Corazón de Olivetti

Andalucía como experiencia piloto

 

Entre el paro crónico y la corrupción recurrente, Andalucía ya no es sólo el territorio del predio y la jarana, la eterna estampa que dibujaron los románticos y que todavía perdura a pesar de que el caciquismo ha ido siendo sustituido por los paños calientes del subsidio y el clientelismo de los diferentes poderes. La flota pesquera tan desguazada o más que la construcción, olivares y alcornoques propios pero aceite y corcho ajeno. Eficientes parques tecnológicos y hospitales de referencia. Aquí, los latifundios no fueron liquidados por la reforma agraria sino por las subvenciones comunitarias que parcelaron desde hace un par de décadas la geografía de los terratenientes para trincar dinero fresco con sabor a Bruselas. Picaresca y emprendimiento, emigrantes con microchips e inmigrantes con hipotermia, células madre y la madre que parió a los mangantes, he ahí los mimbres del canasto andaluz que hoy se llenará de votos si el tiempo no lo impide. 109 escaños en juego para un parlamento que, según todas las encuestas, dejará de ser bipartidista.

Las elecciones andaluzas se convertirán hoy, probablemente, en una experiencia piloto de lo que ocurrirá en el resto del país a partir del 24 de mayo y en sucesivas comparecencias electorales. Esto es, confirmará o desmentirá la emergencia de los partidos emergentes. Ya ocurrió en el pasado: en las primeras autonómicas de Andalucía, allá por mayo de 1982, quedó claro que la UCD había iniciado su caída en picado y que sus electores se dispersaban hacia las siglas del PSOE y de Alianza Popular.
Ahora, aquellas dos formaciones –a la luz de los sondeos—parecen en horas bajas, aunque la primera de ellas tenga expectativas ciertas de forma gobierno, sola o en compañía de otros. Ambos partidos cuentan con un alto suelo electoral, pero no se pueden estirar los sufragios y en uno y en otro caso cuentan con mayores rivales en su jurisdicción sociológica. ¿De dónde vendrán los nuevos votantes de Ciudadanos, si es que se confirman sus expectativas mediáticas? Quizá del mismo espectro, más o menos centrista, donde faenaron anteriormente UPyD o el Partido Andalucista.

El nacionalismo andaluz surgió hace 50 años pero hace aguas desde comienzos de siglo. Justo cuando se cumplirán el centésimo trigésimo aniversario del nacimiento de Blas Infante, el partido de la mano abierta registra mínimos históricos de respaldo popular y su presencia institucional se reduce a algunos ayuntamientos, mientras que uno de sus antiguos líderes, Pedro Pacheco, el ex alcalde de Jerez, cumple condena desde el pasado año por un par de contratos irregulares de su personal de confianza. ¿Por qué esta debacle verdiblanca? Quizá haya que remontarse al proceso de cabildeos que siguió a su llegada al Congreso en 1979 y al referéndum autonómico del 28 de febrero de 1980: sus toma y daca con Adolfo Suárez no le beneficiaron, tampoco tenía quien le escribiera y el PSOE de Andalucía supo posicionarse como el mayor valedor de los máximos a los que aspiraba la comunidad. Sin embargo, durante dos décadas siguió teniendo sobrada presencia al sur de Despeñaperros y quizá fueran algunos pufos municipales y su respaldo a los socialistas de Manuel Chaves lo que terminaron precipitando su caída. Algunos resisten a bordo, pero su domingo de resurrección no parece que vaya a ser este.

A pesar de los esfuerzos de Martín de la Herrán en los últimos meses, UPyD sigue siendo en Andalucía el partido de Rosa Díez y Rosa Díez no se presenta como cabeza de lista de estas elecciones cuyos resultados pueden abrir nuevos brotes de divergencia interna. A pesar de una campaña ingeniosa en la que no han faltado mítines en tranvía al grito de "da vergüenza pedir pero más vergüenza da robar", su opción quizá se vea poderosamente lastrada por "Ciudadanos", el partido de Albert Rivera y cuyo cabeza de lista andaluz apenas es conocido más allá de Sanlúcar de Barrameda, su patria chica. Ambas candidaturas pueden repetir el sorpasso que en las europeas de mayo de 2014 desplazó a Izquierda Unida a favor de Podemos. Quizá debieran haber llegado a un acuerdo para viajar juntos hacia las urnas que hoy se abren en la Bética, pero no lo hicieron y mañana ya puede ser tarde.

