de Andalucía y del PSOE llega a 25 días de las elecciones y viene a romper esa regla no escrita de no interferir en los procesos políticos. Pero es que en algún momento tenía que llegar, y tal como se han puesto las cosas en el país, no hay momento en el que no se acuda a las urnas, se negocien gobiernos, se rompan las negociaciones, se rompa España, se vuelva a votar o se vuelva a romper España, que un día de estos empezará a venderse como puzzle en las tiendas de juguetes.

¿Levantaron y consintieron Chaves y Griñán un "sistema opaco" y descontrolado en el que con total discrecionalidad se repartían las subvenciones? Lo determinará el tribunal que les juzgue, aunque la indolencia de la Junta de Andalucía no tiene justificación posible. Como se explicaba aquí mismo hace más de cuatro años, a quien se ha enfrentado a la titánica tarea de tramitar una subvención para sustituir unas ventanas de aluminio y ha tenido que aportar hasta la fe de vida de la abuela, es difícil convencerle de que una administración pueda conceder indemnizaciones a supuestos trabajadores que resultaron ser ficticios sin que en sus expedientes figuren al menos treinta y dos certificados de su vida laboral.

La Junta actuó tarde y mal. En vez de asumir los informes de la Intervención que alertaban de que no había ninguna fiscalización del dinero, se ignoraron o se tiraron a la papelera, por eso de darlas utilidad. Se cumplió una vez más esa simple ecuación de a menos controles más golfos. Con tantas facilidades era metafísicamente imposible evitar el desfalco y lo que era una actuación benéfica de los poderes públicos –facilitar las prejubilaciones en empresas en crisis- acabó convertido en un colosal escándalo.

Aun apartados de toda responsabilidad política y fuera de la militancia del PSOE, las acusaciones de prevaricación contra Chaves y de prevaricación y malversación contra Griñán -el único que se enfrenta a penas de cárcel- no es que compliquen la vida a Pedro Sánchez, que lo de este hombre no es que le haya mirado un tuerto sino el mismísimo Polifemo con su único ojo, sino que rompen las cuadernas al barco de Susana Díaz, con el que pretendía atracar tan ricamente en Madrid en olor de multitud y de manzanilla tras el presentido naufragio del guapísimo secretario general.

Díaz estaba atrapada en un dilema interesante. Para acabar dirigiendo el PSOE, como pretende ella y toda una retahíla de esos dinosaurios socialistas que, a diferencia del resto, no se extinguen ni con diez meteoritos, debía estrellarse Sánchez pero ella tenía que salvar con dignidad los muebles y la vajilla en un equilibrio a lo Pinito del Oro. ¿Con qué cartas credenciales optaría a una hipotética sucesión quien no ha sido capaz de ganar en su propio territorio? En esas cuentas estaba la sultanbaronesa antes de que sus padres políticos fueran procesados sin tener ni siquiera tiempo de renegar de ellos. Ahora la suma se complica bastante.

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