O es pecado... o engorda

Alquimia nutricional

Desde hace mucho tiempo no falto a la cita anual con Biocultura. Me sigue fascinando la mezcla de misticismo, magia blanca, ruralismo y caprichos –muy caros casi siempre- de los forofos de lo natural. Quienes me acompañaban en esta ocasión decían que, de alguna forma, tiene el aspecto de una feria medieval. Más genuina por cierto que muchas de las que se llevan de pueblo en pueblo, con su gente disfrazada y su cetrería, en plan parque temático.

Porque en Biocultura, se vende de todo: ropa, comida, aperos, amuletos, muebles, masajes, tratamientos y bálsamos de Fierabrás de todo tipo y condición. Y sí, algunos stands recuerdan a aquellos charlatanes de feria expertos en crecepelos, a los sacamuelas y a los descubridores de la fuente de la eterna juventud. Incluso puedes salir de allí con la convicción de que llega el fin del mundo, pero no te lo dicho un monje mugriento y gritón, sino un ecologista laico muy serio que te pone los pelos de punta con las radiaciones de las antenas, el cambio climático o los posibles envenenamientos masivos por los transgénicos.setitas

Todo es cuestión de fe. Y no sólo en lo que respecta al mundo de lo llamado "alternativo". Porque el mismo mecanismo funciona para admitir sin duda el supuesto valor terapéutico de los bífidus activos, el valor adelgazante del agua mineral o lo bien que se duerme en unos colchones que hacen nosequé con los aniones, todo ello anunciado en televisión. Cada uno es libre de creer lo que quiere y puede. Y tampoco se libran los científicos. También ellos asumen a pies juntillas todo lo que publican en revistas científicas aunque, años después y en algún caso, se admita que se hicieron con datos falsos o poco contrastados. A algunos asuntos de clonación, me remito.

A lo que vamos. Después de leer que uno de los "secretos de belleza" de Isabel Preysler se contiene en dos pastilleros y recordar el cóctel que el propio Sánchez Dragó consideraba la gran fórmula del antienvejecimiento en "El sendero de la mano izquierda",  este año me interesé sobre todo por los complementos nutricionales. Por supuesto no voy a tirar la primera piedra, porque tengo que reconocer que yo defiendo –y practico- el magnesio en versión Ana María Lajusticia. Y tiene su mérito porque el mejunje hay que prepararlo en casa y además sabe a rayos. Pero me sienta fenomenal y me parece verosímil la explicación de que nuestro cuerpo lo necesita y la comida ya no nos lo proporciona porque la tierra de cultivo no lo contiene.

Pero –repito- admito que es cuestión de fe. Me convence la tesis es que los propios alimentos son menos nutritivos ahora por la falta de crianza natural  y reconozco también que quizás necesitemos los complementos nutricionales porque no hay manera, por lo menos en mi caso, de comer tan equilibradamente como al parecer se debe.

Pero además de vitaminas o minerales concretos, los stands de ferias como Biocultura, nos proponen superalimentos. Pero, a ver, parece que no vale comer brecol, manzanas, zanahorias, lentejas... los del mercado, vaya. Sino que todos los años se descubren nuevas minas de salud y de juventud, todas llegadas de países exóticos y lejanos: antes fueron las bayas de goji, la espirulina, la quinoa...

Este año hay más. Nos han descubierto las excelencias del baobab africano, cuya pulpa aporta toda la fibra, los minerales, las vitaminas y los aminoácidos necesarios. Nada menos. He conocido una distribuidora de plantas de la Amazonía que asegura que "la Flora amazónica es la cuna de remedios que mantienen nuestra salud y nos curan". Ofrecen guaraná, mate, acerola y varias plantas más de las que nunca había oído hablar. Todas maravillosas. De más cerca, del valle del Cinca, nos ofrecen el sirope de piñas de abeto como antioxidante y expectorante. Y también muy a mano, el trigo, del que nos ofrecen una sanísima clorofila para beber, asegurando que es  "un alimento natural completo aportando toda la nutrición que necesitamos". Eso sí, hay que comprar el aparatejo para conseguir licuar la hierba.

También he encontrado un stand apasionante: el de las setas. Bajo el lema: "Micología aplicada a la alimentación, la salud y el medioambiente" proponen cultivo en casa para los alumnos aventajados y también complementos alimenticios para los más vagos o menos hábiles. Entre ellos, el que tiene como base la Reishi, Ganoderma lucidum, la estrella de los suplementos alimentarios, la panacea contra el envejecimiento, una de las imprescindibles de Sánchez Dragó. Que conste que a mí ya me tienta.

Pasear por los stands alimentarios de Biocultura es toda una prueba para el sentido crítico. Pero como soy como Santo Tomás y me gusta probar antes o por lo menos que lo prueben mis amigos, este año me he lanzado a los germinados. He comprado un sencillísimo sistema para hacer brotar en casa rabanitos y puerros, que me consta que aportan a la ensalada un sabor picante y muy especial. Ah, y además parece que, como son "alimentos vivos", también son muy sanos.

 

TOSTA DE TROMPETA NEGRA CON HUEVOS DE CODORNIZ

Esta receta la copio del catálogo de Hifas de Terra, los que comercializan las setas, y corresponde al primer premio de su propio concurso de recetas. La trompeta negra se compra deshidratada

Ingredientes

Rebanadas de pan de leña

Trompeta negra deshidratada

Cebolla y patatas

Huevos de codorniz

Elaboración

Confitar la trompeta negra en un buen aceite de oliva hasta que se ablande

Cocer la patata y pochar la cebolla

Sobre la rebanada de pan, poner la patata, la cebolla y la trompeta negra. Poner encima un huevo de codorniz con unas escamas de sal.

Hornear a 180º durante cinco minutos

 

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