Fuego amigo

Paz en la Tierra

La paz es un concepto tan difícil de definir que el propio diccionario de la Real Academia de la Lengua necesita dar varios rodeos en torno a esta voz, aplicándole numerosas definiciones, con la esperanza de que entre todas consigan una idea aproximada de lo que en verdad significa. O, quizá, para que cada cual elija la que mejor se ajuste a su pensamiento ético. Para quienes viven agobiados por la pobreza, el significado clásico de paz no es más que un sarcasmo. La derecha no quiere hablar de proceso de paz en Euskadi porque "sólo hay un contendiente", y una guerra se hace entre dos, al menos. Para los que creen que la paz es simplemente ausencia de guerra, como cuando Bush declaró que la guerra había terminado en Irak, el ridículo puede ser su tumba política.

Recuerdo una de las celebraciones estrella del anterior régimen (era lo que se llama un "régimen de adelgazamiento democrático"), titulada "25 años de paz", vivida por mí el mismo año en que entraba en la Universidad, y que coincidía en el tiempo con la negativa del Mercado Común, la prehistoria de la UE, a la entrada de España en el club europeo. Mientras medio país se acogía en secreto a la definición de la paz de las sepulturas de la dictadura, la otra media acudía a los tedeum en multitud para ver a Franco salir bajo palio entre el humo del incienso de los obispos que tanto habían hecho por poblar las sepulturas de los represaliados. 25 años de paz para unos, y 25 años de represión para otros.

De la misma manera que es difícil definirla, la paz tampoco es un concepto neutral. Aunque parezca mentira, la paz en Euskadi puede ser tan inoportuna para el Partido Popular que para sus dirigentes significaría de inmediato pasar a un estado de desasosiego. Tan es así que este partido no duda en utilizar hasta los medios más rastreros para que el concepto de paz pase a significar cobardía, claudicación, agresión a las víctimas del terrorismo...

Estoy asistiendo perplejo a la reacción de la sección de víctimas del terrorismo (AVT) del PP contra Iñaki Gabilondo por el descubrimiento, en los telediarios de la Cuatro, de que una de las "víctimas", paseada en silla de ruedas en la última manifestación en Sevilla, tan sólo era víctima de la polio, de nombre Joaquín Merino, marido de una concejala del PP del municipio de Umbrete. Para la AVT, quizá aconsejada por los autores del último video de los populares, vale cualquier método, aunque esté fundado sobre una falsedad, con tal de mover a la compasión hacia las víctimas. A Alcaraz le parece "una bajeza moral" que los medios de comunicación denuncien la falsedad, pero no considera una bajeza la utilización de las víctimas en silla de ruedas, como Irene Villa, o una falsa víctima que cuando no está de manifestante camina tan ricamente.

Y todo ello, además, al servicio de impedir que llegue la paz, pues con la inoportuna paz ni los Merinos ni los Alcaraces tendrán reposo, porque de la misma manera que ellos tienen sus víctimas en propiedad también son propietarios del concepto más puro de paz, aunque no coincida con ninguno del diccionario.

Como presidente de la AVAVT (Asociación de Víctimas de la Asociación de Víctimas del Terrorismo) quisiera sumarme a la corriente de amor navideño, pero, la verdad, no me atrevo a desearos la paz por si me la tiráis a la cabeza.
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Meditación para hoy: he visto en televisión a Ana Pastor acercarse al aeropuerto de Barajas "para interesarse" por la situación de los viajeros afectados por la espantá de Air Madrid. Los mal pensados dirán que fue a hacerse la foto, pero yo estoy seguro de que, aunque posiblemente ninguno de los inmigrantes con los que habló la reconocieron, los viajeros frustrados habrán recibido consuelo de un partido político que sí sabe comportarse ante las grandes catástrofes. A mí me tranquiliza que al menos en la oposición practiquen y entrenen los reflejos para el día (que dios quiera lejano) en que vuelvan a gobernar.

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