Fuego amigo

Donde dije digo, digo debate

Ser político no debe de ser nada fácil, sobre todo teniendo en cuenta que, en la era de la información electrónica, la memoria histórica de las hemerotecas está a nuestro alcance de manera instantánea, y es testigo fácil e inmediato de todo cuanto decimos o escribimos. Y en política a veces se dicen cosas que ni los propios autores las reconocen con el tiempo. Ahí están los escritos facciosos del hombrecillo insufrible, cuando apenas era un joven falangista, en contra de la democracia y la Constitución, o las soflamas de Felipe González contra la OTAN antes de llegar al gobierno.
El caso más dramático y vergonzante que conozco es el de Mariano Rajoy. Un día, el 9 de diciembre de 1985, decía esto: "Creo mi deber afirmar que los comportamientos personales de Manuel Fraga no me parecen, desde luego, ni correctos, ni democráticos, ni leales". Casi un año después de la tragedia del Prestige, cuando al fin tuvo que dar la cara ante los gallegos sobre la gestión desastrosa del gobierno del PP en el asunto, se acercó de mala gana a su Galicia natal para corregir aquel lapsus histórico con esta otra perla: "He venido a decirle a todos los gallegos, representados en el presidente Manuel Fraga, que, como gallego disciplinado que soy, vengo a ponerme a su disposición".
La política es así. Un día estás a punto de matar a un compañero y otro día le comes los mocos. Un día, Pujol enano, habla castellano, y otro día es un político con alto sentido de la responsabilidad. Un día negocias con ETA, como hizo el gobierno de Aznar, y otro día avisas solemnemente que tan solo mantener contactos con la banda terrorista es ya traicionar a las víctimas. Y sendas afirmaciones hay que presentarlas con la cara que se le supone al que aporta una verdad revelada.

El último ejemplo de la pérdida de memoria, o de memoria selectiva (como la sordera de algunos jubilados, que oyen sólo lo que les conviene) de José María Rajoy es la petición a ZP de un debate en televisión para que "todos los españoles sepan lo que se está haciendo con la lucha antiterrorista". Y, atención, porque continúa: "Creo que no hay petición más democrática que ésta". ¿Es el mismo Mariano Aznar que se negó a un debate en televisión en los días anteriores a las elecciones generales de 2004, cuando el candidato de la oposición le pedía un cara a cara público, porque es una petición democrática? Es el mismo. Lo que ocurre es que entonces, antes de los atentados del 11M, el candidato del PP se sentía seguro, con las encuestas ligeramente a su favor, y no quería arriesgar un mal paso que pusiera en peligro su ventaja. Es decir, fue una decisión ventajista en la que no importaban tanto los españoles que deseaban saber por su boca el programa político del PP como su estrategia particular.
¿Vosotros creéis que Rodríguez Zapatero debería aceptar el reto? Yo creo que sí, entre otras cosas para demostrar una cortesía de la que carece el líder de la oposición. Además, creo que es de un valor cívico imprescindible en estos momentos contraponer el famoso talante, que tan de los nervios pone a la extrema derecha, a la actitud chulesca y grosera de Rajoy. Y pondría, además, a todos los niños a contemplar el debate, como un Barrio Sésamo de telerrealidad, para que reciban en tiempo real una lección sobre cómo comportarse en la vida ante la actitud de los matones.
Y si además nos cuenta buenas noticias sobre la marcha de las conversaciones, negociaciones o cambios de impresiones con la banda terrorista, pues miel sobre hojuelas.

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