Principio de incertidumbre

La izquierda corresponsable de la crisis

La izquierda corresponsable de la crisis

Julio Anguita (IU) y Felipe González (PSOE), dos visiones irreconciliables sobre Maastricht

El titular de este artículo merece por sí solo un tiroteo. Sólo llevamos una línea y ya parece inevitable. A estas alturas, muchos habrán parado de leer y tendrán el cuchillo entre los dientes: ¿Cómo te atreves?, dirán, acompañando la interrogación de algún esputo afilado para quien suscribe estas líneas. Pero, sí. Toca hablar de la coautoría culposa de la izquierda en la actual crisis económica y, muy especialmente, en su itinerario europeo, donde ha crecido de tempestad a huracán cuestionando el modelo social del Viejo Continente y la propia supervivencia del sueño de la Unión Europea.

Se han necesitado varias decenas de trasvases de tinteros para escribir de la responsabilidad neoliberal en el desarrollo de la crisis y pocas gotas (que no sean de los de siempre) en el colaboracionismo de la izquierda. Ya saben: se ha hablado de la desregulación de los mercados financieros, de la deslocalización de capitales, las burbujas subprime, la austeridad generalizada y, en definitiva, de todos esos lodos que emergieron de aquellos polvos orgásmicos de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, ídolos pop del imaginario neocon. Ese "menos Estado y más mercado" que copó las listas de éxitos en los años 80 es el epicentro, hoy parece incontestable, del cataclismo económico de esta era.

Sin embargo, la izquierda también participó de la fiesta. Podríamos subir de nuevo al titular y pactar una coma entre izquierda y corresponsable, si quieren. Va a depender de si cogemos la parte por el todo o el todo por la parte, pero no deberíamos soltar en ningún caso las solapas del titular para entender cómo hemos llegado hasta aquí. Quizá sea apropiado, llegados a este punto, entregarse un rato a identificar quién es la izquierda, lo que sin duda hará que el número de revólveres retóricos que se apunten crezca exponencialmente hasta infinito.

Por sintetizar y centrándonos en España, podemos distinguir dos bloques de izquierdas bien diferenciados: PSOE y el resto. Es decir, la izquierda mayoritaria y más cercana al centro y aquélla que se precia de purista pero con escaso apoyo electoral comparativamente hablando, teniendo a Izquierda Unida como sujeto político más visible a nivel nacional (aun existiendo otros). Huelga recordar que unos acusan a los otros de ser una izquierda descafeinada (o ni siquiera izquierda), y los otros sostienen que son la única izquierda posible por viable, mayoritaria y moderna. Esquema que también se puede trasladar a Europa. Las dos orillas, lo definió el ex coordinador de IU Julio Anguita. Ahora sí que ya pueden disparar a gusto si quieren.

Como a estas alturas el tiroteo será magnífico, habrá que esperar un párrafo más para proseguir con esta condena al papel que ha juzgado la izquierda en este terremoto. Mientras se hace el silencio y el repiqueteo de los casquillos deja de resonar, aprovecharemos para decir que inevitablemente -aunque sólo sea por sustentar el poder institucional- la crítica está centrada en los partidos socialdemócratas europeos que se agrupan en torno a la Internacional Socialista. Pues estos fueron quienes brindaron su apoyo al origen de la crisis de Europa: el Tratado de Maastricht.

Hace un mes se cumplieron 20 años de la firma del tratado que forjó la UE que conocemos. Allí se entregó Europa al virus neoliberal, acordando la creación de una unión monetaria al margen de una coordinación política que se fundamentase en el principio de solidaridad. De ese tratado salió la premisa de la liberalización completa de capitales y los criterios de convergencia económica, al servicio de las obsesiones neoliberales: austeridad y control de la inflación. Se preponderó el límite de déficit del 3% y la deuda pública del 60% a cualquier otra necesidad económica, como podía ser, y hoy lo estamos viendo, sustentar el Estado de bienestar o apoyar medidas contracíclicas en periodos de recesión. En esa línea, se remató cualquier garantía de intervención institucional para luchar contra una posible crisis prohibiendo al Banco Central Europeo y a los respectivos bancos centrales que comprasen deuda pública a los Estados integrantes. Es decir, se dejó a los países a merced de los mercados.

De ese tratado se entiende la crisis actual. Continuando el repaso por los terrenos de la izquierda, conviene recordar que fue apoyado por socialdemócratas tan ilustres como los entonces presidentes Felipe González y François Mitterrand o el también socialista y presidente de la Comisión Europea de la época, Jacques Delors. Tanto es así, que la Internacional Socialista y la Confederación Europea de Sindicatos (CES) dieron su beneplácito al texto, instando a sus integrantes a defenderlo frente a esa izquierda minoritaria que siempre se mostró en desacuerdo (legendario fue el choque entre Anguita y González en España en torno a esta cuestión).

La continua revisión de los tratados europeos no ha hecho sino incrementar ese sesgo neoliberal de la UE, a pesar de haber existido momentos de mayoría socialdemócrata en el continente. El último capítulo ha sido el Pacto de Estabilidad, que a instancia de Angela Merkel ha aumentado la obsesión por el déficit hasta prohibir de facto el keynesianismo dentro de la UE. Curiosamente, en España ha sido otro presidente socialista el encargado de cerrar el círculo, fijando casi un déficit cero en la Constitución.

La izquierda corresponsable de la crisis

 Los líderes socialistas de Francia y Alemania, juntos en París el sábado. (AFP)

Y por qué les cuento esto, se preguntarán.

Este fin de semana, en plena campaña electoral francesa, se reunieron en un acto público en París el líder del Partido Socialista Francés, François Hollande, y sus homólogos alemán e italiano, Sigmar Gabriel y Pierluigi Bersani, bajo un compromiso común: "Renovar el sueño europeo".

Sus países son las tres principales economías de la zona euro: 200 millones de habitantes y el 50% del PIB de la UE. El compromiso no es baladí, ya que apuestan por devolver el poder político a Europa, "evitando que las finanzas escapen" a su control, y prometen poner al BCE al servicio del crecimiento convirtiéndolo en "el prestamista de último recurso", además de acometer otra especie de Plan Marshall que saque al bloque de la crisis. Es decir, prácticamente apuestan por desandar el camino equivocado que incluso sus propios partidos ayudaron a recorrer.

No es tarde, pues, para que izquierdas mayoritarias y minoritarias asuman la tarea de reconstruir la Unión Europea. Porque la solución no es salir de Europa como apuesta ese euroescepticismo creciente, sino llevarla a lo que siempre debió ser. Una Europa diferente y social, con una izquierda distinta de aquélla que se desfiguró al estornudar en Maastricht hace 20 años.

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