El desconcierto

El sobrevenido liderazgo de Sánchez

Hasta el 1 de octubre de 2016, en que fuera defenestrado por una conspiración de burócratas de medio pelo, Pedro Sánchez no era más que un secretario general del PSOE; desde el 21 de mayo de 2017 es un líder político, además de secretario general, que acaba de retomar su cargo llevado en volandas por más de la mitad de los militantes socialistas. Quien en otoño ya se proponía terminar con el indecente Rajoy, tal como lo calificó en un tenso debate televisivo, en esta primavera avanza en su objetivo de limpiar las sucias cuadras de la Moncloa que amenazan con desbordar la basura por todas las instituciones. El calvario que ha padecido en estos nueve meses, por negarse a que el PSOE soportara sobre sus espaldas ese saco de corrupciones que es hoy el gobierno de la Gran Coalición (PP-PSOE-Cs), lo ha transformado en un líder sobrevenido. Probablemente, ni él mismo se lo esperaba, pero bien cierto es que, más allá del socialismo, Sánchez aparece hoy como el líder anticorrupción.

Sobrevenido porque ni en la derecha, ni en la izquierda– salvo muy contadas excepciones– nadie esperaba que pudiera sobrevivir al golpe coordinado desde el diario El País por Rubalcaba, el mejor representante ejecutor de Felipe González. Todas las secuencias, con gafas reaccionarias o progresistas, las hemos vivido día a día desde que Susana Díaz fijara con una frase el objetivo de los golpistas:"lo quiero muerto". La idea era, en un principio, que no se iba a presentar a las primarias; que si se presentaba, se retiraría tras la comprobación de los avales; que si permanecía hasta la apertura de las urnas, perdería y, finalmente, que si ganase -es la película que se rueda desde hoy-, no le permitirían renovar el anquilosado y centenario partido socialista. La rebelión de las bases socialistas, en defensa de las señas de identidad del PSOE, ha cogido con el pie cambiado al IBEX 35, al grupo Prisa, las multinacionales, a los bancos que le señalaron como enemigo; hasta a la embajada alemana, que no debe de salir de su asombro y, por supuesto, a todo el abanico de fuerzas políticas, de Ciudadanos a Podemos, dispuestos a repartirse la túnica sagrada del PSOE.

En descargo de toda esta larga tribu de desconcertados conviene advertir que, en efecto, lo que ocurre hoy en el PSOE es una rareza, algo insólito en la Unión Europea. En ninguno de los países que la forman las bases han reaccionado de esta manera. Ni griegos, ni franceses, holandeses, austríacos, alemanes, ni italianos. Con excepción del socialismo portugués, donde el desparecido Mario Soares tuvo la inteligencia política de mantenerse en la socialdemocracia, los socialistas europeos han caído en la irrelevancia más absoluta, por no decir en la indignidad de compartir mesa y mantel con el neoliberalismo, al servicio de los intereses germánicos, bien camuflados hoy bajo el euroilusionismo de una Europa alemana, en lugar de marchar juntos hacia una Alemania europea. Junto con el fenómeno de Podemos, aunque en este concreto espacio político el galo Jean-Luc Mélenchon se acerca a Pablo Iglesias, la revuelta socialista, al elegir a Sánchez, expresa la protesta de una amplia mayoría social que avanza contra esa banda de atracadores populares, que roban tanto como recortan, y que clama bien alto exigiendo una respuesta política.

Buena prueba del actual desconcierto es la reacción de la minoría burocrática del PSOE, partidaria de sostener a Rajoy en la Moncloa. Consideran que han perdido una batalla pero no la guerra, que la piensan librar antes, en y después del XXXIX Congreso socialista. Desde la artillería mediática de los sublevados contra el poder democrático de Sánchez, el grupo Prisa, se busca bunkerizar las federaciones que todavía controlan y colocar todos los palos posibles bajo las ruedas de la nueva dirección, mientras los Brutos de Patxi López afilan las dagas en espera de que lleguen los idus de Marzo. Hoy por hoy, no pueden hacer mucho más, dada la espectacular derrota de su candidata, aunque tampoco parece que será nada fácil que lo logren hacer mañana, dado que en el nuevo PSOE, surgido hoy al calor del resultado de las primarias, la voz y el voto de los militantes cuenta ahora tanto como el de los llamados notables. Pese a todo, este repliegue es sólo temporal.

La principal ventaja de Pedro Sánchez es similar a la que le ha llevado al triunfo el pasado domingo. El cese de Antonio Hernando, que el interesado presenta como dimisión, hará posible que el PSOE denuncie la corrupción del PP. Si hay un punto de unión de todos los socialistas, salvo los burócratas de la Gran Coalición PP-PSOE, descansa precisamente en la necesidad de separarse de Mariano Rajoy, y compañía corrupta, y en saber poner punto final a la abierta complicidad de Ferraz con el Partido Popular. Cuando la Guardia Civil, fiscales y jueces acosan, cercan, e investigan a la Moncloa, no es de recibo que un partido democrático, mucho menos de izquierda, venda como política de Estado la abstención con un grupo político que, por lo menos en la capital del Estado, es calificado por el juez de instrucción como una organización criminal. No es por casualidad que Susana Díaz, que acaba de pagar un muy elevado precio por este apoyo al PP en toda España, convoque primarias anticipadas en Andalucía para no pagar esta futura factura en Sevilla.

Nada puede favorecer más el proyecto unitario de Pedro Sánchez que el PSOE reencuentre sus señas de identidad a través de un liderazgo que no conocía desde los muy lejanos tiempos de Felipe González. Ni Almunia, ni Zapatero, ni Rubalcaba fueron nunca líderes políticos pese a haber sido secretarios generales. Todos ellos, paradójicamente, han contribuido hoy al sobrevenido liderazgo de Sánchez. Esa independencia recién recobrada del PSOE, hasta ayer mismo prisionero del IBEX-35, va a ser uno de los principales factores de renovación de la vida política española. Sólo falta que las fuerzas progresistas pongan un bozal a los perros guardianes de cada sigla para que todas puedan reencontrarse en una alternativa de gobierno.

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