Hace bien Podemos en mantener su cautela respecto a los resultados de hoy: sus líderes e incluso sus simpatizantes saben que están empezando a dejar de ser una moda para convertirse en un partido. También tienen claro que el PSOE está mucho más fuerte en Andalucía que en el resto del país. Por no hablar de Izquierda Unida, cuyo coordinador Alberto Garzón estaba llamado a ser Pablo Iglesias si los tiempos hubieran jugado a su favor en el seno de la coalición que está dejando de liderar Cayo Lara. También Antonio Maíllo, en esta campaña, ha logrado seducir a parte de los electores que antes desconocían su indudable carisma en las distancias cortas y su aplomo pedagógico en los debates; por no hablar de que ha logrado sacar de su retiro al mismísimo Julio Anguita para apoyarle en público en un proyecto de convergencia que excluye al PSOE. Resulta inexplicable, empero, por qué no ha sacado pecho por el acento izquierdista que sus siglas imprimieron al gobierno bipartito de Andalucía y que sirvió para sacar adelante proyectos legislativos esperanzadores de que otra gobernanza anticrisis es posible.

Teresa Rodríguez, la lideresa andaluza de Podemos, ha dado la batalla en un largo recorrido andaluz que ha incluido desde un insólito día de libranza hasta el desembarco colectivo en sus siglas de antiguos cargos socialistas de Cádiz que habían abandonado años atrás a su anterior partido. Apoyada en los círculos, en los nuevos adeptos y en la estructura de Izquierda Anticapitalista y de otras organizaciones simpatizantes del proyecto, ha apostado por trasladar su mensaje a través del contacto directo, las redes sociales y una discretísima cartelería. Incluso no llegó a comparecer a un debate a 7 en Canal Sur, que hubiera podido proyectar más su imagen, aunque no dejó la silla vacía en la televisión andaluza como hiciera el popular Javier Arenas tres años atrás. Su mitin de cierre no abarrotó el célebre velódromo de Dos Hermanas pero batió la plusmarca de público, lo que resulta sintomático en un momento histórico en el que estos eventos despiertan menos interés que un campeonato de petanca.

¿Podrá Podemos entonar el yes, we can? Resulta difícil aventurarlo. Lo mismo ocurre con el sorprendente apoyo que los demoscópicos otorgan a Ciudadanos. Sobre todo, porque su relato político se asienta en las ciudades. Y aunque Andalucía cuenta con grandes núcleos urbanos más allá de las capitales de provincia, el voto mayoritario se registra en un ámbito rural en donde llega internet pero no el entusiasmo que parece insuflar el boca a boca metropolitano, en una geografía en la que hasta ahora mandaba el Partido Popular.

Es ahí, en esa Andalucía rural en donde el PSOE cuenta con mayores adeptos. Susana Díaz, la candidata socialista, puede haber perdido simpatías propias y ajenas tras sus debates televisados, como aseguran los analistas. Sin embargo, lo más probable es que no resulten significativas a la hora del recuento de sufragios. Por el contrario, no ha perdido tiempo en recorrer de cabo a cabo las autovías y las carreteras secundarias, desde una cartelería en donde primaba el beatus ille de un pueblo blanco, hasta el recorrido triunfal por sus calles, en donde ha recogido más tupperwares y regalitos para su futuro bebé que quejas o increpaciones, que tampoco faltaron con la que está cayendo en la Andalucía del paro, de los ere y de otras maldiciones más terrenales que bíblicas. El "yoconsusana" de su hastag y de su eslogan delata a las claras que su marca personal está por encima de la de sus siglas. Ahora bien, el PSOE andaluz no es un boxeador sonado, pese a todos los pesares. Sin embargo, los votos no se pueden estirar y es dudoso que pueda obtener más respaldo electoral hoy que en las últimas autonómicas por la sencilla razón de que le ha surgido competencia en el flanco izquierdo del censo electoral.

También al Partido Popular le han surgido adversarios en su bancada, aunque no parece que Vox vaya a hacerle sombra alguna a pesar de que hayan fichado hasta a Fran Rivera. El peligro se llama Ciudadanos pero también el escaso impacto de su candidato, Juan Manuel Moreno Bonilla que ha salido reforzado de la campaña andaluza a pesar de que el candidato pareciera ser Mariano Rajoy que, de tanto visitar Andalucía, lo mismo podría haber subarrendado el apartamento de Ignacio González en Estepona. Se juega mucho el inquilino de La Moncloa porque él fue el que designó a su candidato en el sur y sus expectativas, a pesar de la fidelidad clásica del votante conservador, son más bien desoladoras.

La mayoría de las elecciones de hoy, por encima de todo, corresponderá al cuarenta por ciento de indecisos que registran los sondeos. Un voto oculto que, presumiblemente, se prorratee entre los partidos mayoritarios. ¿O no? Las urnas no son una bola mágica, pero a partir de las ocho de la tarde de hoy quizá comencemos a conocer el rostro de la España política del futuro. Tal vez tardemos algo más en calibrar la Andalucía que viene porque en esta campaña, salvo por el mercadeo intolerable del millón de empleos como señuelo más populista que popular, se ha hablado mucho del pasado pero faltaron propuestas para el porvenir.

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