El desconcierto

De los indultos de Sánchez a los apuros de Aragonés

De los indultos de Sánchez a los apuros de Aragonés
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (i), y el de la Generalitat, Pere Aragonés, a su llegada a una reunión, en La Moncloa, a 15 de julio de 2022.-
Alberto Ortega / Europa Press (Foto de ARCHIVO) 15/7/2022

Sin los indultos del Gobierno de Pedro Sánchez a los políticos soberanistas catalanes, condenados tras el cuestionamiento ilegal de la unidad del Estado español, no viviríamos hoy la actual crisis de la Generalitat. De no haberse atrevido el presidente del Gobierno a indultarlos, contra viento y marea  de la oposición del PP de Casado, seguiríamos en el infantilismo raca-raca de  los independentistas contra una Moncloa responsable, en última instancia, de mantenerlos en prisión. Así el escenario social idóneo para el soberanismo, la aplicación del artículo 155 de la Constitución, deja paso ahora al peor escenario posible para quienes defienden la quiebra inconstitucional de Cataluña.

Así el Palau de San Jaume se lleva las bofetadas que recibía antes la Moncloa, y  Pere Aragonés es ahora el traidor que sustituye a Pedro Sánchez. Ya no es Madrid el cuartel general de la conspiración contra Cataluña sino que es la propia Barcelona el centro conspirativo contra la Generalitat o contra los que cuestionan al molt honorable president de la Generalitat. Desde la Diada, primera señal del fratricidio soberanista, a las próximas urnas municipales y generales, el cainismo patriotero va a envolver a los indultados por el gobierno socialista de Pedro Sánchez. Hasta tal punto. que nadie causa más daño al nacionalismo catalán que los que salieron de la cárcel gracias a los indultos de la Moncloa.

Allí donde Rajoy encerró en un callejón sin salida a la cuestión catalana, con el impresentable artículo 155, Sánchez encontró con la vía de diálogo la llave de salida de ese laberinto sin salida. En medio del griterío de los forofos de una represión política indiscriminada, que tanto ha beneficiado a los radicales independentistas, el PSOE supo abrir cauces para el endendimiento transversal a través de una mesa de diálogo entre la Moncloa y San Jaume, y hoy recoge lo que sembró al descongelarse la anterior tensa relación entre los representantes democráticos de ambos gobiernos. No es casual que los partidarios del choque de trenes entre Madrid y Barcelona  se batan en retirada y hasta en algún caso estén a punto de desaparecer como sigla política.

Aragonés, como ayer Puigdemont o Torra, se encuentra cercado y aislado en su despacho de la Generalitat. No es ninguna casualidad que los tres últimos presidentes de la Generalitat vivan sucesivamente idénticos conflictos y se vean cuestionados, insultados y atacados desde las mismas filas del soberanismo catalanista. Puigdemont fue apuñalado por las 155 monedas de Rufián, Torra por el jesuitismo de Aragonés, y Aragonés por el maquiavelismo de Puigneró. El enemigo no está en Madrid sino en la propia Barcelona desde donde una Quinta columna no deja de manifestarse revestida de  una cuatribarrada. Mucho más a unos escasos ocho meses de la apertura de las urnas municipales.

Su principal problema está solo en ellos mismos. No hay más que ver la extraordinaria inteligencia política que define al nacionalismo vasco, tanto el Partido Nacionalista Vasco como Bildu, para constatar como sobra en Euskadi lo que falta en Cataluña. Mientras que en Bilbao se dan lecciones de estrategia política, Barcelona es un ejemplo vivo de lo que no conviene hacer en política. Parafraseando a Engels, cuando en 1870 señalaba como los anarquistas españoles habían demostrado lo que no había que hacer, cabe hoy decir algo parecido, con mucha más razón si cabe, de los soberanistas catalanes. A ver si aprenden de sus hermanos vascos, mayores en edad, sabiduría y  gobierno.

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