Marcha a Bruselas

Muerte de un poeta

Muerte de un poetaANA CUEVAS

La Marcha a Bruselas arrancó desde Aragón empujada por un día de intenso cierzo. Así es el viento de esta tierra: salvaje, inmisericorde, racheado de la furia del que reclama libertad. Ese ariete de aire impulsó el comienzo de nuestra aventura. Entre sus indómitas ráfagas, algunos adivinamos la melodía del himno de esta patria : El Canto a la Libertad.

Así lo entendemos todo un pueblo, un canto propio que no necesita que ninguna institución refrende la verosimilitud de lo que siente.

Varias generaciones de aragoneses hemos crecido escuchándolo. Resonó desafiante durante la dictadura y se convirtió en una declaración de principios en la sempiterna transición de la que todavía no acabamos de librarnos.

Hoy he tenido que contar a mis amigos de la Marcha que Labordeta, nuestro entrañable "Abuelo", ha fallecido. Todos sabíamos de su larga enfermedad y de su tozuda resistencia para abandonarse a los brazos de la muerte. Pero la Parca siempre acaba ganando la partida. O al menos, eso se cree ella.

Amaneció el domingo barriéndonos las legañas con otro vendaval terrible: el cáncer nos había arrebatado a José Antonio. Su deserción, aunque sea involuntaria, nos deja un poco huérfanos. Pero con la inmensa fortuna de ser los herederos de su estela. De ese camino que tantas veces recorrió llevando el corazón en la mochila. Asomándose a las gentes y paisajes de las sendas, como un poeta nómada, en busca de un lugar donde ser libre no doliera.

Y hayándolo en el propio recorrido. Como nosotros. En cada paso, en cada aldea, en todas y cada una de las personas que comparten su pan y su alegría y nos reciben con los ojos plagados de esperanza. La misma que Labordeta derramaba cantándole a esa tierra prometida llamada Libertad.

Decía que sus ocho años en política casi le secan el alma. Que el mundillo patibulario de la Cámara de los diputados consiguió agostar todos sus versos. Era mentira. Vencida la inevitable náusea, Labordeta se sobrepuso a la angostura de esta gente y les gritó la voz del pueblo que, harto de tanto bandolerismo y cicatería, bramó por su boca: ¡A la mierda!

El verso más breve y escatológicamente puro que puede gestar cualquier poeta para definir la condición de los que no respetan ni a su santa madre.

Los activistas de la Marcha a Bruselas estamos de duelo. Dedicaremos toda la jornada del lunes a recordar su memoria celebrando, en la ciudad de la luz, varios actos en su honor.

Pero aunque ya se haya ido, no nos abandona. Su palabra , como un trueno hecho de forja y de tierra, nos acompañará hasta Bruselas. Será una parte sutil del equipaje. Un renglón de desesperada poesía, de valor, de compromiso, de fuerza viva.

Porque su muerte es un mero trámite carnal. Una insignificante circunstancia frente a toda la luz que arrojó durante su existencia.

Así que te arrebataremos a la noche eterna. Robaremos tu esencia de cascarrabias soñador de ojos abiertos para hacerla nuestra. Y como el cierzo, ayudarás a aligerar nuestros pasos para guiarnos hacia esa hermosa patria de la que tan bien nos cantabas.

Hasta siempre. Que la tierra te sea leve, compañero.

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