Otra economía

Los trabajadores pagan la factura de la crisis

Fernando Luengo
Profesor de Economía Aplicada en la Universidad Complutense y miembro del Círculo 3E (Energía, Ecología y Energía) de Podemos y de la asociación econoNuestra

Mientras que los salarios nominales por empleado han crecido entre 2008 y 2013 un 7,5%, el índice de precios al consumo (IPC) lo ha hecho un 9,1%. Pero es en los últimos años, entre 2010 y 2013, cuando el retroceso ha sido más intenso; los salarios nominales aumentaron en ese periodo sólo un 1,9%, en tanto que los precios lo hicieron un 7,2%. Según las estimaciones de Eurostat (la oficina estadística de la Unión Europea), en el año que está a punto de cerrarse la compensación nominal por empleado apenas aumentará un 0,5%, mientras que el IPC retrocederá alrededor del 0,1%; ello significa que sólo la deriva deflacionista permitirá una leve mejora de la capacidad adquisitiva de los trabajadores.

Estos datos ponen de manifiesto que la economía española se ha visto inmersa en una prolongada dinámica de degradación salarial, que, cuando se escriben estas líneas, está muy lejos de haberse remontado.

Los salarios promedio, por definición, no dan cuenta del desigual reparto de los mismos. Carencia importante, pues las remuneraciones percibidas por los trabajadores son muy distintas dependiendo de factores como el grado de implantación de las organizaciones sindicales en las empresas y centros de trabajo, su tamaño, el sector de la actividad económica donde operan o la cualificación de la fuerza de trabajo que requieren. Téngase en cuenta, además, que la categoría salario incluye las retribuciones de  los trabajadores de menor cualificación y que tienen contratos precarios, junto a las recibidas por los directivos y ejecutivos.

Un indicador habitualmente utilizado en los estudios socioeconómicos sobre desigualdad de ingreso es el índice de Gini cuyo rango de valores se encuentra comprendido entre 0 –igualdad total- y 1 –inequidad extrema-. Según el instituto Nacional de Estadística (INE), este indicador, referido a la pauta seguida por los salarios entre 2008 y 2012, último año del que se dispone de información, ha pasado del 0,32 al 0,34, uno de los valores más altos de la Unión Europea.

En este panorama de aumento de la desigualdad, es importante señalar que tanto la precariedad como la pobreza se instalan con fuerza en el mercado laboral. Los salarios son sustancialmente más bajos cuando los contratos son a tiempo parcial. Las estadísticas del INE señalan que el 52% de los asalariados que trabajan bajo esta modalidad contractual perciben de media menos de 638 euros, mientras que otro 28,2% recibe hasta 983 euros. De modo que, en conjunto, el 80% de los trabajadores a tiempo parcial no llegan a la condición de mileuristas.

La importancia de estos datos se deriva de que las últimas reformas laborales y, de manera muy destacada la impulsada por el gobierno del Partido Popular, está generalizando la precariedad laboral, lo que supone la extensión y consolidación de los trabajos de bajos salarios. Si a comienzos de 2008 los trabajadores con contratos temporales suponían el 25% del total, en el tercer trimestre de 2014 este porcentaje ascendía ya al 30% (es aquí donde se concentra la muy limitada creación de empleo de la que hacen gala nuestras autoridades). Téngase en cuenta que las mujeres, cuyos salarios son notablemente más bajos que los de los varones, están sobre representadas en los contratos temporales.

Los contrastes resultan todavía más llamativos si se analiza la trayectoria seguida por el salario bruto mensual del empleo principal. También en este caso la información aportada por el INE es reveladora. Las diferencias, que ya eran muy marcadas antes de la irrupción de la crisis, han seguido una tendencia ascendente: el cociente entre los grupos mejor y peor situados era de 8,7 en 2008 y de 11 en 2013.

Entre esos años, los tres primeros deciles de la escala salarial, los de menos ingresos, han sufrido un retroceso en el valor nominal de los salarios promedio del 17%, 9% y 1%, respectivamente. Para calibrar la pérdida de capacidad adquisitiva y el deterioro de las condiciones de vida experimentada por los trabajadores más vulnerables, hay que reparar que, como se ha mencionado antes, en el periodo considerado, el índice de precios al consumo creció, aproximadamente, un 9%. Con intensidad variable, los otros deciles registraron aumentos en los salarios promedio, aunque sólo consiguieron preservar sus ingresos en términos reales los deciles 7 y 8.

graf4De todo ello se deduce que no sólo se ha abierto la "tijera" salarial, contribuyendo al aumento de la desigualdad, sino que la denominada devaluación interna ha recaído de manera particularmente intensa sobre los trabajadores de menores ingresos. No resulta extraño, por lo tanto, que la categoría de trabajadores pobres (no sólo asalariados) sea cada vez más importante (Eurostat); en 2012, el 12,3% de los empleados formaban parte de este grupo -entre los países comunitarios, sólo Grecia y Rumania ofrecían peores resultados-, lo que, en relación a 2008, representa algo más de un punto porcentual de aumento; en idéntico periodo la población en riesgo de pobreza o exclusión social, una parte de la cual trabaja, ha aumentado en cuatro puntos porcentuales hasta alcanzar el 28,2%.
Hay que ser cínicos, insensibles y mentirosos para afirmar que las políticas aplicadas estos años eran las buenas, ¿para quién?

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