Abans d'ara

No voy a hablar del Papa

No voy a hablar de la visita del Papa, me digo antes de sentarme a escribir esta columna. Sucede que soy de las que respeta profundamente el sentimiento religioso ajeno aunque no las instituciones que quieren coordinarlo. Y soy también de las que piensa que el mundo está lleno de gente que cree en los milagros y los necesita. De hecho, yo misma creo en ellos. He visto muchos. La liberación de Sid Hamed Bouziane, sin ir más lejos, me parece casi casi uno, pintando como pintaba. Pero ver al Papa, no. Ya vi una vez un Papa en México y no sentí nada. Pasó incómodamente vestido, enjaulado y saludando en una escena que recordaba un poco al Show de Truman. Y sin embargo: la histeria por su visita no difiere mucho a otras pérdidas de sentido colectivo que hemos visto en España. Entiendo y apoyo el enojo con la imposición de la visita, la sumisión de las autoridades y el gasto, pero entiendo también que esto no tiene que ver con todos los tipos de catolicismo. Y que hay católicos en países pobres (y también aquí) que son personas sencillas e imprescindibles. Curas que ayudan a comunidades que sin ellos, a estas alturas, no existirían. Y conozco a algunos que han hecho muchos esfuerzos para venir a ver al Papa. ¿Por qué? No sabría decirlo. No he logrado entenderlo. Pero a ellos les gusta, y como dicen en México: si no existieran los gustos, no existiría el amarillo (y dicho sea de paso: justo de México nos ha salido el fanático, ¡qué lástima, caray!) Aunque tampoco he conseguido explicarles que en España la religión católica es otra cosa: que nos molesta el poder de la iglesia, su hipocresía y su desvergüenza para no pedir perdón por nada. Y que por lo tanto resultaba inevitable que nos indignara la visita papal. Que si sanidad gratis para los peregrinos, que si un anuncio en un balcón de Esperanza Aguirre (¡y qué esperábamos!), que si 50 millones de euros (qué patético...) Yo quisiera saber si por lo menos los hoteleros están contentos o los restauranteros de Madrid, los taxistas y toda la gente que está sacando tajada (!al fin!) de estas abrumadoras decisiones gubernamentales. Porque todos contentos, no vamos a estar. Y en este país tan polarizado, menos. Y porque para muchos de nosotros la iglesia que nos ha tocado y sus actos impunes son un insulto y contra esto no hay Papa que valga. Es una relación rota.

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