Entre leones

Serpientes de verano

Mientras estuvo José Manuel García-Margallo con mando en plaza teníamos garantizado que Gibraltar, ya fuera en julio o agosto, sería una de las serpientes de verano.

La más sonada de todas fue aquella que vino, a principios de la pasada legislatura, en forma de bloques de hormigón y pinchos. Una farsa de escándalo que perjudicó al Campo de Gibraltar, ya que los llanitos optaron por quedarse en el Peñón ante la hostilidad creada contra ellos.

Por cierto, nadie se ha atrevido aún a publicar debidamente que en aquellas aguas donde fueron arrojados los bloques con pinchos estaba prohibida totalmente la pesca según la legislación española (normativa de la Junta de Andalucía).

Tampoco nadie ha querido echar un vistazo a la explosión de biodiversidad que ha provocado años después aquel arrecife artificial.

En fin, con el nuevo ministro de Asuntos Exteriores, Alfonso Dastis, no es previsible que la serpiente de verano de Gibraltar recorra los rotativos españoles de nuevo.

Como serpiente de verano favorita está sin ningún género de dudas el desafío soberanista catalán. Tras presentar el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, la ley que derogará en 48 horas el Estado en Cataluña si gana el sí el referéndum del 1-O aunque sea por un voto.

Aunque la "ley suprema" y el "régimen jurídico excepcional" que proclama el president apunta a mamarrachada –si añadimos que no habrá censo oficial y que no se exigirá una participación mínima la mamarrachada es para matar elefantes-, en el Gobierno ya se han echado la escopeta nacional a la cara. Dolores de Cospedal, ministra de Defensa de España y de Génova, ya ha dejado claro que el Ejército garantiza "por tierra, mar y aire (...) la soberanía nacional", y la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría ha advertido que en 24 horas se lleva por delante la ley (es de suponer que con el Tribunal Constitucional o aplicando el artículo 155 de la Carta Magna)

A cuál más mamarracho, ¿no?

Ante un problema político, los soberanistas cogen por la calle de en medio y se saltan la ley a la torera, y el Gobierno, tan PP, tan españolista, opta por sacar los tanques, la Constitución y el Tribunal Constitucional a la calle.

El único que ha dicho algo medio sensato ha sido el líder del PSOE, Pedro Sánchez, que le ha pedido a Mariano Rajoy que dialogue con Puigdemont, a ver si es posible evitar el callejón sin salida, el choque de trenes que se avecina.

Hablar, al tan simple, en el caso de Rajoy y Puigdemont es ejercicio extraordinario.

Desde luego, algo nuevo hay que inventar si no queremos provocar una fractura que haga imposible la convivencia. ¿Un desnudo integral de los señores presidentes para arrancar unas risas? ¿Un tratado de paz sin vencedores ni vencidos? ¿Un partido de fútbol con tongo? ¿Un despido pactado de Rajoy y Puigdemont? No sé... Algo para que la bicha no nos muerda  el culo de la soberanía nacional.

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