O es pecado... o engorda

Solo, fané y descangayao

Este, pero en femenino, es el título de un tango que me encanta. El tragedión que cuenta Gardel no tiene nada que ver, pero estos tres calificativos describen a la perfección cómo se siente, tarde, de vuelta a casa de las clases, del trabajo o de la búsqueda del mismo, el que vive sólo, con poco dinero y escasas aptitudes culinarias. Sin cachivaches ni cocina como las de los programas de la tele, sin ingredientes en el desértico frigorífico, ni ganas de ponerse a hacer nada. Pero queremos comer bien, suficiente, económico y sostenible, o sea, no tirar comida. Empezamos...tio comprando

Toma de posiciones

Echa un vistazo a los armarios de la cocina: intenta tener cacerolas, sartenes y recipientes pequeños, de una o dos raciones. Te ayudará a calcular. También otros fáciles de acumular en el congelador para cuando te hayas pasado con las cantidades. No hace falta que te hagas un ajuar. Puedes reciclar frascos, botes y hasta tetrabriks. Tampoco te preocupes por tener utensilios muy precisos. Si al final esto de la cocina te gusta, ya irás viendo lo que vas necesitando.

Toma de conciencia

Enfréntate a ti mismo y a tus miserias. No es lo que quieres comer, sino lo que comes... Es decir, no se trata de comprar coles de bruselas, brécol, pechuga de pavo y yogures desnatados que luego nos va a dar una pereza inmensa cocinar y comer. Llenar nuestra nevera no puede ser un desiderátum. Vamos a ser realistas: compra lo que te gusta comer, aunque dentro de unos criterios saludables.

La famosa "compra inteligente"

Intenta comprar, por lo menos, un día por semana. Si puedes en un mercado, mejor. Y aprovecha para hacerte amigo del carnicero y del pescadero. Esas siempre son buenas compañías.

Haz una lista, pero no como si fueras una familia con sus siete desayunos, siete comidas y siete cenas. Porque por experiencia sabes que un día no comerás en casa, otro no te apetecerá lo que tienes, otro no tendrás ganas de cocinar... Comprueba la lista antes de salir de casa. No se por qué hay cosas que tendemos siempre a comprar "por si acaso" y acabamos acumulando seis frascos de salsa de soja, cinco de mayonesa y otros tantos de Nutella.

Pequeños formatos

Compra en pequeñas cantidades, sobre todo la fruta y la verdura. Es lo que más frecuentemente acaba en la basura. Desconfía de los descuentos del 3 por 2 a no ser que estés muy seguro de que lo consumes.

Cada vez hay más productos que se venden en formatos menores. A la larga, un envase pequeño de tomate frito resulta más rentable que un "tamaño económico" en el que acabaremos criando moho.

Los congelados

En muchísimos casos, un producto congelado es una garantía de calidad. Siempre que  hayan mantenido la cadena del frío. Y eso cada vez se cuida más. Con las verduras, por descontado. Con el marisco, además, el precio se abarata y nos permite darnos un homenaje de vez en cuando.

En cualquier caso, saca de cada paquete sólo lo que vayas a comer en el día y déjalo descongelar poco a poco en el frigo. Eso sí que te exige un pequeño esfuerzo de previsión. Todo sea por tener algo apetitoso que –a falta de otra cosa- nos de la bienvenida al llegar a casa.

Congela pan. Es más práctico guardarlo en rebanadas: se descongela mejor y se puede tostar directamente. Y así no corres el riesgo de pasarte la vida comiendo de bocatas.

Cocinillas

Ahora viene la verdadera prueba: cocinar. Se comprensivo contigo mismo y no tires la toalla. Si no fuera por el derroche de "autopaciencia" que me dedico cada semana a la hora de actualizar este blog, no me estarías leyendo ahora. A cada uno le cuesta lo que le cuesta, pero casi todo es superable. Cocinar sólo para uno tiene un escollo: las cantidades. Tendrás que hacer un esfuerzo suplementario con las recetas porque la mitad de las cantidades de una receta no tienen porqué corresponderse automáticamente con la mitad de los tiempos de cocción.

A veces tendrás que ir probando y sobre todo tendrás que apuntar las variaciones para la siguiente vez que hagas el plato. Acostúmbrate también a pedir recetas a tu madre o a tus amigos cuando te inviten a comer. No hay cosa que más halague la vanidad de un cocinero doméstico. En cualquier caso, hay un montón de recetarios para solos, solteros, singles o como se quieran llamar. En internet  o en librerías . Signo de los tiempos.

Lo que sobra

A pesar de todo, en todas las casas se calcula por encima. De hecho, las madres solían ser grandes "aprovechadoras de sobras". Pero la tradición se va perdiendo. La manera más práctica de conservar es la congelación. Casi todo se puede congelar. Las patatas no, por cierto. Si teneis un poco de paciencia, etiquetad las cosas. En el congelador todo se parece.

Otra forma muy sencilla de conservar algunas cosas, como los pimientos o las setas cocinadas es meterlas en un frasco de cristal con una ligera película de aceite crudo por encima. En el frigorífico siempre es mejor tener las cosas envueltas en papel transparente: los olores y los sabores no pasarán de unos a otros y, como en el caso del queso, no proliferaran los hongos.

Ya veis, no digo yo que todo se pueda solucionar. Seguramente lo de dejar de estar sólo es más difícil –aunque una buena cena es un elemento de seducción a tener en cuenta- pero podemos intentar remediar lo fané y lo descangayao.

SALSAS

Para la pasta o para el pollo o un pescado, unas salsas sencillas son la gran solución.

Un pescado a la plancha está exquisito con una AJADA. En una sartén con aceite, freímos simplemente uno o dos ajos cortados en láminas. Si os gusta el picante, una guindilla roja pequeña le dará un punto. También alegra mucho la salsa un chorrito de vinagre, puesto en la sartén cuando se haya enfriado un poco el aceite. O un pico de pimentón, con cuidado de que no se queme. Sobre el pescado es una delicia.

Si un día haces carne, no te preocupe hacer demasiada SALSA CON VERDURAS. Se prepara en la misma cazuela donde has dorado la carne y una vez apartada, con una cebolla, un puerro, una zanahoria y ajo. Todo bien picado. Se pocha hasta que todo esté blandito y se le pone una copita de vino. Luego habrá que pasarla. Esta salsa se congela estupendamente y otro día la puedes aprovechar.

Por último, la clásica para pasta, la BOLOÑESA, que también se puede congelar. Esta necesita una cebolla grande que pochamos con una zanahoria y a la que añadimos ½ kilo de salsa de tomate. A los diez minutos, le incorporamos ½ kilo de carne picada y le ponemos lo que nos guste: orégano, pimienta, albahaca... En cinco minutos, ya está.

Más Noticias