Ha terminado la semana de pasión. Cada personaje ha cumplido su encargo en la trama. Judas, al infierno. El ladrón bueno, por arrepentirse en el último momento, al Cielo, a pesar de su vida delictiva. La Magdalena, redimida. Y a Cristo lo crucificaron por revolucionario, por rebelarse contra el invasor.
Siempre me intrigó la diferencia injustificable entre el rigor de las penas impuestas por dios y las aplicadas por la justicia de los hombres. Por ejemplo, nunca entendí cómo, tras una vida ejemplar, alguien podía condenarse a sufrir el fuego eterno porque, a última hora, en el lecho de muerte, le había asaltado un mal pensamiento con la enfermera estupenda que mitigaba el dolor de sus momentos finales.
Como creo que el curita todavía anda vivo, ¿a qué pena castigaría a los que robaron 2.500 millones de euros en Marbella? ¿A morir lentamente en la cruz? ¿A restituir lo robado? ¿O les perdonaría sus pecados tras el preceptivo abono del diezmo, el diez por ciento de los sustraído, y aquí paz y después Gloria? Me muero de curiosidad.
Comentarios
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