Modos y Modas

Perder la gracia

CUALQUIERA TE DICE NADA // ALBERTO OLMOS

A veces tengo la sensación de que se me va a caer un vaso al suelo y todo va a empezar a torcerse. Da igual lo amarrada que tengas tu vida, las pocas pistas que haya de que las cosas puedan comenzar a ir mal; es el vaso, su rotura, lo que puede acabar contigo.

Ese delgado límite entre la bonanza y el fracaso es en realidad de lo que hablan los periódicos. Cuando los titulares de portada narran guerras y fusiones, muertes, grandes cambios en el paisaje, es que no está pasando nada. Cuando las noticias son casi pueriles, ridículas ("¿Por qué no te callas?"), entonces sí que hay algo en la realidad que pide paso. Las revoluciones tienen cunas muy modestas. 

Nuestro monarca, por ejemplo, ha perdido la gracia, seguramente no la del mar y su yate, pero sí la de la calle. Don Juan Carlos I ya no figura en nuestra cabeza como algo que puede seguir estando aquí mañana, jugando de titular; ahora le vemos más como estrella que declina: en la tele tiene algo de documento histórico, su presencia es casi el detalle que tenemos de acordarnos de él.

Similar impresión me transmite Fernando Alonso y tantos otros héroes ayer inamovibles. Perdieron la gracia. No en vano la industria más importante de nuestros días, el márketing, no es sino la gestión de esa gracia: cómo hacer para que la ilusión no se quiebre. 

Porque cuando se quiebra, cuando se rompe el vaso en la cocina, nadie ayuda a recoger los pedazos.

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