Ayer había que aguzar la vista para distinguir a Teresa Fernández de la Vega del Secretario de Estado Vaticano, en su visita "privada" a España. El conjunto de un color púrpura suave, entre cardenalicio y obispal, de la Vicepresidenta parecía un guiño a la Santa Sede de que el prelado se encontraba en territorio amigo.

El vicepapa, Tarcisio Bertone, vino casi de incógnito para asistir a unas jornadas organizadas por la Conferencia Episcopal, y se encontró de bruces con Zapatero, de la Vega, y el Rey, con el que acabó almorzando. ¡Hombre, tú por aquí!, se dijeron. También se entrevistó con Rajoy, que le hizo una reverencia hasta los pies.

Y ya que estaba por aquí, una vez más metió sus narices en los asuntos internos de los españoles, sobre todo para ver cómo va lo de la ampliación de la ley del aborto y la asignatura de Educación para la Ciudadanía.

Hay que hacerle la pelota al alto prelado porque, aunque representa al más ridículo de los estados europeos, el único donde los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial se concentran en una única persona que se cree infalible (y no está loco), su poder inmenso le viene por la misma vía que a los ayatolás islámicos: por el dominio sobre las conciencias de millones de creyentes.

Tarcisio Bertone, segundo en la línea de mando de esa monarquía sacerdotal, representa a un Estado muy preocupado por los derechos humanos, aunque jamás firmó ni ratificó el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, ni el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, ni el Protocolo destinado a abolir la pena de muerte, ni la Convención Internacional sobre la protección de los derechos de todos los trabajadores migratorios y de sus familiares, ni la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (ver Wikipedia).

Pero ahí tenéis al vicepresidente de ese Estado, agasajado por los representantes de un país democrático, como si se tratase del campeón de los Derechos Humanos.
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Meditación para hoy:

Todo esto sucedía cuando los obispos gallegos metían sus manazas nuevamente en la vida política. Mientras Fernández de la Vega y Tarcisio Bertone alababan sus modelitos, los cinco prelados de Galicia emitían un comunicado para orientar el voto de su rebaño ante los comicios del 1 de marzo, recordando que los católicos no pueden votar en conciencia a los partidos que defienden el aborto (¿cómo el PP?), a quienes no defienden la vida humana "en toda circunstancia desde el momento de su concepción hasta la muerte".

Pero el gobierno no sólo se amilana ante el poder de la Iglesia. Ayer el PSOE también votó en contra de la petición de ICV de que comparecieran en el Congreso los presidentes de los principales bancos y cajas de ahorro españoles, los de la escena del sofá de Moncloa. Sí comparecerá el segundo nivel, las patronales de la banca, la Confederación Española de Cajas de Ahorros, la Asociación Española de Banca y el ICO, además del gobernador del Banco de España. Como decía ayer Llamazares, "al gobierno se le va la fuerza por la boca".