Fuego amigo

La primera baja del Estatut

José Bono, hasta ayer ministro de Defensa, asegura que se va de la vida política (¡como si en la política hubiera vida!) por voluntad propia, y no expulsado por el asunto del Estatuto de Cataluña, como había sugerido Mariano Rajoy inmediatamente después de conocerse la noticia.
No es necesario tener bien contrastadas las dotes de adivino, como el jefe de la oposición, para suponer que esa es la razón principal por la que Bono, aunque lo niegue, abandona el cargo. El Estatut es como esos cañonazos de potencia brutal cuya fuerza de retroceso causa tantas bajas entre las filas propias como el proyectil en el enemigo.
A Paco Vázquez, un antinacionalista confeso, lo enviaron a Roma, una vez que veía peligrar su próxima mayoría absoluta en las municipales, para mejor aprovechar entre la curia vaticana sus habilidades de cardenal renacentista. En el altar del presidente de Extremadura, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, se ha sacrificado el término nación del Estatut porque de lo contrario amenazaba con dar un portazo al partido Socialista. Alfonso Guerrra, a la sazón presidente de la comisión Constitucional del Congreso de los Diputados, no se cansa de mandar recados, un día sí y otro también, de que ya hemos tocado techo en el tamaño de las transferencias autonómicas.

Y ahora Bono, cuya antipatía hacia Maragall es tan grande como el propio desmentido de que ambos se aborrecen. A primeras horas de la mañana de ayer circulaba el rumor por el foro de que el ex ministro es la baza oculta de ZP para la alcaldía de Madrid o, vaya usted a saber, para la Comunidad Autónoma.
Bono, muy emocionado en su despedida, lo ha desmentido inmediatamente, pero ya sabemos que en política un rumor sólo alcanza la categoría de certeza cuando el interesado lo desmiente. Si es así, ¿se os ocurre mejor candidato socialista para la alcaldía de Madrid -de centro, católico y sentimental-, que José Bono? ¿Cuántos votos creéis que robaría de la cantera de votantes naturales de Ruiz Gallardón?
Si esa jugada, por supuesto desmentida, saliera adelante, habría que reconocer que ningún presidente como ZP ha sabido hacer con tanta maestría de la necesidad virtud. Atentos, pues, a las pantallas.

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