Extraños Delincuentes

Susto, muerte o mafia rusa

En uno de esos chistes que hacen partirse de risa a los adolescentes, un individuo planteaba a otro un dilema: "¿Susto o muerte?". Éste, lógicamente, se decantaba por la opción menos lesiva para su integridad física, a pesar de lo cual se quejaba tras recibir el correspondiente sobresalto. "Pues haber elegido muerte", le espetaba finalmente indignado su interlocutor. Con la misma ignorancia y candidez que muestra el asustado protagonista de la gracieta, la sociedad española reacciona aún hoy cuando oye hablar de la mafia rusa, nombre que se utiliza en la prensa para referirse al conjunto de organizaciones delictivas que se han fortalecido hasta niveles inimaginables al amparo de la desmembración de la antigua URSS. A la mayoría les suena tan lejano como un bombazo en Kabul o, incluso peor, tan inofensivo como el dilema del chiste. Y, sin embargo, las actividades en España de esta delincuencia son cualquier cosa menos un eco distante o una chanza. De eso saben mucho la Policía, la Guardia Civil y la Fiscalía Anticorrupción, que llevan muchos años, más de lo que la gente cree, investigando, persiguiendo y golpeando a esta mafia que cuando plantea el dilema de susto o muerte hay que echarse a temblar.

Los periodistas Cruz Morcillo y Pablo Muñoz presentaron hace unos días el libro ‘Palabra de Vor’ (Espasa), una inmersión en estas organizaciones venidas del lejano país que provoca más escalofríos que bañarse desnudo en un lago de Moscú en pleno mes de diciembre. En sus páginas, los autores hacen un repaso a conciencia de los capos de la mafia rusa, los llamado ‘vor v zakone’, que decidieron hace tiempo asentarse en nuestro país, principalmente en localidades costeras, para tomar el sol y, de paso, blanquear unos cuantos milloncejos de euros de los beneficios de sus negocios inconfesable. Con ‘Palabra de Vor’, el lector descubre el inmenso poder de estos mafiosos, capaces de corromper gobiernos y comprar empresas con la misma facilidad con la que el resto de los mortales adquiere la barra de pan cada día.

Y también la chulería de muchos de ellos, digna del mejor macarra de billar. Uno de ellos, Zakhar Kalashov, a quien Público dedicó un reportaje el pasado 3 de octubre, llegó a preguntar al fiscal en el juicio en el que se jugaba unos cuantos años entre rejas si no le iba a preguntar si era rico. El miembro del ministerio público recogió el guante y le hizo la pregunta: "¿Es usted rico?". "Claro que soy rico. Tengo una preciosa familia, preciosos amigos y una vida maravillosa", le respondió desafiante y seguro de que se iba a ir de rositas. No tuvo tanta suerte. La Audiencia Nacional le condenó finalmente a siete años y seis meses de cárcel por blanquear 7,5 millones de euros y, además, ha terminado autorizando su extradición a su país de origen, Georgia, para que cumpla allí una condena a 18 años de prisión por el secuestro de un ciudadano americano al que, al final, ‘olvidaron’ devolver a su familia aunque ésta pagó el rescate.

Otro, Vitali Izgilov, imputado también por sus andanzas mafiosas por la costa levantina, es descrito en el libro como un gañán que viste chándal de hipermercado dos tallas pequeñas con manchas de bocata de sardinas mientras conduce exclusivos coches valorados en varios cientos de miles de euros y se rodea de rubias espectaculares. De Gennadis Petrov, un capo al que diputados rusos rinden prácticamente vasallaje, su mejor descripción es la que dibuja la vivienda que se hizo construir sobre un acantilado en Mallorca y que llenó de todos los lujos que le permitían su saneada cuenta corriente y su evidente mal gusto: leones de piedra, columnas de mármol, joyeros repujados, frontispicios de madera noble en cada puerta... y calefacción en la caseta del perro. Y así, un ‘vor v zakone’ detrás de otros.

Sofisticados, discretos, bocazas, poderosos, en declive... los ‘vor’ se han ido asentando en España con un único objetivo: poner a 2.000 revoluciones por minuto sus particulares lavadoras de dinero negro mientras aparentan ser honrados hombres de negocios a los que no les tiembla el pulso, sin embargo, cuando se trata de encargar a sus secuaces que se desembaracen de un rival en su lejana Rusia natal. Por eso, y aunque aquí aún no han matado, secuestrado o traficado con drogas, si alguna vez uno de ellos le plantea el dilema del chiste, no lo dude. Pida susto. La mafia rusa no es una broma.

Más Noticias