Fuego amigo

De cómo se llega a ser monárquico o del Atlético de Madrid

En el debate que estamos manteniendo estos días sobre la conveniencia o no de la monarquía he encontrado más de un republicano temeroso que prefiere acogerse al principio básico de la informática: si funciona, no lo toques.
De joven conocí en el círculo de amigos de mi padre a varios monárquicos, y entre ellos a un carlista. Cuando le pregunté a mi padre cómo alguien podía caer en el absurdo de ser carlista a mediados del siglo XX me pareció ver que ponía la cara de estar recopilando las palabras necesarias para explicarme los procesos que se desarrollan en el mundo cuántico de las partículas subatómicas. Por lo menos. "Pues uno es monárquico, o carlista, de la misma manera que es del Atlético de Madrid o del Deportivo de La Coruña". Mi padre era profesor, y lo explicaba todo tan fácil que desde aquel instante supe que de mayor llegaría a descifrar sin problemas, gracias a su método, la Teoría de cuerdas y cuantos fenómenos cuánticos se cruzaran en mi camino.
Si le preguntas a un monárquico por qué es monárquico te dirá también "porque funciona", y no importa que le contestes que también las repúblicas funcionan, o que hay monarquías abominables como la de Arabia Saudí.

Como diría el muñeco de Jesulín de Ubrique, la monarquía es como los toros. Ambas comparten esas razones que la razón ignora. Como esos amigos inteligentes, afiliados a una ONG, brillantes profesionales, que adoran a sus hijos, a la mujer de su mejor amigo, a los perros, que ayudan a cruzar a los ciegos en los pasos de peatones, pero que adoran la fiesta de los toros.
Uno se pregunta cómo personas tan sensibles como ellos pueden soportar el espectáculo de la tortura de un toro en la plaza, y lo que es peor, cómo pueden reconocer arte en aquella orgía de sangre, en la agonía de un animal tan noble, mientras el matador compone ridículas posturitas de ballet marcando paquete.
Y me quedo pensando que es más fácil entender por qué alguien llega a ser del Atlético de Madrid que aficionado a los toros o a las monarquías. Que ya es decir.

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