Vale, Obama algo héroe sí es y, aunque su connivencia con Israel me parece vergonzosa, reconozco que llegar y prohibir la tortura (que Bush había aprobado) supone, de facto  y no sólo de foto, un antes y un después. Además, en un año cerrará Guantánamo y proporcionará un juicio a sus 245 presos y torturados. Se acabó ese limbo legal tan inexplicable; tanto, que es más que probable que, tras pasar por el banquillo, unos 120 queden en libertad.  

Si a esto le sumamos que cambie el imperialismo por el multilateralismo y supere la crisis económica mientras pone en pie una especie de seguridad social para los 47 millones de yanquis que no tienen cobertura sanitaria; habrá que rebautizarle, llamémosle Superobamax - que Dios es demasiado grande - y recemos (cada uno al Dios que esté de su parte) porque no le descubran su criptonita y porque ninguna bala perdida o apuntada le pare los pies y, ya de paso, porque cunda el ejemplo como otros que ya cunden... 

Antes de
La Inauguration, otros héroes (anónimos) salvaron la vida en Barcelona a una mujer, que estaba siendo apuñalada por su expareja en plena calle, enfrentándose al agresor o, lo que es lo mismo, echándole bemoles. Wilson, un inmigrante ecuatoriano, la metió en su coche para protegerla de un español que ya le había hincado el cuchillo de cocina seis veces y, junto a un operario del gas y un joven oficinista, consiguieron frenarle hasta que los mossos le echaron el guante. Sólo añado: ¡Ole!  El reciente informe del Ministerio de Igualdad sobre Violencia Doméstica cuenta, entre otras malas noticias, que los crímenes de este tipo se contagian. Ojala las heroicidades también se peguen y que el caso de Jesús Neira no sólo haya servido para que Esperanza Aguirre le utilice dándole un cargo en
la Comunidad de Madrid.