O es pecado... o engorda

Tengamos la cena en paz

Dice el refrán que "en la mesa y en el juego se conoce al caballero". Desde luego, en la mesa a quien se conoce, seguro, es al guarro y al maleducado. En estos días de cuchipandas varias, no se trata de ser tiquismiquis, se trata de utilizar el sentido común y el respeto a los demás. Principios que, al parecer, no eran tan comunes en la Edad Media, una época en la que algunos comensales debían hacer verdaderos esfuerzos por no morirse de asco con las actividades de sus vecinos de mesa. Los más finos escupían hacia atrás, en vez de sobre la mesa, cayera donde cayera. Unos pocos también advertían sobre la inconveniencia de hurgarse la nariz. Y, en cualquier caso, procurara no sonarse en el mantel. Probablemente, quienes cumplían ese primitivo protocolo serían considerados unos cursis porque hasta el siglo XV o XVI no se generalizaron esos mínimos requisitos de, por lo menos, higiene sobre la mesa.

En medio, y hasta ahora, se ha pasado por páginas y páginas de protocolos más o menos estrictos, que pasan por establecer por donde se sirven comida y bebida o por dejar los cubiertos de una manera precisa... Pero como la mayor parte de nosotros tenemos pocas posibilidades de comer con el cuerpo diplomático en pleno, o con los miembros de la casa real, dejaremos estos temas a un criterio lógico y práctico.cena de navidad

¿Qué se les dice a los niños? No comas con la boca abierta, no cojas trozos demasiado grandes, come lo que te pongan... Cosas obvias. O no tan obvias. Porque... ¿qué hacemos con los brazos? En nuestro entorno la norma es tenerlos siempre encima de la mesa, pero sin poner los codos. En cambio, si comeis con árabes, la cosa cambia. La mano izquierda, la mano impura, debe estar fuera de la mesa. Sólo se come con la derecha.

Y, cuidado, ya sean marroquíes, saudíes o tunecinos, no se os ocurra pegar el gran eructo al final de la comida. No se si se trata totalmente de una leyenda urbana o alguna vez fue un uso corriente pero ahora es una cochinada, sin más, para ellos y para nosotros. Eso sí, los árabes suelen levantarse de la mesa nada más terminar de comer, prefieren la siesta a la sobremesa.

Otra cosa son los orientales. Para los chinos, cuantos más regüeldos y ruidillos de masticación y chasqueos de lengua emitas, más estarás agradeciendo la comida al anfitrión. Los japoneses son más finos, pero en ambos países se admite como un hecho natural sorber profusamente la sopa. Los fideos y los trozos se cogen con los palillos pero el líquido se bebe, en ambos casos acercando el cuenco a la boca.

Cuidado con los palillos, con saberlos manejar con fluidez –que ya es un logro- no es suficiente. Hay que cumplir unas normas muy precisas: con ellos no se tocan los labios porque sirven para  tomar la comida de un plato común, los trozos no se pinchan ni se ensartan, no se clavan en el arroz, no se dejan encima del plato ni del tazón y, por supuesto, nunca se señala a nadie con ellos, algo considerado toda una ordinariez.

Pero bueno, es bastante improbable que celebreis una cena de Nochebuena con árabes y orientales. Es más lógico pensar que vais a tener que compartir mesa y mantel con la familia, más o menos grande, más o menos bien avenida. En este caso recordad que, más que saber cuando se debe empezar a comer o si se sirve la sopa en la mesa o se lleva servida, es fundamental saber de qué no hablar. De religión, no, claro. De política, por supuesto que tampoco. Y no permitais que lleven la voz cantante esos que describen perfectamente enfermedades y tratamientos. Para no amargarse la cena, siempre queda el recurso de hablar de sexo.

 

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