Fuego amigo

La maldición de las Azores

La leyenda de la "maldición de Tutankamon" aseguraba que el espíritu del faraón se vengaría con la muerte de quienes profanaran su tumba. Dio para mucho en la literatura de misterio. Ahora sabemos que la versión moderna de la maldición clásica es la foto de las Azores, contra los profanadores de la legalidad internacional que colaboraron en la invasión de Irak.
Aznar, pobre hombre, va por el mundo repartiendo risas y conferencias (conferencias que dan para unas risas), convencido de que es un líder cósmico en período sabático, y cada día se parece un poco más a su caricatura, de tal manera que tengo miedo de que hasta llegue a caerme simpático. Llevó a su partido a la derrota en las urnas, después de haber despreciado el dato de las encuestas que le avisaban de que el 90% de la población española condenaba la invasión de Irak.
El otro actor, Tony Blair, que ha reconocido ya públicamente que las cosas no van bien en Irak, ni en su propio partido, está en mínimos históricos de popularidad, y, según auguran las encuestas, sus conciudadanos están esperándole en los próximos encuentros electorales para pasarle la factura por haberse puesto entusiásticamente al frente de la invasión.
Y lo de Bush, ya lo veis, se comenta por sí solo. Los republicanos han perdido la mayoría en la Cámara Baja y faltan los últimos datos de Virginia para confirmar que también se quedan en minoría en el Senado. Le quedan a Bush dos años de calvario, sin fuelle ya para falsear los datos del constante número de bajas entre sus filas y la sangría presupuestaria para mantener la guerra, por lo que ha comenzado a soltar lastre con la dimisión de su ministro de Defensa, Donald Rumsfeld, el genial estratega de la ocupación, la colosal chapuza que lleva camino de empequeñecer el fiasco histórico de Vietnam.

Hicieron muy bien en sonreír en la foto de las Azores porque va a ser el epitafio político de todos ellos. A los muertos es mejor recordarlos en los mejores momentos de sus vidas.
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(Larguísima meditación para hoy: Los profesores catalanes han salido ayer en manifestación contra la violencia en las aulas. Las crecientes cifras de docentes con síndrome de ansiedad y depresión, por no decir miedo puro, creo que exigen una larga pensada sobre lo que está ocurriendo en la enseñanza, lo que quizá nos lleve a meditar sobre lo que está sucediendo en realidad con los métodos educativos, o de falta de educación, en la familia y la sociedad. Si desde la infancia no se aprende a respetar valores como la autoridad en el seno de la propia familia -la autoridad moral, la autoridad científica y cultural, la "auctoritas" de los romanos, la que tiene mucho más valor que la "potestas" impuesta por la fuerza- la falta de educación se reproducirá en la escuela sin solución de continuidad.
Hace ya unos meses sacamos este tema a relucir, y veo que poco avanzamos desde entonces. Para no repetirme os reproduzco lo que pensaba en aquel momento y que hoy, tras esa manifestación de los profesores catalanes, mantiene todo su valor.
Soy hermano, tío y amigo de profesores. Y todos ellos, sin excepción, describen su labor diaria como una pesadilla, donde se discute incluso si el docente debe enseñar subido o no a una tarima (parece ser una amenaza terrible para la sensibilidad de los adolescentes), donde todos los alumnos se saben de memoria sus derechos pero parecen olvidar sus deberes. Al alumno no se le puede levantar la voz, ni expulsar de clase, a no ser que haya incurrido en delito flagrante, y si después de una especie de tribunal de profesores se decide su expulsión, ésta no puede exceder de 29 días. Al término de esa vacación forzosa vuelve como un héroe a ojos de sus compañeros. No importa que el alumno sea un cafre, un vago o un imbécil clínico, él sabe que aunque suspenda pasará curso, en una especie de promoción automática "por imperativo legal". Mediante tan ingenioso sistema, el resto del alumnado debe ponerse a la altura que le corresponde, o sea, al ritmo de los mediocres e indeseables, para que estos no se sientan abandonados en su inmensa necedad. Así, todos iguales. Como resultado, pueden llegar a las puertas mismas de la universidad después de acumular una vastísima ignorancia, tras haber rebajado la calidad general de la enseñanza en todas las aulas por las que han vegetado. Y todo ello es el fruto de una de las reformas educativas más incomprensibles del PSOE, alimentada por un mal entendido sentido del principio de autoridad.)

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