Modos y Modas

En el mapa

EL OJO DE LA MOSCA // JULIÁN HERNÁNDEZ

Las citas siempre están de moda y, aunque citar sea un modo de desafiar a la memoria, un servidor se va a arriesgar (como la viejecita del concurso): Herman Melville decía que los sitios de verdad son los que no salen en los mapas. Estamos todos muy peces en geografía por culpa del fracaso escolar, la disolución de la Unión Soviética y las guerras que desmantelan la ruta de Marco Polo. En la tele, en los periódicos y en Internet se nos bombardea con mapas para recordarnos dónde estamos o dónde suceden las cosas (quiénes somos o qué son las cosas son harina de otro costal). Poner a alguien en el mapa significa sacarlo del ostracismo, meterlo en la pomada. Los mapas del tiempo nos cuentan cómo son las conversaciones intrascendentes en Kabul; en traducción libre: "Pues parece que hoy va a llover, vecino". El kabulense (o kabulí o como se diga) no sabe si va a ser agua o bombas lo que llueva, pero el mapa del tiempo nos da un idea de su vida cotidiana. El mapa de la radiación de fondo del universo es, a su manera, un mapa del tiempo cósmico. Tiene zonas frías y calientes como el cuerpo humano. La cartografía interior ya es más complicada. En su novela "Nocilla dream", Agustín Fernández Mallo hace una aproximación a un mapamundi de las micronaciones. Todos vivimos en alguna micronación así que habrá que concluir con un pareado: como mi hogar está donde cuelgo mi sombrero, tendré que hacer un mapa de mi perchero.  

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