Fuego amigo

Hordas de parados enviados por ZP

Convendréis conmigo en que desde que el Partido Popular ha perdido la razón (le basta la fe, por eso no tienen que mostrar facturas ni demostrar escuchas ni persecuciones para que les crean) no hay manera de aburrirse. Todo sirve para hacer oposición. Cuando el gobierno socialista sudaba tinta para que el pánico no agravara la crisis, porque no hay nada más miedoso que el dinero, los populares acusaban al gobierno de ocultar a los ciudadanos las dimensiones de la recesión. Es más, no dudan al asegurar que de aquellos polvos vienen estos lodos.

Lección aprendida. Trinidad Jiménez, la ministra de Sanidad, con varios millones de dosis de Tamiflu en la nevera por si acaso, se ha reunido con los responsables sanitarios de todas las comunidades autónomas para coordinar estrategias ante lo que ya nadie duda de lo que será una pandemia de gripe A. ¿Previsión? No. Según Rita Barberá, la señora ministra debería dimitir "por sembrar el miedo".

Miedo. Esa es la palabra mágica estos días entre los cuadros del PP. Como ocurrió en Pozuelo de Alarcón. En esa localidad madrileña, uno de los más feraces caladeros de votos de la derecha, donde llevan años gobernando las tribus de los pelotocas y de los oseas, y uno de los zulos donde la policía ha encontrado más dinamita de la corrupción de la trama Gürtel, también tienen miedo. Se cagan. Porque el miedo es libre, y los del PP necesitan sentirse libres en el "régimen" socialista.

Al parecer, los que promovieron los disturbios tras el botellón no son los hijos pijos de los pelotocas o de los oseas, según González Pons y el alcalde de Pozuelo, sino hordas de parados venidos de fuera, que se divierten así porque no tienen empleo por culpa de ZP.

Os lo advertí: no hay manera de aburrirse con esta gente.

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Meditación para hoy:

En la Comunidad de Madrid hay un gobierno del PP que en sus horas libres se entrena para gobernar España, una España que sueñan sin impuestos, con una sanidad pública privatizada, y un sistema de enseñanza sembrado de colegios del Opus Dei, financiados con fondos públicos.

Pues en ese gobierno trabaja de consejero de Economía un personaje que ha descubierto que las desigualdades sociales han desaparecido. No sé cómo, pero han desaparecido de la noche a la mañana. Se llama Antonio Beteta, y juro por mis niños que ayer dijo esto: "Eso de los ricos y los pobres ya no existe". Sé que dijo algo más a modo de explicación, pero se me atragantó la comida, y me lo perdí para siempre.

La cosa vino a cuento porque el tal Beteta está muy enfadado con la ocurrencia de Zapatero de querer gravar más las rentas de los ricos que las de los pobres. Menudo disparate. Así que para despistar a Zapatero, al sagaz Beteta no se le ha ocurrido nada mejor que hacer desaparecer a los ricos, como en un truco de magia. Muerto el rico, se acabó el impuesto. Pudo haber suprimido a los pobres, pero son más, y no hay dios que esconda a tanta chusma.

Me recuerda aquella greguería de Gómez de la Serna: Si la peor parte en los accidentes ferroviarios se la lleva el vagón de cola, ¿por qué no suprimimos el vagón de cola?

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